Llegó al ajedrez el turno de los emergentes

La gran sorpresa fue el triunfo de China, que rompió el dominio de los herederos de la URSS. También brilló India con su tercer puesto. Los argentinos estaban preclasificados en el puesto 35 y terminaron en el 18.

argentina-eeuu-SmallEntre el 10 y el 15 de agosto pasados se jugó la 41ª Olimpíada de Ajedrez, en la ciudad de Tromso, Noruega. Días después de terminada la competencia, el balance está cargado de sorpresas: el triunfo de China es la principal de ellas. El gigante oriental se inscribió en el selecto plantel de triunfadores olímpicos que no pertenecen a la herencia ajedrecística soviética; desde 1950, con la excepción del triunfo de Hungría en la olimpíada realizada en Buenos Aires en 1978, todos los oros olímpicos habían sido de la URSS o de países surgidos de su disolución. A la victoria colectiva del conjunto chino deben sumarse dos revelaciones especiales: la de su tercer tablero, Yu Yongvi, quien consiguió el oro individual con un desempeño extraordinario (nueve puntos en once partidas) y la de Wei Yi, quien con sus quince años se convirtió en el campeón olímpico más joven de la historia.

El triunfo chino no fue la única sorpresa del torneo. Detrás de Hungría –potencia histórica del ajedrez mundial, que salió en segundo lugar– se situó India, en una actuación muy superior a sus expectativas actuales y a su propia historia. El desempeño indio se realza más aún ante la ausencia de su primer tablero, Vishy Anand, que fue hasta hace poco campeón mundial y que es el mayor desafiante del actual primer puesto, el noruego Magnus Carlsen. Vale decir que Anand fue el único top ten del ajedrez mundial que no participó en la competencia.

En cuanto al conjunto nacional, debe resaltarse que el representativo argentino resultó el mejor equipo de Sudamérica en categoría absoluta, superando por sistema de desempate al fuerte equipo peruano liderado por Granda Zúñiga. Preclasificados en el lugar 35, nuestros jugadores terminaron décimooctavos, cuatro puestos por encima de la anterior olimpíada, ubicándose como el segundo mejor equipo de Latinoamérica –detrás del poderoso equipo cubano, que obtuvo el séptimo lugar en la escala global–. La selección ganó los cinco encuentros en los que se enfrentó con equipos preclasificados por debajo de ella; de los seis que jugó con equipos con mejor expectativa ganó dos, empató uno (nada menos que con India) y perdió dos de los tres restantes por el mínimo margen.

La actuación argentina se festejó mucho en el ámbito del ajedrez local, aun cuando nuestro país fuera, en épocas pasadas, dos veces subcampeón olímpico y figurara muchos años entre los mejores diez. Para valorar en su real dimensión el puesto final en las últimas olimpíadas debe tenerse en cuenta que el desmembramiento de la URSS produjo el arribo de numerosos países de origen soviético al top ten, además del fortalecimiento de equipos de otras nacionalidades que incorporaron a sus equipos a relevantes jugadores emigrados. Lógicamente, eso ha dificultado enormemente el acceso a las posiciones más altas. Pero no estamos tan lejos, si se profundizan las incipientes mejoras organizativas. El ajedrez local está en pleno proceso de recuperación, después de un considerable retroceso sufrido en las últimas décadas. En esta olimpíada se obtuvo la mejor ubicación de los últimos veinte años.

En cuanto al rendimiento individual, debe destacarse el muy buen nivel de todos los jugadores, superior a las expectativas marcadas por sus rankings. Diego Flores fue el jugador de mayor efectividad, con el 75 por ciento de los puntos posibles y una performance de 2657 ELO. Por su parte, Rubén Felgaer obtuvo una victoria excepcional frente a Varuzhan Akobian en el match contra Estados Unidos. Junto con el encuentro Topalov-Vallejos, esta partida se ubica entre las más vistosas que ha dejado la competencia. El sueco Ulf Andersson, gloria del ajedrez mundial, ofició de capitán del equipo, lo que señala una recuperación del nivel profesional en la preparación. El zarateño de 21 años, Federico Pérez Ponsa, que jugó su primera olimpíada, tuvo un desempeño a la altura de las circunstancias. En comunicación con Página/12 contó sus impresiones tras participar en el torneo más fuerte de la agenda internacional: “La experiencia de representar a tu país en equipo es incomparable: la mística que se genera entre nosotros durante todo el día, el aliento mutuo, y el compartir la preparación técnica y los secretos de nuestra estrategia (aun con quienes serán nuestros contrincantes en los torneos) conforman una experiencia única. Resalto eso, la solidaridad, algo que en el mundillo individualista del ajedrez no se da muy seguido”. Son varios los motivos, entonces, para la celebración.

La competencia femenina tuvo a Rusia como ganadora, secundada por China que, en este caso, estaba preclasificada primera. La selección argentina se ubicó en el puesto número 26, repitiendo la mejor actuación de las últimas décadas, alcanzada en la olimpíada de Bled en 2002. Nuestro país fue el mejor clasificado de América latina. Respecto de la experiencia competitiva, Carolina Luján, número uno del ranking nacional, afirmó: “Lo más importante es haber sentido, como nunca, el aliento de la afición ajedrecística argentina; muchos se levantaron a las 6 de la mañana para seguir las partidas. También mejoró mucho la organización de la delegación nacional que, en otras oportunidades había sido muy deficitaria. Hubo un avance en ese sentido de parte de la Federación Argentina, y contamos, además, con el apoyo de la organización Marcel Duchamp. Tuvimos excelentes entrenadores y recibimos indumentaria oficial. Creo que, tanto en varones como entre las mujeres, podemos competir con los mejores. Pero con las ganas solas no alcanza, hace falta más profesionalismo, tener la oportunidad de dedicarnos plenamente al ajedrez, viajar a grandes torneos para conseguir roce internacional y ritmo de alto rendimiento. Por ese camino, el ajedrez argentino puede seguir avanzando como en esta olimpíada y ocupar un lugar central en el mundo”.

Llegó al ajedrez el turno de los emergentes
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