Topalov: “En Argentina a los grandes jugadores nos consideran como artistas”

El actual número dos del ranking vuelve diez años después al país donde se consagró campeón mundial en 2005. Es el invitado estelar del festival de ajedrez que comienza este viernes en el Centro Cultural Kirchner.

Por Pablo Mocca para página12

–¿Qué recuerdos tiene de Argentina?

–Su país tiene un lugar especial para mí: el campeonato mundial de 2005 representa el éxito más grande que he tenido en el ajedrez. También me une el idioma: soy búlgaro pero la mitad de mi vida transcurrió en España. Hace dos años volví a Argentina para dar unas simultáneas. Como país, conozco lo típico. Cuando la selección de fútbol jugó la final del mundo contra Alemania fui el único de mi familia que la apoyó. Por supuesto, estoy también al tanto de las elecciones que se están celebrando. Conozco personalmente a Daniel Scioli, que es un aficionado no sólo al deporte en general sino concretamente al ajedrez. He estado un par de veces en su casa. Nos juntamos muchos jugadores, di una simultánea y comenté una partida. Fue muy agradable.

–¿Qué conoce del ajedrez argentino?

–Sé que en Argentina hay mucha afición al ajedrez y también sé que hay jugadores que están muy bien. También me consta la dificultad que implican las distancias con Europa y Estados Unidos, que es donde se juegan los torneos más fuertes. En mi segunda visita al país, en 2013, el presidente de la federación argentina me contó que hacía décadas que no se jugaba una olimpíada en América del Sur. Creo que la FIDE no se enfoca correctamente en el desarrollo del ajedrez de la región, dejando a una gran afición relegada durante tanto tiempo por concentrarse demasiado en Europa. Quiero remarcar que hay jugadores de talento en muchas partes, y sobre todo en Argentina, pero mi opinión es que la manera de ver el ajedrez aquí hace que a los grandes jugadores nos consideren como artistas. En Europa, el ajedrez profesional es simplemente un deporte. A un jugador europeo se lo entrena para competir y dar mejores resultados. En la ex Unión Soviética, a los niños se los entrenaba para competir, pero en la Argentina la imagen creo que es un poco diferente, como que el ajedrez es para disfrutar y recrearse.

–¿Es difícil explicar que el ajedrez es un trabajo?

–Para el mundo exterior, ser ajedrecista quizás sea un trabajo pero no una profesión. Nosotros sí sabemos que lo es, claro. Esta pregunta, hace unos 20 años en la Unión Soviética no te la hacía nadie. Si decías que eras jugador de ajedrez, la gente sabía que con eso podías vivir dignamente y ser bien respetado, e incluso pagado por encima de la media. Fíjate que en España, con la crisis que hay, muchos jugadores jóvenes ven al ajedrez como una buena posibilidad de ganarse la vida. Pero, al igual que con la ciencia, tienes que trabajar cada día, y cada vez más, porque la información aumenta muy rápidamente y es una tendencia que no termina nunca.

–El viernes se presentará en un evento masivo en el CCK que busca acercar al público al ajedrez. ¿Qué importancia cree que tienen estas iniciativas?

–Es importante explicar a la gente que el ajedrez no es tan complicado como parece y que no hay que tener miedo de intentar. No debes ser un prodigio para entender las reglas y jugar. Creo que hay que enseñarlo a los niños y luego, si les gusta, pueden ir al club, tomar clases y mejorar. La Unión Europea y su Parlamento aprobaron hace poco una ley para introducir el ajedrez en los colegios de los 28 países. Yo apostaría mucho más en ampliar la base de aficionados que en intentar crear jugadores de elite. La generación de Fischer y Spassky fue la de mayor popularidad del ajedrez, pero ya pasaron muchos años de aquello. Para crear una nueva generación de aficionados al ajedrez hay que educar a los chicos.

–¿Hubo un efecto negativo por la computarización?

–Hubo un momento al principio en el que las máquinas fueron positivas, pero últimamente estamos pasando al otro extremo. Hoy parece que si no lo dice la máquina la jugada no es buena. Antes había mucho respeto hacia el pensamiento y la creatividad de un GM. Ahora ves a un espectador que dice que la máquina tardó tres segundos en pensar una jugada y que el jugador ha tardado media hora, despreciando el esfuerzo creativo.

–¿Qué piensa sobre el miedo generalizado al avance de los motores de cálculo?

–El ajedrez como juego no se va a terminar. Sin embargo, las máquinas están terminando con la creatividad y nos hacen a todos los jugadores iguales. Para un jugador de elite, hoy es más difícil vencer a un jugador del top 50 o 100 que hace 15 o 20 años. Cada vez me cuesta más dar mejores resultados, las máquinas son cada vez más potentes. Hay menos lugar para la improvisación y para el riesgo, y yo creo que el error es lo más bonito del ajedrez, si no estaríamos pretendiendo llevar la concepción del juego hacia una sucesión de jugadas perfectas y todas las partidas serían tablas.

–Pero en su juego parece haber todavía espacio para la creatividad.

–En lo personal, sé que lo más bonito es encontrar una idea interesante y desarrollarla en una partida. Cada uno tiene que crear su propio destino para ser diferente y obtener mejores resultados que la media; si no, estaríamos todos iguales. Creo que la solución a esto es reducir el tiempo de juego para dar más lugar al margen de error, porque de esa forma el factor memoria tendría más importancia que ahora y calcular más rápido tendría más importancia. De la forma en que ahora jugamos, las máquinas poco a poco van a cargarse a la creatividad. Incluso a Carlsen, que tiene un estilo diferente a los demás, le está costando jugar siempre variantes que no sean conocidas. Creo que de a poco se va a tener que amoldar a las tendencias teóricas. Incluso él tiene que estudiar con máquinas.

–¿Cómo se convive con el error?

–Antes se decía que uno debía hacer el análisis después de la partida. Sin embargo, creo que la actitud correcta para poder jugar bien el día siguiente es “borrar” todo lo que se ha jugado, todo el pasado. Aunque hayas ganado o perdido, para jugar bien al otro día hay que olvidarse de la partida. Yo mejoré mucho con la idea de mi manager Silvio Danailov, la “regla de Sofía”, que prohíbe ofrecer tablas. Si no tienes ese derecho de ofrecer y aceptar, te concentras solamente en la partida. Eso y no pensar en el resultado sino en la siguiente jugada. Es un estado difícil de conseguir, pero mis mejores partidas las logré de esa forma, cuando logré estar por encima del resultado. El ejemplo más claro de esto fue Fischer, que luchaba una partida en un match encaminado a un 6-0. Cuando ganaba así es porque no pensaba en el resultado, sino en su siguiente jugada. Eso te hace inmune al stress y a los nervios, pero eso sabemos que no es fácil. Recuerdo el caso de Peter Leko, que estuvo a punto de ser campeón del mundo y falló en la última partida. Fue un poco injusto porque él no perdió el match, pero siento que eso lo afectó. Recuerdo que durante varios torneos tenía inconvenientes, siempre perdía en la última partida.

–¿El error del adversario se puede buscar o siempre se busca la jugada perfecta?

–No existe la jugada perfecta sino la indicada para una posición, donde se analizan todos los factores: los apuros de tiempo, la situación de tu rival en el torneo, si se lo ve cansado, quién es más joven, qué resultado necesita cada uno. Todo eso crea una relación psicológica entre los jugadores. Si tú le has ganado muchas veces a un jugador, por supuesto que juegas de otra forma.

–¿Hay costumbres de los jugadores de elite que puedan asombrarnos a los aficionados?

–La gente piensa que yo en casa tengo un tablero diferente al de un simple aficionado (ríe). Pero no: ofrecemos tablas y abandonamos de la misma forma que el resto del mundo. Tampoco existen más los análisis extensos posteriores a las partidas. Se han ido reduciendo porque todos sabemos que el ordenador en un minuto lo ve todo.

–Es GM desde los 17 años. ¿Cuándo se dio cuenta de que podía ser campeón del mundo?

–Al principio estaba tan enamorado del juego que no pensaba en ganar. Empecé de niño y cuando mi padre volvía del trabajo, yo le pedía jugar; salía un libro de ajedrez en la librería y yo iba corriendo a buscarlo. Cuando gané el campeonato sub 14 supe que era el mejor de los de mi edad y que tenía opciones. Pero no lo pensaba así, fui a jugar campeonatos abiertos en España con la intención de pasarla bien, ganar puntos de ELO y ganar dinero. Veía a Kasparov endiosado en un limbo, incluso a los 19 años cuando ya jugaba los torneos de elite. A los 25 empecé a tomarlo en serio y a hacer planes de llegar al título mundial, pero durante cuatro o cinco años tuve intentos fallidos.

–¿Cómo explica la actual supremacía de Carlsen?

–Yo lo considero un campeón del mundo bastante sólido. No es una racha. Tiene debilidades, como todo el mundo, pero muchas menos que los que estamos cerca. No creo que su supremacía se compare a la que estableció en su momento Kasparov, pero la suya tiene quizás más mérito, al destacarse en una época donde las máquinas nos igualan. Garry tenía un estilo muy espectacular, hacía muchas obras de arte. En las partidas de Carlsen hay mucha eficacia, un estilo diferente. Para mí el mejor fue Fischer. Mientras jugadores como Kasparov dieron todo, él dejó a los 29 años. Yo de alguna forma siento nostalgia por las partidas que él no jugó.

–¿Quién puede destronar a Carlsen?

–Creo que quien le vaya a ganar a un campeón como Carlsen será sin duda una persona más joven que él. Ahora mismo no sé quién será. Sé que hay muchos chicos. Sí me dejo impresionado Wei Yi, con quien empatamos en enero. Con piezas negras no me ofreció ninguna chance de desnivelar. Y me parece que no es casualidad que en China surjan jugadores de gran nivel. He estado varias veces allí y conocí su federación. Sé que tienen un sistema de trabajo muy duro y que son muy disciplinados.

–Pasaron casi 10 años del match con Kramnik. ¿Es un tema del pasado?

–Es un problema que debió ser muy fácil de resolver: había cámaras, todo estaba grabado. Pero sé que las grabaciones nunca van a salir y que siempre va a quedar así. Mi rival es el favorito de los políticos de ahora, pero creo que en 5 ó 10 años, cuando no pueda aspirar al título mundial, sus privilegios van a desaparecer. Estamos hablando de un jugador que ha recibido varios matchs y nunca ha pasado un ciclo completo. Siempre regalados, pues la federación rusa tiene mucho peso en la FIDE.

–En la próxima copa mundial, además de los jugadores clasificados jugará un invitado.

–No me sorprendería que fuera el mismo jugador en cuestión. Creo que en Rusia hay jugadores de mucho talento a los que se puede dar la posibilidad, pero no se hace. El deporte profesional no es perfecto.

–¿Es un peligro para el ajedrez actual el miedo a la trampa?

–En un campeonato sin premios importantes no hay protección contra las trampas, pues cuesta muchísimo dinero. De ahí viene el problema. En los torneos pequeños hay poco control y no hay ni cámaras ni nada. En cambio en la elite sí hay sistemas cada vez más sofisticados.

–La lucha de los ajedrecistas por su profesión y dignificación se suele dar desde lo individual. ¿Qué opina respecto de las asociaciones, gremios o entidades de ajedrecistas?

–Organizarnos parece una buena idea, pero hasta ahora todo lo que se ha intentado fracasó. Por algún motivo, los jugadores de ajedrez somos individualistas y cada uno va por su lado. Por el momento no veo ninguna organización de jugadores capaz de cambiar drásticamente el mundo del ajedrez, algo como podría ser la ATP en el tenis. Las organizaciones de jugadores no son lo suficientemente potentes para hacer que la FIDE cambie una ley que no guste. Creo que hay dos formas: una es boicotear y la otra es ir a juicio. Por lo que veo, es más fácil el boicot. Yo creo que lo que perjudica bastante a la FIDE es que toman, adjudican eventos sin concursos y eso perjudica a los jugadores. Se publica información falsa y creo que también han vendido los derechos de la organización del mundial a una empresa que no fue a concurso. Durante 20 años se ha dicho que el ajedrez va a ser deporte olímpico y no se ha avanzado. Todavía tenemos el problema de las tablas amañadas. Ningún Comité Olímpico Internacional (COI) va a aceptar un deporte con la posibilidad de que haya un resultado que se sabe de antemano. Cosas así se pueden cambiar y no hace falta mucho.

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