El ajedrez en tiempos de guerra

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Najdorf (centro, a la izquierda) en la olimpíada de Buenos-Aires, 1939.

En estas fechas se está cumpliendo un nuevo aniversario del comienzo de la segunda guerra mundial: el primero de septiembre de 1939 las tropas alemanas invadieron Polonia dando comienzo a las hostilidades. En realidad el proceso que desembocó en la guerra llevaba tiempo desarrollándose.

Sin embargo en Argentina y en el mundo del ajedrez el proceso se vivió de una forma muy diferente: en esos días se estaban disputando las olimpíadas de ajedrez en Buenos Aires (en aquella época se llamaba “torneo de las naciones”). A la capital del país habían llegado los mejores ajedrecistas del mundo compartiendo el viaje en el buque “Piriápolis” que se había rentado a tal efecto. La FIDE, bajo el lema “gens una sumus” (somos una familia) trajo hasta estas remotas tierras a ajedrecistas de los países que se verían enfrentados en el viejo continente. Sus pasajeros bromeaban alegando que se encontraban dentro del arca de Noé del ajedrez.

El ajedrez argentino llevaba varios años de crecimiento. El país había recibido en 1910 la visita del campeón mundial vigente Emanuel Lasker y en 1911 la del joven cubano José Raúl Capablanca; el equipo argentino, capitaneado por Roberto Grau  llevaba varias olimpíadas con desempeños destacados. El país fue el único que logró reunir las condiciones para que se disputara en 1927 el memorable match por el campeonato mundial en el que Alekhine le arrebató el título que ostentaba desde 1921 a Capablanca.

La disputa del torneo tuvo una relevancia inusitada y fue el mayor torneo de ese tipo disputado hasta el momento. El gobierno argentino se había comprometido a apoyar económicamente a la organización pero poco antes del comienzo se negó a enviar los fondos prometidos. La Federación Argentina de Ajedrez se lanzó en una cruzada para reunir los fondos necesarios y seis mil clubes donde se jugaba el ajedrez en el país organizaron todo tipo de eventos para recaudar el dinero y así salvar el prestigio nacional. Muchas mesas y lujosos juegos fueron cedidos  por particulares que luego tendrían el honor de poseer los juegos con que jugaran las rutilantes estrellas mundiales.

A pesar de las dificultades la organización logró adaptar el teatro nivelando el suelo e instalando dentro del él una estación de radio y de telegrafía con la que los jugadores podían comunicarse con sus familias y los reporteros informar sobre el desarrollo del torneo.

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Teatro Politeama, 1939

La historia de estos juegos relatados en “Historia del Ajedrez Olímpico Argentino” de Sergio Negri y Enrique Arguiñariz muestra el interés que despertó en la población la disputa de estos juegos. La aglomeración de público en el teatro Politeama obligó a cortar el tránsito en Avenida Corrientes, que hacía poco tiempo había dejado de ser angosta.

El comienzo de la guerra sacudió a los jugadores y los juegos estuvieron a punto de suspenderse. Las gestiones de las autoridades lograron que continuaran aunque con múltiples inconvenientes. Los mensajes de guerra se contagiaron al espíritu de los juegos.

Finalmente el buque Piriápolis retornó a Europa con mucho espacio libre. Numerosos jugadores decidieron permanecer en el país para salvar sus vidas. Los años que siguieron encontraron a los torneos locales con un nivel de jugadores que era imposible reunir en otras partes. Entre ellos se destacaba Miguel Najdorf que finalmente adoptaría al país como su nueva patria.

La Novela “La Primera Vida de Miguel Najdorf” de reciente publicación relata la epopeya de este genial ajedrecista con la que intentó enfrentar mediante el ajedrez  a  la más demencial maquinaria asesina que el ser humano fue capaz de concebir.  Esta conmovedora historia, absolutamente verídica,  nos muestra el lado humano de este personaje genial y el terrible rostro de la historia de la humanidad.

Najdorf (1)Al finalizar el torneo el congreso de la FIDE decidió mudar su sede a Buenos Aires y nombrar presidente al argentino De Muro, pero posteriormente, y hasta hoy en día, esa decisión fue desconocida.

La historia de la guerra es por todos conocida. La barbarie arrasó con la mayor parte del mundo. Y el ajedrez no lo pudo enfrentar con sus simbolismos. El buque Piriápolis que había traído al país a personas de las más variadas nacionalidades alegando que “somos una familia” fue hundido por torpedos alemanes. La humanidad se encontró frente al peor capítulo de la historia del odio racial, cultural y xenófobo de su historia.

Compartimos dos capítulos de la novela “La primera vida de Miguel Najdorf”  donde se relatan los hechos acaecidos en esas fechas.  Aclaramos que a Najdorf se lo nombra como “Mikel” ya que su nombre cambió a “Miguel” al afincarse en el país.


LA PRIMERA VIDA DE MIGUEL NAJDORF

Capítulo 13

¡Era usted!

En la gran sala sonó por el parlante la voz de Miguel:

—Alfil seis rey. Jaque.

Eliskases se acercó al tablero y reprodujo el movimiento. Ninguna pieza blanca jaqueaba al rey negro.

—¡Esto no es jaque! —protestó Plinio Ciasca.

—¡No hay jaque! —indicó Eliskases por el micrófono. Un silencio absoluto inundó el salón.

—No es así —se escuchó por el parlante—. Indicaré las jugadas. Peón cuatro rey, peón cuatro rey. Peón cuatro alfil rey, caballo tres alfil dama… Peón por peón, enroque largo. Caballo cinco caballo rey. Caballo tres alfil dama por peón dama… Alfil a seis rey y es jaque.

—Disculpe —indicó sonrojado Plinio Ciasca—. Coloqué por error el rey en uno caballo en lugar de en uno alfil dama.

El silencio se convirtió instantáneamente en un estruendoso aplauso.

 

Debido a la gran cantidad de equipos participantes el torneo se había dividido en una fase con cuatro grupos de donde calificarían los cuatro mejores de cada grupo. En la segunda fase se enfrentarían los dieciséis mejores en el modo todos contra todos y los diez eliminados tendrían una ronda propia.

La primera ronda transcurría sin grandes sobresaltos. El equipo polaco tenía un gran desempeño y marchaba primero en su grupo junto con los checoslovacos que soportaban el infame nombre de Protectorado.

En el segundo grupo el equipo francés no tenía un gran desempeño pero alcanzaría la clasificación gracias al gran desempeño que llevaba Alekhine en el primer tablero.

Argentina encabezaba el tercer grupo. Su experimentado equipo despertaba grandes expectativas en los aficionados locales. El interés era tal que se agotaba la capacidad del teatro que era de mil trecientos espectadores. Los organizadores debieron colocar bancos para separar a los espectadores de las mesas y así evitar que distrajeran a los jugadores. Entre la muchedumbre se abrían paso jugadores, capitanes, árbitros, autoridades y periodistas luciendo distintivos de diferentes colores en las solapas.

En el cuarto grupo Cuba luchaba por clasificar. Capablanca tenía un desempeño aceptable, pero su jugador de reserva, Francisco Planas García, tenía una actuación descollante. En ese grupo participaba el equipo representativo de Palestina.

Esas primeras jornadas transcurrían entre esa supuesta tranquilidad, si eso puede decirse de la situación en que se desenvolvían los acontecimientos.

Como todos Mikel se sentía nervioso por la tensión en Europa.

Algunos opinaban que el pacto de no agresión calmaría la situación europea. Polonia se encontraba geográficamente en el medio de Alemania y Rusia. Hitler hacía tiempo que se había mostrado como el enemigo del comunismo. De desatarse un conflicto armado entre el Tercer Reich y la Unión Soviética, Polonia estaría en grave peligro.

Mikel no confiaba en esta supuesta paz. En el pasado los dos imperios habían ocupado el territorio polaco y ese afán imperialista no parecía haber menguado. A pesar de que en pocas semanas ya emprendería el viaje de regreso, a Mikel le causaba una incertidumbre insoportable el haber dejado a su mujer e hija en Europa. Escribió una carta para su mujer y otra para sus padres. Sabía que llegarían a Europa cuando él ya estuviera regresando pero sentía la necesidad de establecer algún tipo de contacto. Les relató algunas cuestiones de poca importancia de sus experiencias en Buenos Aires. No tenía sentido relatar el desempeño del equipo en el torneo. Sabía que las noticias se irradiaban a través del océano y se reproducían detalladamente en los periódicos al día siguiente.

Los miembros del equipo polaco eran muy requeridos por la prensa. Con cada jornada el interés iba en aumento a causa de su excelente desempeño.

Todos aguardaban a la segunda fase: Alekhine y Capablanca ocupaban el primer tablero en sus respectivos equipos. Los dos antiguos rivales debían verse las caras. Quizás eso tenía en mente el reportero cuando le preguntó a Tartakower:

—¿Quién es el mejor jugador de ajedrez del mundo?

—Capablanca es quien mejor juega. Pero es Najdorf quien más ama al ajedrez. El más genial de todos.

Mikel se enteró de esas declaraciones. A pesar de ya ser un jugador consagrado lo conmovieron las declaraciones de su maestro, a quien tanto apreciaba y admiraba.

—Cambiando de tema: ¿podría darnos su opinión sobre la situación internacional? —Continuaba el reportaje.

—Mis opiniones al respecto no tienen importancia, porque son opiniones exactas, precisas, lógicas y razonables. Pero hoy el mundo se encandila, aplaude y prefiere los disparates. Cuando regrese una época en que premie la cordura, voy a opinar sobre política.

—¿Podría decirnos que solución ve para esta situación?

—Cuando dos países quieren pelear, mejor que solucionen el diferendo con una partida de ajedrez en la que al que pierde se le corta la cabeza. Con eso habría una sola muerte en lugar de la de millones que puede haber en una guerra. Más bajo precio imposible. Pero mejor hablemos de ajedrez, que es lo único serio y respetable en la vida.

El 30 de agosto Mikel terminó su partida contra el paraguayo Espínola con una cómoda victoria. Al salir se encontró con Alekhine.

—Lo felicito por su desempeño —le dijo en ruso.

—Muchas gracias —contestó Mikel—. ¿Vino a ver cómo juegan sus próximos rivales?

Alekhine sonrió. Francia ya había clasificado la jornada anterior y en esa fecha les quedaba el día libre.

—Ya estábamos clasificados por los puntos acumulados, aunque en último lugar. No es para enorgullecerse. Venga conmigo al night club de enfrente. La va a pasar bien. Mañana no habrá actividad. Vamos a relajarnos un rato.

—Disculpe. Yo estoy corto de dinero. Le agradezco pero no puedo ir.

—Venga. Yo lo invito. Le va a gustar.

Alekhine había viajado con su mujer hacía más de un mes. Era evidente que ese tiempo le había bastado para conocer bien la noche de Buenos Aires.

El teatro Politeama se encontraba en la avenida Corrientes al mil cuatrocientos. En la vereda de enfrente y doblando la esquina había un famoso local llamado Chantecler donde tocaba la famosa orquesta de Juan D’Arienzo. A ese tipo de locales los porteños llamaban “cabaret”.

El Chantecler era el más importante de todos. En su sala tenía mesas, pista de baile, el bar con su correspondiente barra y el escenario. Todo el salón estaba rodeado por palcos tan amplios que se podía comer y bailar en ellos. Si se deseaba hacerlo en privacidad se podían correr cortinas de pana rojas, las comidas y bebidas se solicitaban por teléfono. En su escenario se ofrecía todo tipo de espectáculo de varieté. Contaba con una pileta de natación climatizada donde jóvenes bañistas realizaban juegos acuáticos.

Ingresaron al lujoso local de tenue iluminación mientras una orquesta típica ejecutaba un tango. Mikel siguió a Alekhine hasta una mesa. Al poco de ocuparla se presentó un mozo.

—Buenas Noches. ¿Qué se van a servir? —Preguntó en español.

—Traiga una botella de whisky importado —contestó Alekhine en el mismo idioma.

Mikel no dominaba el español pero identificó la palabra inglesa “whisky”. Se sorprendió cuando vio que el mozo les dejaba la botella en la mesa.

—Mire que con un vasito para mí es suficiente —dijo Mikel en ruso.

—No importa. Si usted no quiere la terminaré yo. ¿Le gusta Buenos Aires?

—Sí. Es una ciudad muy impactante.

—Yo la conozco bien…

—Lo sé. Por todos lados ya me han hablado de cuando ganó el campeonato. Están esperando que se vuelva a enfrentar con Capablanca.

—Va a ser un encuentro interesante —dijo con una sonrisa—. El talento de Capablanca es inigualable.

Sabía que ambos tenían una pésima relación. Sin embargo, en privado y liberado de las inhibiciones gracias al whisky, Alekhine se animaba a hablarle bien del cubano.

—Me hubiera gustado jugar contra ambos, pero le cedí el primer tablero a Tartakower. Con Capablanca hicimos tablas la única vez que jugamos. Con usted tengo un marcador favorable de dos a uno.

—¡Usted miente! Jugamos solo dos veces y fueron tablas. La última se salvó por poco.

—No es así. En 1928 usted ofreció en Varsovia una exhibición de veinte partidas simultáneas más dos a ciegas. En una de esas estaba yo. Y lo vencí.

Alekhine se quedó pensando unos segundos.

—¿Usted sacrificó una torre en siete torre? ¡Era usted! ¡Tiene razón!

Mikel se sorprendió por la notable memoria del campeón. Once años después recordaba una partida sin importancia que había jugado en una exhibición, y bajo los efectos del alcohol. No por nada había ostentado el récord mundial de simultáneas a ciegas.

—Debo confesarle algo. Cuando usted me preguntó durante su partido contra Book qué me parecía la jugada que había hecho al sacrificar la torre yo le respondí que me parecía maravillosa. Mentí. Debo decirle que admiro su talento. Usted hizo todas esas jugadas maravillosas luego del sacrificio… yo no había visto nada.

—Yo tampoco —respondió Alekhine.

—Entonces… ¿Por qué lo hizo?

—¡Es que tengo una nariz! —dijo Alekhine y rió a carcajadas.

Hablaban distendidamente y Mikel entró en confianza con el gran campeón. Estuvo a punto de preguntarle si eran ciertos los rumores de que se presentaba a jugar contra Euwe en su enfrentamiento por el campeonato mundial con su gata porque sabía que el holandés era alérgico a los gatos, pero no se animó.

Bien entrada la noche Alekhine y Mikel salieron a la calle del Chantecler. Mikel había bebido algo más de un vasito. El ruso dos botellas.

El jueves 31 había un receso en el torneo. Ese día se armaría el cuadro final de los clasificados. Mikel se levantaría tarde y aprovecharía para descansar.

Mientras dormía en su cama del hotel, en Europa se desencadenaba el apocalipsis.

 

Capítulo 14

Apocalipsis

Las horas se sucedían sin que Miguel ingiriera ningún alimento sólido. Solo bebía jugo de naranja y agua mineral, que se enfriaban en una heladera cedida por uno de los auspiciantes.

Miguel se mantenía casi inmóvil en su sillón. Solo una vez se levantó por breves minutos.

 

El 31 de agosto una unidad de cincuenta soldados polacos atacó en la ciudad fronteriza de Hochlinden a las fuerzas alemanas. A las ocho de la tarde la emisora de radio de Gleiwitz fue tomada por un grupo de soldados polacos y dirigieron en lenguaje polaco un mensaje hacia la población de Silesia de origen polaco instándolos a rebelarse contra el dominio alemán. Aseguraban que el ataque de Polonia a Alemania era inminente. La transmisión concluyó con el sonido de los disparos con que las tropas alemanas reconquistaron la estación. Otros tantos incidentes se produjeron en diferentes puntos de la frontera.

Periodistas extranjeros y civiles alemanes fueron llevados a ver los resultados del enfrentamiento en la estación de radio. Pudieron ver los cadáveres de los soldados polacos que habían caído resistiendo la recuperación de la estación de radio. Las noticias se propagaron por el mundo. Nadie las creyó.

En realidad se trataba de la llamada “operación Himmler” que estaba preparada desde junio.

Hitler estaba indignado por el corredor polaco hacia el Mar Báltico. Había encargado a sus oficiales que buscaran una excusa que sirviera de propaganda para iniciar la guerra. La operación no debía ser perfecta porque consideraba que una vez iniciada la guerra la verdad ya no importaría. Solo importaría la victoria. Solo intentaba demorar la reacción de Francia y Gran Bretaña.

En Hochlinden un grupo de las SS se había disfrazado con uniformes del ejército polaco y simuló atacar una guarnición propia. Los soldados polacos observaban atónitos. La “operación konserve” (conservas enlatadas) se refería a la simulación de la toma de la estación de radio. Se había ejecutado con inyecciones letales a una docena de delincuentes comunes prisioneros en Dachau. Sus cuerpos fueron guardados en cámaras frigoríficas luego de vestirlos con uniformes polacos. El oficial a cargo, Alfred Naujocks, que había sido seleccionado por saber hablar en polaco esperó en Gleiwitz catorce días. El 31 de agosto recibió la contraseña para iniciar la operación. Se dirigió hasta la estación junto con doce oficiales alemanes vestidos como soldados polacos y la tomaron, llevando con ellos los cadáveres con los uniformes, las “konserve”. Dio su falso mensaje de arenga en polaco y cuando estaba terminando los soldados abrieron fuego contra los cadáveres. También ejecutaron a un activista polaco que había sido capturado el día anterior.

Al mismo tiempo medio millón de soldados alemanes estaban siendo transportados con el mayor sigilo posible hacia la frontera polaca. Al día siguiente un buque alemán abrió fuego contra el fuerte polaco en el puerto de Gdansk. El mundo cayó en la cuenta de que una nueva gran guerra había comenzado.

En Buenos Aires el fervor por las olimpíadas de ajedrez no cesaba. Los organizadores habían aprovechado la oportunidad para aumentar el precio de las entradas y de ese modo mitigar las graves dificultades económicas ocasionadas por la falta del apoyo financiero oficial. De todos modos el salón de competencias se colmaba de espectadores.

La segunda fase se inició el primero de septiembre. Polonia enfrentaría a Cuba, Francia a Suecia, Alemania a Estonia.

Ese día Mikel respiró algo extraño en el fresco aire de la mañana. La gente se movía alborotada e intercambiaba comentarios de forma escandalizada. Habían llegado a Buenos Aires las noticias de la invasión. Los periódicos mostraban con titulares catástrofe noticias que ilustraban con mapas de Polonia. Los periódicos se agotaban y se imprimían varias ediciones con información actualizada. Mikel se sintió perplejo. Las piernas se le aflojaban. Le faltaba el aire. Solo podía pensar en su familia en Varsovia.

La confusión reinaba entre los jugadores. En el Politeama los delegados de varios países pedían cancelar los juegos. Los anfitriones instaron por seguir adelante y finalmente lograron convencer a los europeos para continuar. Los jefes de cada equipo recibieron la orden de sus representantes diplomáticos de permanecer en el país. Solo el equipo inglés se retiró; tres de sus integrantes compraron pasajes para el primer viaje disponible a su país. Muchos de los jugadores europeos eran pasibles de ser llamados a sus ejércitos. Muchos otros estaban ansiosos por volver a atender sus asuntos. El barco Piriápolis aguardaría en Buenos Aires hasta que finalizaran las competencias.

Entre muchos jugadores de distintos países apareció repentinamente una enemistad. Antiguos amigos y conocidos dejaron de saludarse.

—Estamos en guerra —bastó como explicación a quienes observaban perplejos.

Debido al retiro de los ingleses la cantidad de equipos que participarían en la final quedó impar. Cada equipo tendría una fecha libre a su turno.

Los enfrentamientos de Alemania contra Polonia y Francia se cancelaron y se acordó que se puntuarían como empate dos a dos. Los representantes de Palestina se negaban a jugar contra Alemania en señal de repudio. Los alemanes exigían que se los puntuase con una victoria cuatro a cero. Finalmente aceptaron la puntuación de empate en dos gracias a que el equipo argentino, que era un firme candidato, aceptara también cancelar su encuentro con la misma puntuación. Los representantes checoslovacos fueron obligados por las autoridades alemanas a cancelar también sus enfrentamientos contra Francia y Polonia.

Pese al acuerdo, el nerviosismo de los jugadores afectó la calidad de varias partidas. El 2 de septiembre, mientras se enfrentaban los equipos de Polonia y Brasil, las fuerzas del Tercer Reich bombardeaban la ciudad de Lodz. Teodor Regedzinski enfrentaba a Cruz Filho en una de las partidas más fáciles del torneo. Simultáneamente la aviación Alemana arrasaba a su ciudad natal, donde se encontraban su mujer e hijos. El gran jugador polaco cayó en forma inexplicable, desde el punto de vista ajedrecístico.

Los jugadores intentaban comunicarse con sus familiares. Las cartas enviadas tomarían mucho tiempo en llegar a destino en condiciones normales. Bajo las circunstancias de guerra no había ninguna certeza de que siquiera llegasen. Las oficinas de correos estaban colmadas de gente que intentaban enviar telegramas. La capacidad del sistema telegráfico estaba saturada y se anunciaba que las demoras serían muy significativas, aunque no se podía especificar cuánto.

Los jugadores del equipo polaco hicieron un gran esfuerzo por continuar la competencia. Las noticias de la guerra eran cada vez más alarmantes. Los ejércitos alemanes avanzaban sobre Polonia.

Luego de la segunda ronda, el domingo 3 de septiembre, habría un receso en el torneo. Ese día los gobiernos de Francia y Gran Bretaña hicieron una declaración de guerra a Alemania. La reacción sorprendió a Hitler. Las maniobras para simular un ataque polaco a Alemania habían sido estériles.

De Polonia llegaron horribles noticias. Los ejércitos alemanes avanzaban hacia Gdansk arrasando el corredor polaco. El ejército polaco en retirada atravesó la ciudad de Bydgoszcz, Bromberg para los alemanes. En esa ciudad vivía una importante minoría de polacos de origen germano. El nacionalismo en ellos había crecido durante la acción propagandística nazi. Fuerzas irregulares pertenecientes a ellos dispararon contra los polacos en retirada. Se produjo un enfrentamiento que culminó con una gran cantidad de bajas en ambos bandos. Especialmente entre los combatientes irregulares alemanes. Cuando las fuerzas alemanas tomaron el control encontraron los resultados de la matanza. Reaccionaron escandalizados y acusaron a Polonia de realizar una limpieza étnica.

El ministerio de propaganda emitió un comunicado diciendo: “deben mostrar las noticias del barbarismo de los polacos en Bromberg. La expresión ‘domingo sangriento’ debe volverse una entrada permanente en el diccionario y darle la vuelta al mundo. Por esta razón, este término debe ser subrayado en forma continua”. Hitler ya tenía su excusa para no detenerse en Gdansk.

En Buenos Aires el torneo continuaba. El equipo alemán pronto tomó el liderazgo del torneo. Argentina también tenía un gran desempeño y el público asistía multitudinariamente al teatro Politeama para seguir las partidas de cerca.

Luego del buen comienzo el equipo polaco mermó su desempeño y cayó varios puestos en la puntuación general. Mikel estaba logrando el mejor puntaje de su equipo. Para la séptima fecha, el 8 de septiembre, el equipo polaco mejoró notablemente obteniendo puntuaciones descollantes. Ese día comenzó el asedio del ejército alemán sobre Varsovia.

Los encuentros del torneo se sucedían con grandes actuaciones de los equipos polaco y alemán, que se disputaban el torneo junto con los argentinos y suecos.

Entre los jugadores de los equipos europeos, especialmente los polacos, se comenzó a hablar de la posibilidad de no regresar a Europa y de hacer traer a sus familias hacia Argentina. A pesar de la falta de apoyo económico el gobierno argentino había dado una enorme importancia al torneo. Destacaba la buena voluntad de los jugadores de seguir adelante a pesar de la situación. En los periódicos se exhibía al torneo como ejemplo para la humanidad. La cercanía con representantes gubernamentales dio la oportunidad a los jugadores de iniciar gestiones para que el gobierno intercediera para rescatar a las familias. El requerimiento fue bien recibido y las gestiones se iniciaron. Sin embargo la confusión reinante dificultaba cualquier acción en la zona de guerra. Pronto advirtieron que el rescate se demoraría.

El 14 de septiembre los aficionados al ajedrez se dirigieron al teatro Politeama con enorme entusiasmo. La sociedad argentina parecía ignorar la guerra en la lejana Europa. El equipo argentino disputaba el primer puesto con Alemania y despertaba muchas expectativas, pero ese día Argentina tenía la fecha libre ya que había acordado cancelar su enfrentamiento con Palestina empatando en dos. El atractivo era otro. La atención estaba puesta en el enfrentamiento entre los representantes franceses y cubanos. En los respectivos primeros tableros debían enfrentarse Alekhine y Capablanca. Se reviviría la famosa disputa por el título mundial. Sin embargo, para decepción del público, Capablanca no se presentó y fue reemplazado. Alekhine se impuso sin dificultades. Los equipos de Polonia y Alemania obtuvieron sendos empates y la situación en la clasificación general no cambió.

En Polonia la situación era desesperante. El ejército ofrecía toda la resistencia posible pero el poderío del ejército alemán lo superaba ampliamente. Hitler había dotado a su ejército de armamento moderno y utilizaba tácticas novedosas. La blitzkrieg, guerra relámpago, se basaba especialmente en la gran movilidad de sus unidades blindadas y en el gran poderío aéreo. Muchas de esas tácticas habían sido ensayadas con la participación de las tropas alemanas e italianas en la Guerra Civil Española apoyando al general Franco.

Polonia tenía la esperanza de que Inglaterra y Francia acudieran en su ayuda esgrimiendo el pacto de defensa mutua pero ninguna de las dos potencias tomaba acciones armadas a pesar de la declaración de guerra.

Las tres últimas fechas también fueron decepcionantes para los aficionados locales. El equipo argentino tuvo actuaciones pobres y cayó en el tanteador. Polonia y Alemania se disputarían el primer lugar.

El 17 de septiembre al equipo polaco le correspondía la fecha libre. Mientras descansaban llegaban desde Europa las noticias sobre un cambio abrupto en la guerra: la Unión Soviética había invadido a Polonia desde el este. Ahora los ejércitos polacos debían defenderse en dos frentes. Stalin argumentó que la invasión se producía para proteger a los ciudadanos de origen ucraniano y bielorruso del riesgo alemán porque la administración polaca ya no podía garantizar su seguridad. Este argumento había sido acordado entre diplomáticos alemanes y soviéticos una semana antes.

El 18 de septiembre concluyó el torneo. Polonia tuvo una gran actuación pero finalmente el equipo alemán lo superó por medio punto. Se discutía si la situación de suspensiones había favorecido a uno u otro equipo o si la actuación de los jugadores checos contra los alemanes era objetable debido a la presión que sobre ellos ejercían las autoridades nazis. Mikel había tenido un gran desempeño y logró la medalla de oro en el segundo tablero junto con Heinz Foerder de Palestina. Su partida de la tercera ronda contra el chileno Rodrigo Flores Álvarez fue de las más interesantes del torneo. Su análisis por parte de Alekhine con términos elogiosos hacia el vigoroso estilo de Mikel fue publicado por los periódicos. En el primer tablero el primer puesto fue de Capablanca y el segundo de Alekhine. Argentina ocupó el quinto puesto.

Al cierre del certamen comenzó el congreso de la Federación Internacional de Ajedrez. Entre los delegados de muchos países, especialmente los americanos, se fue gestando un consenso con respecto a la necesidad de reemplazar al holandés Alexander Rueb, que ejercía la presidencia desde la fundación de la FIDE en 1924. El cónsul de Perú en Buenos Aires había sido designado delegado de la Federación Peruana y utilizó sus dotes diplomáticas para lograr dicho consenso.

En la quinta sesión del congreso tomó la palabra el delegado paraguayo y alegó:

—En virtud del estado de guerra existente en Europa, la imposibilidad de prever la duración del mismo y, teniendo en cuenta que la sede de la FIDE se halla actualmente en Holanda, foco del conflicto europeo, propongo el traslado de la sede de la sede de la FIDE a Buenos Aires y nombrar al presidente de la Federación Argentina, el señor Augusto de Muro hasta la realización del próximo congreso.

—¡Esto está fuera de regla! —protestó enérgicamente Rueb—. ¡Mi mandato está vigente por dos años más!

—Es cierto que su mandato está aún vigente, pero en la letra y el espíritu de los estatutos de la FIDE la autoridad máxima de la FIDE es de la Asamblea —indicó el delegado peruano—. Lo que la asamblea decida será válido. Propongo que se vote la propuesta del delegado de Paraguay.

—¡No voy a avalar esta votación! —espetó Rueb poniéndose en pie, tras lo cual se retiró airadamente del salón.

La votación se llevó adelante y la propuesta fue aprobada por unanimidad. De Muro fue nombrado presidente ejecutivo y a Alexander Rueb lo declararon presidente honorífico.

Al asumir el cargo, De Muro pronunció:

—Ojalá vosotros, los de países cercanos a la gran hoguera, pronto podáis beneficiaros de la bendición de la paz. Llevaréis en vuestra alma el recuerdo de la placidez de los pueblos de América, que siempre creyeron en las leyes que reafirman la fraternidad humana. Y si en la esfera pequeña, pero siempre útil, de cada uno pudieseis decir que es preferible la paz porque embellece la vida y la justifica, estaremos doblemente satisfechos de haberos acogido con tanto entusiasmo, porque entonces, al margen de las actividades ajedrecísticas, se habrá formado una conciencia que deseamos exista en todo el mundo.

En el puerto de Buenos Aires el barco Piriápolis se alistaba para su regreso.


 

El ajedrez en tiempos de guerra