El investigador argentino Sergio Ernesto Negri presenta su columna para Ajedrez12.com, un espacio dedicado a los mejores exponentes de la historia mundial del juego-ciencia. En estas primeras entregas Negri propondrá analizar los casos de los principales jugadores de cada tiempo, en un interesante recorrido que irá desde los reconocidos Campeones Mundiales a los denominados «Reyes sin Corona», incluyendo también a los grandes ajedrecistas que según la historiografía merecieron serlo, e incorporando en ese interesante pedestal a los “Co-Campeones mundiales”, retadores que lograron igualar el marcador en sus desafíos frente a los respectivos campeones. También se abordará el caso de aquellos excelentísimos jugadores que vivieron siempre a la sombra de un gran campeón, los “Príncipes del ajedrez”, una categoría que aparece por vez primera a la consideración pública. Periódicamente iremos publicando el material, enriqueciendo de esta manera nuestro portal de ajedrez latinoamericano, con información de calidad, bajo nuestro lema predilecto: “en Ajedrez12.com juegan todos y ganan”.
¡Hola! Al saludar al lector, en este nuevo camino que hoy comenzamos a transitar, me imagino que del otro lado hay una persona decididamente amante del ajedrez que, muy probablemente, también lo sea de la cultura y de la historia, al menos en cuanto a su vinculación con el más misterioso, mágico e influyente de los juegos.
Al establecer este canal de comunicación, en una actitud que no deja de implicar de alguna manera un auto de fe, es de imaginar que, a partir de ahora, se establecerá alguna suerte de contacto de ida y vuelta que nos enriquecerá intelectual y espiritualmente. A todos.
Me han pedido, una vez más, y no dejo de agradecerlo, que en este portal sobre ajedrez en idioma castellano, dedicado al público latinoamericano, que recientemente ha abierto sus puertas, me encargue de proponer temas de debate sobre, justamente, la relación del ajedrez con la cultura y la historia. Espero estar a la altura de las circunstancias. De cualquier manera creo que será un edificio que construiremos conjuntamente.
Para empezar, se habrá de presentar en esta primera entrega un trabajo en el que se explora, muy brevemente, y casi a nivel enumerativo, la cuestión de los mejores ajedrecistas que dominaron el panorama en cada tiempo.
Por supuesto que la trayectoria de los Campeones Mundiales es para todos relativamente obvia. Es por eso que aprovechamos para anticipar también algunas próximas entregas. Porque existe otra situación que suele ponerse en el tapete, no exenta de una alta dosis de subjetividad: la de los campeones mundiales sin corona, o “Reyes sin corona”, como más poéticamente se suele caracterizar.
Al respecto hay dos casos que en toda la literatura especializada se adscriben claramente a esta categoría: el del estonio Paul Keres y el del soviético-suizo Víktor Korchnói. Ambos, muy probablemente, no pudieron llegar a lo más alto ya que las circunstancias no les fueron propicias. Por lo que no pudieron acceder a la cumbre a la que muy probablemente merecieron ocupar.
¿Sobre qué bases se fundamentan estas incorporaciones y no otras? Podría caerse en un sinuoso terreno de la subjetividad. Por lo que, más allá de las opiniones, que pueden estar mejor o peor fundamentadas, resulta preciso al menos intentar objetivar la situación. Comencemos pues.
En primera medida, por un lado es posible determinar quiénes fueron los mejores jugadores en cada tiempo en la era previa a Wilhelm Steinitz (el primer campeón mundial de la historia). A esos jugadores se los podría sin más considerar “Campeones mundiales sin corona”.
En ese listín ingresará, por ejemplo, y con todas las luces, uno de los mayores genios de todos los tiempos: el norteamericano Paul Morphy. Sin dudas que habrá más. Ya hablaremos del asunto.
También puede agregarse a esa cohorte a quienes empataron el match por el título, por lo que podría hablarse aquí de “Co-Campeones mundiales”. Hay dos que cumplen con este requisito, el austríaco Carl Schlechter y el soviético David Bronstein.
Una tercera posibilidad corresponde a quienes fueron los mejores jugadores en cierto espacio de tiempo pese a lo cual, o nunca tuvieron la posibilidad de desafiar al campeón, tal es el caso del polaco Akiba Rubinstein, o de quien habiéndola tenido, fue a destiempo respecto del momento en que predominó en el concierto internacional, como sucedió con el alemán Siegbert Tarrasch (que podrá desafiar a Lasker, aunque tuvo el cénit de su carrera en tiempos en que el campeón era Steinitz). Esas dos situaciones se ubican en la era previa al reinado del soviético-francés Alexander Alekhine.
En el periodo post-Alekhine podría hablarse de un reinado sin corona del mencionado Korchnói, quien llegó a la cima del ránking en algún momento y que adicionalmente fue protagonista de dramáticos encuentros con el soviético Anatoli Kárpov por lo que quedó a las puertas de la gloria. Y también de la situación del danés Bent Larsen a quien se le confirió el Óscar al Ajedrez (premio otorgado por los periodistas especializados), siendo ambos los únicos en haberlo merecido sin arribar a la condición de campeón mundial.
Y a caballo de las eras pre y post Alekhine hubo un único caso destacado: el del también aludido Keres, que era el desafiante natural del campeón antes de desatarse la Segunda Guerra Mundial y a su vez el principal candidato a quedarse con el título cuando quedó vacante, por la muerte de aquél, al que no accedió en circunstancias controvertidas.
Al hacer esta recopilación de virtuosos del tablero surgió, casi naturalmente, otra categoría, a la que podríamos considerar un hallazgo, que es preciso compartir. Corresponde a la de los jugadores que se quedaron a las puertas de ser los mejores de su tiempo ya que fueron antecedidos por otro ajedrecista, y sólo por uno de ellos, quedando consiguientemente relegados a un segundo plano. A ellos podríamos denominar, siguiendo el correspondiente ordenamiento de linaje, como “Príncipes del ajedrez”.
En esta última nómina figurarán prestigiosas personalidades, como el ruso Mijaíl Chigorin en el siglo XIX y el checoslovaco-soviético Salomon (Salo) Flohr, ya en los comienzos del XX. Podría asegurarse que en esta misma categoría en tiempos contemporáneos se ubica el ítalo-norteamericano Fabiano Caruana.
Dentro de esos príncipes está, con derecho propio, y del todo relumbrantemente, un argentino, de origen polaco: Miguel Najdorf, quien fue número dos del mundo durante casi tres años (siguiendo las mediciones de Chessmetrics), en tiempos en que estaba definitivamente afincado en nuestro suelo, al que representaba y enaltecía.
Preveo que las opiniones vertidas en estos artículos habrán de despertar comentarios de los colegas, eventualmente la necesidad de precisiones y ajustes y, ¿por qué no?, tal vez la posibilidad de que exista alguna clase de polémica. Deseo fervientemente que ello ocurra.
Si así fuera, se concretaría un sueño: el de que, entre todos, al menos entre quienes se interesen en la temática, ayudemos a construir un edificio analítico común. En este caso, para objetivar la categoría de “Reyes sin corona” y, quizás, atrevernos a incorporar esta otra, que aquí se presenta: la de “Príncipes del ajedrez”.
¡Bienvenidos, pues, a esta aventura que se propone en este portal latinoamericano sobre ajedrez en lengua castellana en el que, al menos en lo que a mí respecta, habremos de compartir, y espero que ello sea a partir de un ida y vuelta, reflexiones sobre ajedrez, en su vinculación con la cultura y la historia!
Una recorrida sobre los campeones mundiales del ajedrez
Antes de ingresar en las más sinuosas categorías de “Reyes sin corona” y de “Príncipes del ajedrez”, comencemos por mencionar el caso de los campeones mundiales oficiales que ha dado el ajedrez a lo largo de su historia.
Aún en ausencia de entidad federativa mundial (es que la FIDE se fundó recién el 20 de julio de 1924), existieron tres campeones mundiales oficialmente reconocidos por la comunidad ajedrecística de todo el orbe.

El primero fue Wilhelm Steinitz (1836-1900), a quien se lo sindica como austríaco al haber nacido en Praga, ciudad que por entonces formaba parte del Imperio Austro-Húngaro. Tal vez sea más preciso decir que es checoslovaco ya que responde a esa nacionalidad por entonces dormida, debiéndose destacar que, siendo judío, nació en un gueto, donde viviría. Con el tiempo emigrará, primero a Inglaterra y, más tarde, a los EEUU, donde recibirá la ciudadanía americana.
Sin entrar en mayores detalles de su trayectoria, y circunscribiéndonos a lo realizado a nivel de campeonato mundial, hay que decir que obtiene ese título en 1886 en diversas ciudades norteamericanas, cuando se impone al polaco-inglés Johannes Zukertort (1842-1888) tras diez triunfos, cinco empates y cinco derrotas. Retiene el título en La Habana en 1889 ante Mijaíl Chigorin (1850-1908); ante el húngaro Isidor Gunsberg (1854-1930) en 1890/1 en Nueva York y nuevamente ante Chigorin en La Habana en 1892.

El segundo campeón mundial será el alemán Emanuel Lasker (1868-1941) quien derrota a Steinitz en 1894 en varias ciudades de los EEUU y Canadá, tras diez triunfos, cuatro empates y cinco caídas.
Lasker ocupará la máxima poltrona durante veintisiete años. Derrotará, sucesivamente, de nuevo a Steinitz en Moscú en 1896/7; al norteamericano Frank Marshall (1877-1944) en varias ciudades del país del desafiante en 1907; a su compatriota Siegbert Tarrasch (1862-1934) en ciudades alemanas en 1908; al polaco-francés David Janowsky (1868-1927) en París en 1909 y también en 1910, en otro encuentro disputado en Berlín. Previamente, en este mismo año, nuevamente en la ciudad alemana y en Viena, había retenido el título al igualar el match con el austriaco Carl Schlechter (1874-1918)».

El tercero en consagrarse como el mejor de todos será un ajedrecista latinoamericano, el genial cubano
José Raúl Capablanca (1888-1942) quien en 1921 en La Habana, luego de cuatro victorias, diez empates y terminar imbatido, arribará a la cumbre. Como la FIDE se crea en 1924, al año siguiente esa entidad reconoce formalmente a Capablanca como campeón mundial.
La ciudad de Buenos Aires, plaza emblemática para el ajedrez mundial, será sede del match por el campeonato mundial en 1927, el que es organizado por el Club Argentino de Ajedrez, en el que el soviético-francés Alexander Alekhine (Aliojin) (1892-1946) le arrebata la corona a Capablanca. Ese fue, por ende, el primer encuentro oficial que contó con los auspicios de la FIDE.
Alekhine no le dará nunca la revancha a Capablanca. En cambio, vencerá en dos ocasiones al ucranio-alemán Efim Bogoljubow (1889-1952) en 1929 y en 1934, en matches disputados en ciudades alemanas (y en el primer caso, también de los Países Bajos).

Y será justamente un representante de esta nación, Machgielis (Max) Euwe (1901-1981), quien logre momentáneamente desplazar a Alekhine, al derrotarlo en un match que en varias localidades de su país se hizo en 1935. Es notable que Euwe, con esa conquista, habrá de ser el único ajedrecista en ser campeón mundial absoluto y aficionado, título éste que había conseguido en La Haya en 1928. También será el único titular del orbe que habrá de alcanzar la Presidencia de la FIDE.

En 1937, muy rápidamente, Alekhine recuperará el título, siempre en Holanda. Y lo habrá de conservar hasta su muerte, ocurrida en 1946.
Ya instalados en la posguerra, y en circunstancias que son bien conocidas, predominará largamente la escuela soviética, con el ruso Mijaíl Botvínnik (1911-1995) a la cabeza, sumándose otros campeones de la URSS: el también ruso Vasili Smyslov (1921-2011); el letón Mijaíl Tal (Táls, 1936-1992); el armenio (nacido en rigor en Georgia) Tigrán Petrosián (1929-1984), y un tercer ruso, Boris Spassky (nacido en 1937).
Botvínnik se consagra en un pentagonal disputado en La Haya y en Moscú en 1948, reteniendo el título ante David Bronstein (1924-2006) y Smyslov en 1951 y 1954 respectivamenet, pierde el título con éste en 1957, lo recupera al año siguiente, lo vuelve a ceder, ahora ante Tal en 1960, vuelve a sus manos al derrotar al campeón en 1961, hasta que lo resigna definitivamente en 1963 ante Petrosián. Todos los encuentros se hicieron en Moscú. Siempre en la capital soviética, Petrosián lo mantiene ante Spassky en 1966, pero lo pierde ante el mismo rival en 1969.
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La supremacía soviética se derrumbará en 1972 en Reikiavic cuando Robert Bobby Fischer (1943-2008), con su esfuerzo individual, logrará la hazaña de desplazar a los exponentes de un coloso colectivo que parecía imbatible. La Guerra Fría, de la que de alguna manera ese encuentro fue un símbolo, comenzaba a inclinarse hacia uno de los lados.

Luego de la abdicación del norteamericano, quien renunció a dirimir supremacías en 1975 luego de que la FIDE le rechazara exigencias que se consideraron exageradas a la hora de ser desafiado, la controvertida situación derivó en que el título habrá de pasar a manos del por entonces joven Anatoli Kárpov (nacido en 1951), quien en definitiva recuperaría para la URSS, y más específicamente para Rusia, el orgullo de predominar en el campo individual de un ajedrez que era parte de la rivalidad entre las superpotencias dominantes en la época.
Más allá de esa batalla no realizada entre Fischer y Kárpov, y otras que sí sobrevendrán, entre Kárpov y Korchnói (en 1978 y 1981, que reavivaron cierto conflicto entre Occidente y Oriente tras la deserción de éste de la URSS), pronto aparecerá otra figura que confrontaría con el campeón y cambiaría el escenario: Garri Kaspárov, nacido en 1963 en Bakú (Azerbaiyán, aunque recientemente adoptó la nacionalidad croata). Kaspárov en 1985 logrará arrebatarle, tras diez años, y un match inconcluso que los había visto frente a frente poco antes, la corona que ostentaba su clásico archirrival.

Kaspárov, en durísimas porfías, mantendrá el título ante Kárpov en 1986, 1987 y 1990. Por la calidad de juego, y al lograr atravesar umbrales inusitados (reflejados en su irrefrenable ascenso en el ránking mundial), será conceptuado por diversos analistas como una figura única, condición que, a lo sumo en algunas perspectivas, también se le podrá asignar a Capablanca, Fischer y al decimonónico Morphy.
Sin embargo Kaspárov, demostrando que nadie termina por resultar imbatible, habrá de sucumbir ante su exalumno, el soviético y luego de la caída de la URSS ruso Vladimir Krámnik (nacido en 1975), que se dará el lujo de acceder a lo más alto en un match en el que el profesor no logrará vencer en ninguna partida. Pero ello ocurrirá en el año 2000, un tiempo en el que imperaba un cisma en el ajedrez.

Es que, en efecto, desde 1993 al 2006, habrá campeones simultáneos; unos provenientes de la FIDE, y otros de una organización que, siendo de efímera duración, resultó muy poderosa: la Asociación de Profesionales del Ajedrez (PCA, por su sigla en idioma inglés). Es a esta última a los que responden los títulos máximos que ostentarán Kaspárov y Krámnik en dicho periodo.
La organización oficial, por su parte, consagrará, por sucesivas instancias competitivas, primero a Kárpov, quien de este modo regresa por sus fueros, dándose de ese modo una extraordinaria circunstancia: durante el interregno que va de 1993 a 1999 tanto Kaspárov como Kárpov eran conjuntamente campeones mundiales.
En el marco de la PCA en 1993 Kaspárov derrota al inglés Nigel Short (nacido en 1965), a Anand en 1995, hasta la mencionada caída ante Krámnik.

En lo que respecta a la FIDE, también Kárpov en 1993 accede a lo máximo al batir al holandés Jan Timman (nacido en 1951) y luego al ruso-norteamericano Gata Kamsky (nacido en 1974) en 1996, y asimismo a Anand en 1998. Pero se sucederán luego competencias menos exigentes con campeones mundiales de la entidad oficial menos reconocidos, como son los casos del ruso Aleksandr Jálifman (nacido en 1966), quien lo obtiene en 1999; del ucraniano Ruslán Ponomariov (nacido en 1983), que lo recibe en el 2000/2001, y sobre todo del uzbeko Rustam Kasimdzhanov (nacido en 1992), quien es ungido como tal en el 2004.
Contrariamente, será del todo razonable el éxito, y por ende la condición de campeón mundial, que tendrá el indio Viswanathan Anand (nacido en 1969), quien se impone en el año 2000. El mismo concepto podría ser aplicado al caso del búlgaro Veselin Topalov (nacido en 1975), quien obtiene el campeonato mundial en el 2005 en la competencia realizada en Potrero de Los Funes, San Luis, Argentina.
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Cuando se produce en el 2006 el proceso de reunificación, será Krámnik el que primará por sobre Topalov, en ajustada y dramática definición, en la ciudad de Elistá.
Ese título pasará al año siguiente del ruso a las manos de Anand, quien vence en un torneo en la ciudad de México en el que quedará segundo Krámnik, ratificando su título anterior, aunque ahora se daba en condiciones indiscutidas. Lo que tendrá un alto valor simbólico: había un campeón mundial oriundo del lugar de donde provenía el ajedrez (al menos según la teoría predominante). De ese Oriente del que deriva el milenario y más influyente de los juegos. De ese Oriente que ahora tenía al mejor jugador del orbe.
Anand lo habrá de mantener en tres ocasiones más: en el 2008 derrota a Krámnik, ahora en un match; en el 2010 repite ante Topalov, y en el 2012 le gana al bielorruso- israelí Boris Gelfand (nacido en 1968). Con todo, lo habrá de perder en el 2013 con el genial jugador noruego Magnus Carlsen (nacido en 1990). La nueva estrella del firmamento ajedrecístico retendrá el cetro en el 2013 y 2014, siempre frente al incombustible Anand. Y ahora se apresta a reafirmar laureles ante el ruso Serguéi Kariakin (nacido en 1990). Pronto sabremos cómo sigue esta historia de campeones mundiales de ajedrez. Esa nómina que inició Steinitz y que hoy tiene a Carlsen en el centro de la escena.

En próximas entregas:
- “Reyes sin corona”
- “Príncipes del ajedrez”