Jorge Rubinetti: un romántico que creía en el valor formativo del ajedrez

Semblanza del maestro incluida en La generación plateada (1950-1976), segundo volumen de la colección Historia del Ajedrez Olímpico Argentino, Senado de la Nación, en proceso de publicación. Autores: Sergio E. Negri y Enrique J. Arguiñariz.


Jorge Alberto Rubinetti nació en Buenos Aires el 31 de marzo de 1945 y se despidió de la vida hace muy poco, más exactamente el 19 de septiembre de 2016.

Jorge aprendió a jugar al ajedrez en casa, a los doce años de edad. Su primer club, el de siempre, sería el Círculo de Ajedrez Villa del Parque, del que siempre ha sido un ineludible referente.

Su primer título destacado fue cuando se consagró campeón argentino juvenil en 1961, logro por el que accede al campeonato mundial juvenil disputado en La Haya, Países Bajos, en el que se impuso el yugoslavo Parma, y en que ofició de analista el maestro Guimard.

Ya en la categoría de mayores, alcanzaría nada menos que cuatro campeonatos argentinos: en 1971, en Buenos Aires, invicto y con sólidos dos puntos de ventaja respecto de Juárez y Agdamus (quedando postergado Quinteros); en 1982, en La Plata, donde se impuso por sistema de desempate en una cerrada definición con Gómez Baillo, Hase, Bronstein y Cámpora; en 1988, nuevamente lo relegó a Gómez Baillo (quedando más atrás Bronstein), y en 1991, esta vez precediendo a Soppe y Quinteros (de quien había sido subcampeón en 1980 en la localidad de Quilmes en un fuerte campeonato nacional del que participaron Najdorf, Panno, Debarnot, Schweber, Hase, entre varios otros), en ambos casos en Buenos Aires.

En otros torneos nacionales tuvo los siguientes desempeños: Con apenas 17 años debuta en el de 1962, quedando 12°; en 1964, es 11°; en 1965, con 20 años, empata la cuarta posición (a punto y medio de Sanguineti que es el campeón); en 1966, es 9°; en 1967, 7°;  en 1969, 3°; en 1972, 7°; en 1974, 3°; en 1975, 9°; en 1984, 6°; en 1985, 8°; en 1986, 7°; en 1989, 6°; en 1990, 3°; en 1992, 7°; en 1993, 17°; en 1994, 22°; en 1999, 13°; en el 2002 compartió la 5ª colocación; en el 2003 es 6°; en el 2004 es 46°, puesto que obtuvo cuando la modalidad del campeonato fue bajo sistema suizo y con una múltiple participación de ajedrecistas.

Es decir que Rubinetti, por más de cuarenta años, tuvo presencia en campeonatos nacionales y, al haber alcanzado la corona en cuatro de ellos, está dentro de lo más destacado de la historia nacional en la especialidad.    

De alcance internacional, se lo ve  el año 1969 participar del Zonal de Mar del Plata, donde obtendrá el título de Maestro Internacional. Allí queda por debajo de Najdorf, Panno, el brasileño Mecking y Raimundo García, aunque por delante de Quinteros, Bronstein, Rossetto, y Schweber, entre los nuestros; y del también brasileño Helder Cámara,  y otras figuras regionales.

A raíz de ese resultado obtiene el pasaporte para jugar su primer  Interzonal, el de Palma de Mallorca de 1970, oportunidad en la que se impone Fischer delante de Géler, Hübner y Larsen; el argentino queda penúltimo entre veinticuatro participantes.

Tras salir cuarto (por aplicación del sistema de desempate con su compatriota Hase) en el Zonal desarrollado en la ciudad de Morón en 1982,  donde triunfa Quinteros delante del brasileño Sunye Neto, obtiene una nueva clasificación para un Interzonal.

Y ese mismo año, en Toluca, de nuevo se lo aprecia a un paso del lugar postrero, en un torneo en el que se alzaron con la victoria Portisch y Torre delante del excampeón mundial Spassky.  

En el terreno olímpico Rubinetti representó a la Argentina en ocho ocasiones, comenzado en Lugano´68, y siguiendo en Siegen´70, Skopie´72, Niza´74, La Valeta´80, Lucerna´82, Salónica´88, para despedirse en Manila´92. De las 85 partidas jugadas en esta clase de competencias, tuvo 31 ganadas, 28 tablas y 26 perdidas, por lo que su rendimiento apenas superó el promedio: fue del 52,9%. Lo mejor estuvo en el debut en Lugano cuando, como primer reservista, hizo el 62,5%.

Su pico personal en las mediciones de Chessmetrics se verificó en mayo de 1970 al aparecer en el puesto 178 del mundo; aunque su ranking más elevado es de mayo de 1991, momento en el que registra un puntaje de 2.595.

Sin embargo su mejor perfomance es sincrónica con su participación en el torneo Konex Canon de Buenos Aires de julio de 1979, oportunidad en la que se impusieron Ljubojević y Korchnói (un detalle: como éste había emigrado de la URSS, los jugadores soviéticos que fueron invitados tras su presencia en las Olimpíadas de Buenos Aires´78, boicotearon esta competencia), delante de Browne. Aquí, comparten la sexta posición tres argentinos: Najdorf, Quinteros y el propio Rubinetti.

Ganó alrededor de cincuenta torneos nacionales e internacionales. Tuvo especiales victorias en torneos disputados bajo la modalidad de  Abiertos, como ser: los de Mar del Plata y Libertador Gral. San Martín de Buenos Aires, ambos en 1971; los de Zárate-Brazo Largo y São Paulo (Brasil), en 1972; el de Mercedes (Uruguay), en 1975 (en este caso adelantándose a Fernando Casas, Foguelman, Panno, Rossetto y el chileno Letelier); y repetiría en Mar del Plata en 1985, a lo que sumaría ese año el de Villa Carlos Paz.

Bajo el formato más clásico, se destacan sus éxitos en el exterior en el primer torneo Atahualpa[1] realizado en Quito (Ecuador) en 1975, delante del local Yépez, el colombiano De Greif y su compatriota Rossetto; y en Aguadilla (Puerto Rico), en 1988.

En el terreno local, fue campeón metropolitano en 1965 y de su muy querido Círculo de Ajedrez de Villa del Parque desde 1967 a 1973, del que también fue su Presidente de 1989 hasta 1992. Desde 1993  en adelante dirigió la Sala de Ajedrez del Club Jockey Club de Buenos Aires.

En 1988 recibió el Olimpia de Plata que es el máximo premio que se otorga en el país a los deportistas en todas las especialidades. Y obtuvo una norma de Gran Maestro en 1991, pero no llegaría a obtener ese preciado título de parte de la FIDE.

Imagen de Jorge Rubinetti

Su estilo siempre fue muy combativo pese a lo cual, o quizás en razón de ello, en su ideario se privilegia el hecho de jugar más que el de competir.

Dijo al respecto: «En el ajedrez una cosa es jugar y otra competir, la competencia no es tan buena. A mí me gusta la idea de hacer torneos donde jueguen todos los chicos sin resultados. Nadie le ganó a nadie, yo juego con vos, no contra vos. El éxito no está en que el niño gane sino en que la pase bien, entrene su mente y que le sirva para otras actividades…Los chicos pueden ganar o perder, pero adquiere un significado distinto si el profesor lo acentúa. No descalificar al que pierde, sino ver cómo jugó, más que si ganó o perdió: otra forma de evaluar.

También ha expresado el maestro: «No sabemos adónde vamos, pero el ajedrez va a perdurar por los siglos de los siglos».

En aquella apreciación de la utilidad del ajedrez como búsqueda de desarrollo personal, por encima de la furiosa necesidad de vencer, creemos advertir en Rubinetti un romanticismo que, lejos de ser tardío, nos parece sumamente vigente.

Es que el ajedrez sirve, o debería servir, para ser más exactos, como un instrumento educativo primordial en la formación de las personas.

Y en esa otra idea, aquella en la que el ajedrez aparece perdurando más allá de todo, vemos otra muestra de romanticismo, en este caso más esencial. Vemos en esos dichos la convicción, o tal vez el deseo más íntimo, o al menos la más profunda esperanza, de que el ajedrez se perpetúe como actividad cultural de los pueblos. Por siempre. Suceda lo que suceda.


Pueden ver sus partidas ingresando al siguiente link


[1] Cabe recordar que, como lo señalara nuestro prologuista del primer volumen de esta colección, Daniel Larriqueta, el Inca Atahualpa fue el primer nativo en aprender a jugar al ajedrez en continente americano.

 

Jorge Rubinetti: un romántico que creía en el valor formativo del ajedrez
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