Capablanca-Alekhine 1927: choque de estilos y de voluntades

El 16 de Setiembre de 1927 se iniciaba en Buenos Aires, Argentina, uno de los más famosos matches de la historia del ajedrez, que enfrentó al entonces Campeón Mundial, el genial cubano José Raúl Capablanca y Graupera con el no menos extraordinario jugador ruso (nacionalizado francés durante el mismo encuentro) Alexander Alekhine. El mundo ajedrecístico se preparó entonces para asistir a un duelo largamente esperado, que enfrentaría no solo a dos ajedrecistas del máximo nivel, sino también a dos hombres con miradas disímiles sobre el juego. Y sobre la vida misma.

Por Horacio R. Olivera

 

alekhinePrecedido de una aureola de “imbatibilidad” merecidamente ganada en una carrera ajedrecística de ribetes geniales, José Raúl Capablanca, de 38 años de edad, llegó a Buenos Aires plenamente convencido de que retener el título de Campeón Mundial que ostentaba no sería tarea demasiado compleja. Ya  desde mucho antes de despojar de su título a Emanuel Lasker (que lo había retenido nada menos que durante 27 años), había dado sobradas muestras de una incuestionable superioridad sobre los ajedrecistas de su tiempo. Embajador itinerante de Cuba, amante de los placeres mundanos y dueño de un innato talento ajedrecístico, confiaba plenamente en sus capacidades prácticas sobre el tablero y era en buena medida, por lo tanto, desdeñoso del estudio y la preparación, materias que relegaba al mínimo indispensable. Había rechazado, desde el inicio de su reinado, los desafíos que le lanzaran algunos afamados jugadores de la época (Nimzowitsch, Rubinstein), aduciendo que los mismo no cumplían con los requisitos estipulados en “La reglas de Londres, 1922”, esto es que el retador debía reunir una suma de U$D 10.000 para solventar el encuentro. Pero cuando el gobierno argentino, con el aporte de algunas empresas privadas e instituciones locales, avaló a Alekhine con la suma requerida, Don José aceptó el reto, no sólo porque se consideraba en condiciones de defender su título exitosamente, sino incluso para evitar suspicacias y habladurías que habían comenzado a correr en el ambiente sobre su reticencia a defender la corona.

A diferencia del Campeón, Alexander Alekhine era un hombre absolutamente absorbido por el ajedrez. A la edad de 34 años, su vida toda estaba traspasada por las sesenta y cuatro casillas del tablero, al que dedicaba “como mínimo ocho horas diarias de estudio” según su propia confesión. Antes del match, había ganado una importante cantidad de torneos de primer nivel, había extremado su preparación teórica y el estudio de las partidas de su rival. Confiado también en sus fuerzas y sin que pesara sobre él el hecho de no haber podido nunca triunfar sobre Capablanca en las varias partidas que habían disputado, pensaba hacer valer su juego imaginativo, espectacular y combinativo por sobre el estilo posicional y la acabada técnica del Campeón. Tampoco influía en su ánimo el hecho de que casi todos los especialistas del mundo (excepto Reti, quien le adjudicaba chances) opinaran que no tendría oportunidad de vencer.

El encuentro se pactó sin límite de partidas y resultaría ganador del mismo quien obtuviera seis victorias. Arbitrado por Carlos A. Querencio, se jugó en los salones del Club Argentino de Ajedrez, en pleno centro de la capital argentina y, fue inaugurado por el Presidente de la República, Dr. Marcelo T. de Alvear.

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Planilla de la primera partida del match

Ya en la primera partida se produjo una sorpresa, pues Alekhine, con blancas, derrotó al Campeón por primera vez en su vida. Pero Capablanca se recuperó rápidamente, ya en la tercera igualó el resultado y se puso al frente al ganar la séptima, con lo que parecía que la normalidad había regresado y los pronósticos comenzaban a cumplirse. Pero luego de tres partidas que acabaron en tablas, Alekhine ganó la 11° y también la 12°, con lo que, promediando el match, se abría un serio interrogante sobre su definición.

La tradición oral nos ha acercado pormenores sobre la actitud de ambos contendientes, la que continuaba siendo absolutamente dispar en cuanto a sus hábitos y procederes fuera del tablero. El desafiante cumplía a rajatabla con una estricta disciplina de cuidados físicos y, finalizada cada partida se recluía en su habitación para continuar con los análisis. Capablanca, en cambio, no había renegado de su condición de “bon vivant” y disfrutaba sin cuidados de los encantos de la noche porteña, tales como los teatros de revistas, la buena mesa y la compañía de agraciadas señoritas.

En la partida número 21, después de una agotadora serie de partidas empatadas, Alekhine volvió a ganar. Este 4 a 2 terminó de convencer al Campeón que el asunto era mucho más difícil de lo esperado, por lo que parece que reajustó su psiquis para la lucha, aunque comenzó a combatir  también contra otro enemigo implacable: su presión arterial. No volvió al triunfo hasta la partida 29°, aunque desperdiciando claras chances en la 17° y sobre todo en la 27° (donde en posición claramente ganadora omitió un elemental jaque perpetuo). El juego 31° supuso el quiebre definitivo: “Capa” jugó una excelente partida con blancas, ganó un peón y alcanzó una posición que, justamente a un extraordinario técnico como él, no podía escapársele. Sin embargo, el juego terminó en tablas y el cubano, probablemente exhausto por lo prolongado del match, comenzó a sentir que el título se le escapaba inexorablemente de las manos.

Alekhine volvió a ganar en la 32° y el match se puso 5 a 3. La siguiente partida presagió el final, ya que el Campeón, aún jugando con las blancas, cedió tablas en 18 jugadas, en una posición absolutamente igualada y luego de no haber intentado siquiera obtener ventaja de la apertura.

La extensa y agotadora partida número 34 fue, a la postre, la decisiva: el retador ganó un peón y condujo la partida hacia un final de torres que manejó con depurada técnica, hasta alcanzar una posición ganadora; luego de la segunda suspensión de la partida, realizada la jugada 82° de las blancas, Capablanca remitió una esquela a Alekhine comunicándole el abandono del juego y sus felicitaciones por haberse coronado como nuevo Campeón del Mundo.

El desarrollo del encuentro y su resultado final, causaron sorpresa en todo el mundo. La “máquina de jugar ajedrez” (como llamaban a Capablanca) había caído claramente, luego de solo seis años de reinado. Alekhine, otro grande entre los grandes, supo encontrar la manera de explotar sus puntos débiles y había tenido la entereza psíquica y física suficiente para mantenerse incólume ante la arremetida del cubano en la segunda parte de la lucha, cuando ambos comenzaron a sentir los rigores del maratónico match.

Ajedrecísticamente hablando, hubo en las partidas invalorables aportes a la teoría de diversas variantes del Gambito de Dama Rehusado, que se jugó nada menos que en 32 de las 34 partidas (sistema Rubinstein, desclavada de Capablanca, Cambridge Springs), medio juegos complejos plenos de táctica y finales jugados con maestría.

Ambos maestros continuaron sus carreras y, pese a la aparición de nuevos talentos, mantuvieron casi hasta el fin de sus días el gran nivel que ostentaban al jugar su match.

capablanca-alekhine-tablero-1En 1942, José Raúl Capablanca falleció en la ciudad de New York, sin haber logrado que quien lo destronara le concediera la posibilidad de una revancha, no obstante haberlo desafiado en diversas oportunidades. Y es que Alekhine conocía de sobra que el único jugador que podría poner en peligro su cetro era el genial cubano; no por nada, al enterarse de su muerte expresó: “Nunca antes hubo, ni volverá a existir, un genio igual”.

Alekhine falleció en 1946, en posesión aún del título, que defendió ante Bogoljubow y que perdió y enseguida recuperó ante Euwe.

El match Capablanca vs. Alekhine de 1927 es un hito insoslayable del ajedrez moderno, y ha dejado su impronta de lucha y arte para ser estudiada por los ajedrecistas de las generaciones posteriores y, por qué no, de las que están por venir.


Match por el campeonato del mundo 1927

Capablanca-Alekhine 1927: choque de estilos y de voluntades