«Tengo muchas ganas de seguir luchando»

floresAcaba de consagrarse quíntuple Campeón Argentino, este año clasificó a su quinto mundial y en septiembre integrará otra vez el Equipo Olímpico de su país.  En la nota, entre otros temas, repasa su carrera, habla de la actualidad del ajedrez en su país y reconoce la búsqueda constante de ordenar  su entrenamiento.

Por Pablo Mocca para página12

 

¿En qué momento de su carrera lo encuentra esta nueva consagración como Campeón Argentino?


En una edad avanzada en comparación con los chicos con los que compito, que tienen otra energía, y con la sensación de que venía estancado, y no por haber jugado buenos torneos sino por algo que me pasaba por dentro. Pero vengo trabajando con Jorge Rosito, que me ordena un poco y me ha ayudado en el trabajo de aperturas y eso me dio un impulso para volver a pensar que puedo escalar un poquito más. Es algo que siempre me costó, y que muchas veces me hace llegar mal predispuesto a las partidas, sobre todo cuando juego con alguien que sé que me puede jugar algo incómodo. Ahora trato de prepararme mas para las partidas. Un trabajo general, como el que hice con Rosito, hizo que pueda empezar a cubrir algunos baches y a estar mejor predispuesto, ganar confianza en mí mismo y saber que puedo luchar con esas armas también.
¿El torneo se desarrolló como usted se lo imaginaba?

Antes de que empiece les ponía unas fichas a Federico Pérez Ponsa, pero arranco mal. Curiosamente después me gano a mí una partida buena, me pasó por arriba. Yo pensé que se iba a impulsar pero tuvo altibajos y creo que no cumplió con las expectativas que él mismo tenía. Cuando comenzó el torneo sentía que, por el nivel de los chicos, cualquiera de ellos podía ganarlo. Me refiero principalmente a Federico, Alan Pichot y Leonardo Krysa, que a pesar de no ser GM juega bárbaro. Quizás para él una de las trabas fue buscar esa norma. Eso te mentaliza de otra forma, te puede llevar a cuidar algún resultado. Yo, en cambio, jugaba el torneo solo para ganarlo.

¿En qué momento sintió que lo ganaba?
A mí me dio mucha confianza la partida que le gané a Carlos Obregón. Hasta ahí tenía la sensación de haber hecho un torneo razonable. Pero recién me sentí tranquilo cuando le gané a Alan y conseguí un punto de ventaja, porque para forzar un desempate yo tenía que perder la última partida y Sergio Slipak, que jugó en gran nivel todo el torneo, ganar la suya.

Mencionas a los chicos pero peleaste el torneo hasta el final con Sergio Slipak y en algunos tramos con Martín Bitelmajer…


A  Sergio Slipak uno lo conoce a desde hace muchos años. Él juega a veces sin tanta ambición, sin grandes expectativas de resultados, más tranquilo. Este torneo yo lo vi jugar muy bien, desarrolló un muy buen ajedrez, sumó puntos muy importantes, todo el torneo fue un candidato a ganarlo. Sí me sorprendió Martín Bitelmajer, al que no conocía mucho. Tiene una gran capacidad de defenderse en posiciones difíciles, por ejemplo en la partida que me gana.

¿Tiene un condimento especial la competencia con argentinos, con los que se cruzan tan seguido?


En general nos conocemos todos, y uno ya se acostumbra a jugar con amigos porque pasa todo el tiempo y uno lo toma como algo natural. La única partida incómoda fue con Pablo Acosta, porque yo viajo muchas veces en calidad de entrenador de él y nunca lo había enfrentado en una partida pensada.

¿Cómo fue y dónde empezó el camino que lo llevó a esta quinta coronación?


Yo hacía muchos deportes, y un día me fracturé, tuve que dejar todo y empecé ajedrez. No podía parar, no quería hacer otra cosa. Sabía mover las piezas como cualquier chico, pero empecé a ir a la escuela de ajedrez y de pronto estaba todo el día ahí, me apasionaba, me quedaba desde que abría hasta que cerraba. Tiempo después, recuerdo estar mirando partidas con mi papá, aquella reedición del match Fischer-Spassky en Yugoslavia, que para mí fue un parque de diversiones, miraba y alucinaba. Al año siguiente me pasó lo mismo con el match Kasparov-Short. Yo ya entendía un poco más de ajedrez, eran partidas increíbles, Short sacrificando piezas como un loco, Kasparov defendiéndose, ganando de contra, me encantaba. Con el tiempo vinieron muchos resultados, muy buenos, sorprendentes. Después llegó el primer campeonato argentino y viajé a un mundial a Hungría. Cuando terminé el secundario dejé casi un año por la facultad, pero la abandoné y me di cuenta que no podía hacer otra cosa que jugar al ajedrez. Entré en la escuela municipal de Junín, con beca de profesor, y gracias a eso pude viajar a competir cuando lo necesité. Así empecé a progresar, jugando más torneos, saliendo más al exterior, y dando clases que me ayudaron a subsistir. En este presente le debo mucho a la Universidad de la Punta, una idea de Claudia Amura para dar clases a los chicos que mejor juegan, que se transformó en un apoyo clave para mis viajes y una tranquilidad para desenvolverme en lo mío.


¿Extraña momentos del ajedrez menos competitivo?

Puedo distraerme con amigos jugando al ajedrez por nada, amistosamente, pingpones, pero no es lo más común. La competencia siempre se sufre un poco, son inevitables la tensión, los nervios y el malestar físico, sobre todo en momentos de definición. Pero uno está acostumbrado y está bueno, después se disfruta. Creo igual que la mejor manera de disfrutar el ajedrez es jugarlo sin tener una competencia que te queme la cabeza.

¿Ayuda atender los aspectos psicológicos del juego con un profesional?

Yo nunca lo hice. Sé que podría ser algo muy positivo para cualquier deportista, porque la competencia desgasta mucho y la tensión que uno acumula con los años, de tantos torneos, hace que se vaya aplacando el espíritu combativo. Pero bueno, en nuestro ambiente, que no es amateur pero tampoco superprofesional, pensar en un psicólogo deportivo hasta podría ser gracioso. Queda en cada uno ver cómo se convive con la competencia. Creo que en mi caso lo llevo bien, luchar y siempre ir a buscar las partidas es uno de mis puntos fuertes, y no achicarme en momentos difíciles ni posiciones complicadas.
Está otra vez cerca de los 2600 de Elo  ¿Se pone objetivos?

No a largo plazo. Sé que establecer objetivos es bueno porque te ayuda a enfocarte en algo. Los 2600 tampoco son una meta, porque ya los pasé varias veces, pero sí reconozco que me gustaría llegar a 2650. Me cuesta mucho entrenarme y yo sé lo qué tengo que mejorar. Creo que con mucho esfuerzo tal vez pueda, quizá en el mediano plazo, es un camino que puedo empezar a transitar y tengo ganas de hacerlo. Pero es lento por distintos factores de mi vida. Además hay que viajar, porque pasar esa barrerita en la región es muy difícil, tenés que ganar todas tus partidas y eso es imposible. Yo sé lo qué tengo que mejorar pero me cuesta mucho entrenarme.

¿Por qué?

Yo cuido la mayor parte del día al más chico de mis dos hijos, que tiene un año y nueve meses, y voy haciendo lo que puedo. Cuando tengo un tiempo miro ajedrez, sigo torneos, desde Magnus a cualquiera de los argentinos por el mundo. No tengo una rutina porque no puedo… pero tampoco la tuve en otros momentos en los que sí hubiera podido. Quiero ordenarme, algo que siempre me costó, y el entrenador me ayuda mucho. Pero tampoco puedo irme tres meses y dejar todo acá, sobre todo porque en Europa no tengo una garantía económica. Es muy difícil a esta altura, con 33 años, y no sé cómo va a ser el futuro. Por ahora tengo muchas ganas de seguir luchando, motivado y por ir a las Olimpíadas.

¿Cómo se lleva con la computadora?

Para mí es otro ajedrez, yo no estoy adaptado. Cuando reviso una partida mía me lamento sólo cuando omití algo obvio, no variantes rebuscadas. Si hice lo que un humano hubiera hecho, es suficiente. Si me tira una jugada que es buenísima, pero para mí es ridícula, no me gusta y empiezo a desconfiar. Yo prefiero guiarme más por la intuición, aunque reconozco que la máquina te acelera algunas cosas. Por eso cuando preparo líneas y aperturas, la compu está prendida, es como una calculadora para chequear los resultados de lo que mirás. Me gusta revisar y aprovechar las ideas que da la computadora, pero no confío ciegamente en lo que dice la computadora, porque la computadora te puede decir lo que tenes que hacer en tal jugada y te va a predecir lo que tu rival podría hacer, pero si la hipótesis del rival es una opción muy obvia, suele descartarla, de manera que la refutación de esa jugada es otra jugada que es insacable. Es un ajedrez muy complejo que a veces no estamos a la altura de comprenderlo. Por eso prefiero guiarme mas por la intuición. Los pibes de ahora tienen otras herramientas, y estoy seguro de que son maravillosas si te adaptas bien. Y a mí no me desfavorece no tener la misma relación que ellos con la máquina porque lo importante es dedicarse con mucho sacrificio. La computadora te acelera algunas cosas, pero el que se va a poner, lo hará con o sin computadora.

Eso puede explicar su estilo de juego, del cual se dice que hay más talento que preparación

A mí siempre me costó mucho el trabajo y he tenido alguna facilidad para encontrar jugadas naturalmente. Tal vez me haya achanchado de chico… Pero el trabajo de fondo da resultados increíbles, y Sandro Mareco es un ejemplo, más allá de su enorme talento.

No jugó esta edición pero fue campeón de la anterior, ¿qué valoración tiene de él?

Es un jugador universal, alguien que entiende todo y que está en otra categoría en este momento. Puede tener torneos buenos o malos pero enchufado le puede ganar a cualquiera. Me llevo muy bien con él y estaba muy contento con mi actuación en el último campeonato.

¿Cómo llega el equipo para las Olimpíadas en Bakú?


Lo veo muy bien, como veía al anterior. Sale “el Pájaro” (Rubén Felgaer), que en Tromsø tuvo una actuación increíble y entra Alan, que viene con una energía que no tiene ningún otro en el equipo. Le va a ir muy bien y nos va a motivar a todos. Es un equipo unido y la expectativa es muy grande, nos agarra a todos en un buen momento. Con el que estamos menos en contacto es con Fernando Peralta, que vive en Barcelona y está en otro ambiente. Con Alan y con Sandro nos vemos mas seguido. Con las chicas también, con Carolina Luján, Marisa Zuriel, Florencia Fernández, Ayelen Martínez…

¿Se trazan algún objetivo?


Sabemos que va a ser difícil mejorar la última edición, pero lo importante es ir y luchar arriba, no me molesta terminar en el puesto 40 si en el transcurso jugamos rondas entre los primeros tableros, como sucedió en el 2012, que jugamos con Rusia en mesa dos. Después decís “eso valió la pena”.

¿Qué diferencias hay en el juego a la hora de jugar en una olimpíada?


A veces hay que especular un poco. Lo importante es ganar el match, no importa tanto si 4 a 0 o 2,1 a 1,9. Después está el desempate, pero bueno, es prácticamente lo mismo. Hay que estar atento a las partidas de tus compañeros porque de pronto si uno observa que un par de compañeros están por ganar, y uno atraviesa un momento crítico en su partida, es preferible jugarse en función del match, regular un poco y no arriesgar de manera individual.

O sea que las partidas de las olimpíadas se piensan distinto…

Me pasó contra Leko en 2010. Tenía una torre en d4 amenazada y dos opciones: Td1, que es la jugada natural, sólida, Tg4, que es la que me moría de ganas de hacer, que sospechaba que podía no ser del todo bueno, arriesgada, pero es el estilo de juego que me gusta hacer. Pensé mucho y jugué Td1 pero si hubiera estado solo hubiera hecho Tg4. Porque también  estás viendo la partida de al lado y eso te cambia la jugada, al ver que tu compañero viene mal.

¿Cree que hay algo común entre los ajedrecistas latinoamericanos?


Todos los que vamos para allá estamos de visitante, la vamos a remar. El tema de encontrarte además con alguien que hable el mismo idioma te hace encontrarte. Los rusos están juntos para todos lados, es lo mismo. Es una cuestión de identidad, de idioma, de costumbres.

¿Cómo ve al ajedrez argentino?


No lo veo mal porque hay una buena base de chicos. Y hay una actividad más o menos interesante, aunque muy comprimida, sin un calendario ordenado, con torneos que salen sobre la marcha y no permiten que uno se pueda organizar. Por eso algunos optan por irse a jugar afuera, incluso existiendo muchas veces mejores premios acá que en Europa. Quizás sea parte de la identidad del país, las cosas van saliendo como se puede, sobre la marcha, todo a pulmón. Lo que ayudó mucho fueron las becas que desde hace unos años otorga la Secretaría de Deportes, le dieron impulso a muchos chicos y eso ha generado un recambio. Pérez Ponsa y Pichot tienen un potencial enorme y hoy aparecen pibes que ya vienen con el chip incorporado y piensan como una computadora.

Ya tuviste algún roce con la elite, ¿qué sensaciones le provoca haber clasificado a otro mundial?

Me esforcé mucho por estar, jugué mal en El Salvador, pero luché y llegué con el último aliento. Espero sacarme la mochila de aquel primer mundial, donde estuve muchas jugadas muy ganado frente a Radjabov, en su mejor momento, y la sensación de que si hubiese ganado esa partida todo hubiera sido diferente. Jugué cuatro mundiales e hice medio punto en ocho partidas… ¡un récord importante! Hoy me sorprendo mucho viendo la elite, que en las transmisiones te ponen el módulo y ves que no paran de acertar, y uno se pregunta “¿qué es esta jugada?”. Es difícil enamorarse de una partida de Carlsen. Yo veo que hace jugadas inentendibles pero siempre precisas, es la evolución del ajedrez. Quizás los chicos de hoy lo comprendan mejor. Sí disfruto mucho de esa voluntad de lucha que tiene, de buscar ganar a cualquier precio y en cualquier circunstancia de torneo. Es lo que yo trato de hacer cuando juego.

De la elite también rescato mucho a Ivanchuk, que es un tipo que siempre me ha inspirado mucho. Tuve la suerte de conocerlo, me sorprendió su sencillez y su capacidad de juego. Tiene un estilo súper universal y el hecho de haberlo conocido, me hizo admirarlo más.

¿Cómo se lleva con la historia del ajedrez?

Creo que estoy en el punto medio. Pocos chicos de ahora leen libros de historia, de campeones…la computadora en general es puro juego y no te hace foco en la historia. A mí me encantaría leer, pero me cuesta… Me cuesta terminar los libros, mi mujer es psicopedagoga y dice que tengo un déficit de atención. Algo que no se condice con la actividad del ajedrez. Pero bueno, es increíble, con las cosas que mas me gustan, me supera y no puedo terminarlos, por mas expectativa que me los compre. Me gusta la historia, me interesa, me encanta escuchar historias, pero me cuesta indagar. Pero algo sé, no te voy a dar una clase de nada, pero te puedo ayudar. Los campeones mundiales se quien fue campeón y quien no, no se el orden pero…

¿Qué le agradece al ajedrez?

La posibilidad de viajar, en mi caso. Yo no soy un turista. Puedo ir a la playa más hermosa del mundo, estar 10 días en el lugar y no pisar la arena. Así en incontables lugares. No obstante, amo viajar, amo conocer lugares nuevos, gente nueva, me considero una persona solitaria y el hecho de viajar me hace bien. Tengo una familia y ahora extraño mucho, pero siento que lo disfruto, me llena mucho, lo necesito, es un complemento para mi vida, y es lo que más le agradezco al ajedrez.

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