Compartimos, en su homenaje, una nota que repasa sus vínculos con el ajedrez, juego que el escritor llevó a la práctica en su juventud y que lo llevó incluso a integrar la federación de ese país.
Se trata de un breve adelanto de una investigación del historiador Sergio Negri, de próxima publicación, en la que se mencionan, entre otros aspectos, el origen de Filosofía del ajedrez – obra publicada después de la muerte del autor, en base a manuscritos que se salvaron de la destrucción, en parte gracias a la ayuda de Borges – y la labor de Sebastián Morgado, quien a traves de libros y ponencias, ha analizado la relación de la obra de Martínez Estrada en el ajedrez y la influencia del juego en sus trabajos de tono más general.
Por Sergio Negri*
*Breve adelanto de una investigación de futura publicación.
“El escritor Ezequiel Martínez Estrada, nacido en San José de la Esquina, provincia de Santa Fe, el 14 de septiembre de 1895, fue uno de los principales pensadores de la Argentina del siglo XX. Murió en Bahía Blanca el 4 de noviembre de 1964.
Además de su importante obra poética, y de algunos libros de cuentos, es recordado por sus ensayos, siendo dos de ellos particularmente influyentes para el pensamiento nacional: Radiografía de la Pampa y La cabeza de Goliat.
Por el primero de ellos habrá de recibir, por segunda vez, en 1937, el Premio Nacional de Literatura. El anterior lo había obtenido cuatro años atrás por el conjunto de su obra en poesía.
El ajedrez será uno de sus principales objetos de atención. Es más, lo practicó a nivel de clubes, en su juventud. Y llegó a ser dirigente del Círculo de Ajedrez (en el que militaron Grau, Palau, Reca y muchas de las figuras del ajedrez argentino de la primera mitad del siglo pasado) y de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), en la que revistó como vocal.
En la entidad federativa tuvo como responsabilidad la biblioteca. Con lo que, no si añoranza, podría en ese hecho comprobarse varias cosas: que la FADA tenía una biblioteca (y por ende una sede en la que se podían consultar los volúmenes); que los libros importaban; que uno de los máximos pensadores locales podía interesarse en el ajedrez.
En el diario La Nación publicó a lo largo del tiempo varios artículos sobre el ajedrez. Algunos de ellos conformaban un manuscrito de un libro que nunca fue publicado en vida de su autor. El que fue salvado de la hoguera por el mismísimo Jorge Luis Borges quien evitó las consecuencias de un acto piromaníaco de su autor.
Bajo el título de Filosofía del Ajedrez, muchos años después de su fallecimiento, y tras un trabajo de recopilación extraordinario desarrollado por la investigadora Teresa Alfieri, la Biblioteca Nacional de la Argentina lo publicó, en el marco de la colección Los Raros.
Esa obra, de imprescindible consulta, constituye uno de los pocos aportes que existen en la bibliografía mundial en aras de construir una visión filosófica propia para el más atrayente y milenario de los juegos.
También en España, por un trabajo de Christian Ferrer y Flavia Costa, se publicará (antes incluso que Filosofía del Ajedrez) el libro Lírica social amarga en el que se recoge el contenido de parte de la inédita obra en vida de Martínez Estrada.
El investigador argentino Juan Sebastián Morgado, por su parte, le ha dedicado varios libros, y algunas ponencias, al escritor santafesino, en los que pone el acento de la relación de su obra con el ajedrez y de la influencia del juego en sus trabajos de tono más general.
Martínez Estrada, durante el transcurso de su existencia, además de incluir al ajedrez en algunos de sus poemas, concibió un preciso y precioso relato del clima ajedrecístico imperante cuando el Torneo de las Naciones disputado en 1939 en Buenos Aires.
Allí, asimismo, se trazan las respectivas semblanzas de las principales figuras del ajedrez de entonces en un hecho de por sí notable: por su repercusión, por su factura, por formar parte del retrato más genérico de la ciudad de Buenos Aires. Es que ese relato está incluido en la mencionada La cabeza de Goliat, trabajo notable y de gran repercusión que apareció a la consideración pública en 1940.
Está claro que Martínez Estrada no sólo consideró que con el ajedrez se podía construir una filosofía sino que, también, creía que ese juego constituía una actividad prototípica dentro del pujante clima cultural de la ciudad de Buenos Aires.
Urbe en la que vivió, urbe a la que describió como pocos, urbe en la que mucho reflexionó sobre la génesis y el destino de su país y, muy especialmente, sobre su amado ajedrez”.