Manuel Puig: el ajedrez como opción a la seducción femenina

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Por Sergio E. Negri.

El escritor argentino Manuel Puig (1932-1990), Juan Manuel Puig Delledonne era en realidad su nombre completo, de profusa y relevante obra, obtuvo reconocimiento en la esfera internacional especialmente por una película basada en un libro de su autoría: El beso de la mujer araña (el notable actor estadounidense William Hurt ganó su único Oscar por el trabajo desarrollado en esta cinta), la que también sería llevada al teatro, a la comedia musical y al género de ópera. 

Se puede decir que Puig, inspirándose en géneros que se consideraban menores, como el folletín, el radioteatro o la telenovela, los supo transmutar en grandes trabajos literarios los que habrán de tener gran reconocimiento en su país y, aún más, en el exterior.

Con todo, en su Argentina no estará exento de sufrir proscripciones y amenazas. De hecho debió rumbear hacia México al ser, en 1973, amenazado por la tristemente célebre triple A, movimiento extremista de tintes fascistas que surgió en democracia y que prenunció el desvío totalitario que culminó en el golpe militar más cruento que azotó a su patria, que sobrevendrá en 1976.

Ya no vivirá más en su país. Morará en New York, Río de Janeiro, Italia y, por último, regresará a México donde residirá en su último tiempo en Cuernavaca.

Las expresiones de su pluma siempre establecieron un canal de interacción muy profundo con la cinematografía. Una afición que heredó de su madre y que cultivó desde niño. Ya de grande estudiará dirección de cine (en Buenos Aires y Roma) y trabajará en ese ambiente.

No será casual, entonces, que en Argentina dos de sus libros, sean llevados, con el tiempo a la pantalla grande. Y con gran suceso. Ese es particularmente el caso de Boquitas Pintadas, un filme dirigido por el genial cineasta Leopoldo Torres Nilsson. También se recuerda Pubis Angelical, protagonizada por la exquisita actriz Graciela Borges, bajo la batuta de Raúl de la Torre y los acordes musicales del popular rockero argentino Charly García.

Rita Hayworth
Rita Hayworth

Como testimonio de este enamoramiento sempiterno y precoz de Puig con el mundo de los artistas, particularmente con las figuras de Hollywood, nace La traición de Rita Hayworth, que es de 1968, que será considerada una de las mejores novelas del año por el diario Le Monde cuando se publica en Francia, y también muy vendida más tarde en New York. Allí el ajedrez aparece como recurso narrativo, aunque de uso algo incidental.

Puig, a lo largo de su obra, sabrá retratar con particular maestría contextos bien diversos. Si bien por lo expresado parecía haber experimentado cierto encandilamiento por las grandes luces, mundo al que remitían las celebridades, a la vez supo retratar situaciones ubicadas en ámbitos más oscuros y por momentos sórdidos.

En esa dualidad, en La traición de Rita Hayworth, el ajedrez podía ser practicado tanto en la localidad de Merlo, en el conurbano bonaerense de su país se origen, cuanto en la imperial Viena.

Al respecto primero expresará: “…yo, total en Merlo no hay nada que ver, es un pueblo chico, yo se lo dije a la vieja, y a mi hermano, que desde las diez de la mañana tenía salida, pero hasta las dos de la tarde no se aparecieron en la sala de visitas, desde las diez hasta las doce mirando a nuestro padre espiritual que le enseñaba ajedrez al hijo, ¿qué va a aprender ese pendejo degenerado?...”.

Eso sucedía en el año 1946, y los circunstantes eran jóvenes que estudiaban, o al menos eso se creía y decían, en el contexto de un colegio en el que varios de los alumnos revistaban como pupilos. Por lo que las distracciones, y el ajedrez en ese sentido era una de las pocas que podían ser consideradas inocentes, eran siempre bienvenidas.

Imagen de una de las ediciones de La traición de Rita Hayworth
Imagen de una de las ediciones de La traición de Rita Hayworth

Más adelante, al reproducirse una composición sobre tema libre debida a José L. Casáis, quien estudiaba en el 2º año del Nacional, se advierte que se eligió como eje narrativo “La película que más me gustó” (¡siempre Puig con su vínculo con el cine!).

El relato es producido por un alumno que, evidentemente, podía querer emigrar, al menos por un momento, hacia otra realidad, una muy distinta respecto de la que se le presentaba en la cotidianidad, por lo que los hechos son situados en la majestuosa capital de un imperio europeo que, si bien probablemente ya no lo era, había dejado claras marcas de otros momentos de esplendor en su arquitectura y en ciertas prácticas culturales y sociales.

En ese ensoñador escrito se dirá: “Aquella calurosa noche de verano en Viena, la gente no se sentía con ganas de ir a dormir. Una gran sala de bailes dejaba escapar, por sus ventanas un dejo de compases de gavota pero el calor era demasiado hasta para una danza tan calma como la gavota, y los ocupantes de las casas vecinas ya sea fumando una pipa o jugando al ajedrez u hojeando un diario rechinaban los dientes hartos de escuchar la misma musiquilla por veinte años consecutivos (…) El vecindario también escucha y una mano depone la pieza de ajedrez sobre el tablero un diario yace sobre una mesa y una pipa echa pitadas repiqueteantes, alegres y rápidas, todos se han puesto a bailar”.

Materiales iniciales para La traición de Rita Hayworth es un volumen que constituye una edición crítica de la revista Orbius tertius, en la que se analiza la obra temprana de Manuel Puig. En él se reúnen guiones cinematográficos; apuntes, anotaciones y textos, que fueron luego utilizados para La traición de Rita Hayworth.

Allí se describe una escena, en claro lenguaje cinematográficoen la que se aprecia a un galán que está sentado a una mesa de ajedrez, momento en el que una dama que estaba interesado en él le dirá: “Sigue con tu ajedrez, sé que te interesa más que las mujeres”.

El joven, lejos de ofenderse, responderá: “Déjame en paz entonces”, siguiendo despreocupadamente la partida, lo que motivará que Nélida, ese era el nombre de la desairada, voltee las piezas del juego algo violentamente para lograr que interrumpa su práctica y le preste debida atención.

Con lo que el ajedrez, en esta mirada de Manuel Puig, puede ser visto como un refugio que puede resultar aún más cautivante que los dones evidentes de una mujer que, a pesar de poder imaginársela  extraordinariamente bella, no logra atraer la mirada de la persona a la que intenta conquistar.

puig_bajEn este episodio aislado tememos que el escritor haya sabido traducir con claridad un orden de prioridades que, en muchos casos, se ha visto reflejado, de tiempo en tiempo (con la probable excepción de lo ocurrido en la temprana Edad Media en la que el ajedrez era una adecuada excusa para el encuentro amoroso entre personas de distinto sexo), en los ámbitos mundanos, históricamente masculinizados, en los que el juego termina por ser el único protagonista posible.

Si bien las cosas han venido modernamente cambiando, esta clase de situaciones, las de priorizar el mundo de los trebejos, aún en descuido de los afectos más cercanos, no dejan de suceder. Para pesar y, quizás, hasta la incomprensión de las parejas respectivas de ajedrecistas que, pareciera, sólo pueden llegar a quedar absortos por la belleza que se obtiene en el propio juego. Y no por la que eventualmente pueda observarse en su derredor.

Ello puede suceder aunque se trate, imaginamos, eventualmente, y como el título del relato de Puig invoca, de la mismísima Rita Hayworth, esa bella actriz que, quién sabe, podía incluso ser lisamente ignorada al momento de ingresar a una sala de ajedrez.

 
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