Reyes sin corona: la era Pre-Steinitz

El investigador argentino Sergio Ernesto Negri presenta su columna para Ajedrez12.com, un espacio dedicado a los mejores exponentes de la historia mundial del juego-ciencia. En esta segunda entrega, aborda a los Reyes sin Corona, en el período Pre-Steinitz, es decir, hasta que se conoció al primer campeón mundial oficial de la historia. Es que los campeones mundiales de ajedrez, a quienes ya nos hemos referido, por derecho propio pueden ser considerados, sin más, como los mejores de una época, coincidente con el ciclo en el que efectivamente reinaron. Con todo se ha planteado legítimamente, en forma adicional, la posibilidad de que existieran otros jugadores que, sin llegar al título, pudieran ser considerados los mejores de su tiempo: ellos son los considerados reyes sin corona. Periódicamente iremos publicando el material, enriqueciendo de esta manera nuestro portal de ajedrez latinoamericano, con información de calidad, bajo nuestro lema predilecto: “en Ajedrez12.com juegan todos y ganan”.

Desde ya que, al enumerarse los ajedrecistas que merecerían ser incorporados en esa egregia nómina, se puede caer inevitablemente en subjetividades. Así ha sido siempre.  En parte, por el inevitable peso de las percepciones humanas, tan falibles ellas.

Sin embargo es posible y, más aún, consideramos necesario, tratar de objetivar esta cuestión. De ahora en más, a lo largo de este trabajo, procuraremos hacerlo, cuando ello sea factible, aportando algún herramental analítico que creemos puede ser de utilidad.

Comencemos por lo pronto a referirnos a lo sucedido en tiempos previos a los de la aparición de Steinitz, el primer campeón mundial reconocido, en la segunda mitad del siglo XIX. Que lo será sin embargo únicamente por reconocimiento de la comunidad internacional, aunque aún no todavía por organización alguna. Es que la entidad federativa ecuménica, la FIDE, recién habrá de ser fundada en 1924.

Desde luego que, en esos tiempos prehistóricos, en cada caso hubo jugadores que podían, por algún que otro criterio, que no quedará exento de ser discutido o discernido, ser reputados los mejores de cada época. A falta de cetro asignable, a los aludidos ajedrecistas se los podría admitir en una lista de posibles reyes sin corona.

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Imagen de un jugador musulmán practicando el juego de shatranj (antecedente directo del ajedrez)

Podríamos remontarnos a la era del shatranj, en el mundo musulmán, en plena Edad Media. En ese tiempo y en ese espacio se clasificaba a los cultores de ese juego en diversas categorías. Dentro de la superior, se distinguía a los mejores valores de cada momento, quienes eran ungidos como asistentes de los sultanes pasando a formar parte de las respectivas cortes.

Es el caso de, entre otros, y a partir del siglo X, de Al-Ádlí ar-Rúmí o Al-Adli (800-870); Abu Bakr Muhammad ibn Yahy al-Suli, o simplemente Al-Suli (880-946); Abū Bakr Muhammad ibn Zakariyyā al-Rāzī,  o Al-Razi (865-925), y Abul Faraj ibn al-Muzaffar ibn Sa’id al-Lajlaj, o Al-Lajlaj (900-970).

El propio califa Abû Ahmad al-Muqtafî bi-llah, o Al-Muktafi (878-908), llegó a ser considerado como uno de los principales baluartes del shatranj de su generación.

A todos ellos se los podría incluir en una primera nómina de reyes sin corona. Salvo a Al-Muktafi quien sí poseía corona: una que no provenía justamente por sus dotes en el juego.

Una vez que esta actividad se instaló en Europa, ya bajo el nombre de ajedrez, y en el marco de un proceso de progresiva adaptación, por lo pronto con la incorporación de la figura de la reina (en lugar del antiguo visir) y con su movimiento ampliado (lo propio en el caso del alfil), podría considerarse como el primer rey sin corona surgido de este continente al italiano Giovanni Leonardo di Bona o da Cutril (1542-1597).

De hecho Il Puttino, como se le conocía, venció en el primer torneo internacional disputado en Madrid en 1575, en la corte del rey Felipe II, adelantándose a la figura local, Ruy López de Segura (1540-1580).

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Imagen que reproduce una situación en la corte del Rey Felipe II de España en la que aparecen Ruy López y da Cutri en el marco del torneo internacional de ajedrez disputado en Madrid, 1575. De izquierda a derecha: sentado jugando, Ruy López, Duque Lorena y Fr. D. Chávez, Leonardo Da Cutri parado haciendo un gesto. Cristobal Moura esta parado al lado de un sentado Felipe II. Con los perros están Is. Clara Eugenia y una doncella. En la mesa de atrás, observan la Duquesa Lerma, Anna de Austria, dos mayordomos y Juan de Austria.

Al mismísimo Ruy López se lo suele sindicar como el mejor de su tiempo ya que, antes de esa prueba, en los años 1560 y 1573, en el marco de estadías que tuvo previamente en Italia, había vencido a los valores locales, entre ellos al propio da Cutri.

En su casa natal obra una placa en la que se lo tilda de “primer campeón del mundo de ajedrez de 1575”, lo que es algo inexacto ya que, en ese preciso año, había sido desplazado del primer lugar en el torneo internacional mencionado. Pero bien podría merecer ser adscripto a esa condición, oficiosa desde luego, por lo hecho con anterioridad.

Además de ellos dos, en tiempos sucesivos habrán de destacarse los también italianos Paolo Boi (1528-1598), il Siracusano, del cual se trazó la leyenda de que llegó a vencer al mismísimo diablo; Alessandro Salvio (1570-1640), quien por sus dotes fue contratado por varios nobles y el propio papa; Gioachino Greco (1600-1634), il Calabrese, a quien el máximo exponente de la escuela soviética, Mijaíl Botvínnik, sindica como el primer ajedrecista profesional (ya que vivió de los ingresos que le deparó el juego);   Giambattista Lolli (1698-1769), a quien también se lo reconoce como un buen teórico; tal vez Ercole del Río (1718-1802) y, con mayor propiedad, Domenico Ponziani (1719-1796), otro buen teórico, que inventó la palabra “fianchetto”; el escocés Alexander Cunningham (1655-1730), además de ajedrecista notable jurista;  y el francés François Antoine de Legall de Kermeur (1702–1792), también conocido como Kermur Sire de Légal, quien brilló en el Café de la Régence de París, antes de la aparición de Philidor, de quien fue su mentor.

Por lo pronto, y siempre asumiendo como propias consideraciones devenidas de cada época por las que se resaltaban sus correspondientes trayectorias, en todos ellos tenemos indudables aspirantes a ser incluidos en la nómina de reyes sin corona, en el contexto de la Edad Moderna.

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Gioachino Greco

Con la Revolución Francesa, y de cara al inicio de la Edad Contemporánea, aparece François-André Danican (1726-1795), el renombrado Philidor, extraordinario ajedrecista francés (y también notable músico) a quien se le debe la codificación del juego, a partir de su magna obra: L’analyse du jeu des Échecs.

Adicionalmente, y más específicamente en el andarivel de lo que aquí estamos planteando, se lo sabe amplio dominador del panorama competitivo en su tiempo, incluso dándole ventaja de material al inicio de las partidas a muchos de sus rivales, a los que les ganó en todas las circunstancias posibles. También fue un pionero en dar simultáneas y en jugar bajo la modalidad de “a ciegas”, siempre con notorio éxito.

Un punto alto de su historial deportivo se dio cuando, en un match ante el sirio Philipp Stamma (1795-1755), realizado en París en 1746, lo venció contundentemente, por 8,5 a 1,5.

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Imagen del libro L’analyse du jeu des Échecs y de su autor, Philidor

Philidor fue, sin dudas, el rey sin corona por antonomasia del siglo XVIII. El primero de los tiempos contemporáneos. Y, muy probablemente, uno de los mejores ajedrecistas de siempre. Al menos por el diferencial de nivel que evidenció respecto de todos sus coetáneos.

Iniciado el siglo XIX se considera que, las figuras principales, fueron aquellas que predominaron en forma sucesiva en el ámbito del parisino Café de la Régence, el emblemático ámbito europeo del ajedrez de ese tiempo. Aunque, para ser justos, en otras ciudades europeas se jugaba muy bien al principal de los pasatiempos, siempre en renombrados cafés locales (como en Londres, Viena, Budapest y San Petersburgo).

Por lo pronto, en el local de París, además del  italiano Verdoni (del que no se tienen demasiadas referencias, sólo se sabe que habría fallecido en 1804), los que dominaron claramente el panorama fueron los franceses Alexandre-Louis-Honoré-Lebreton Deschapelles o Deschapelles (1780-1847) y Louis-Charles Mahé de La Bourdonnais o La Bourdonnais (1795-1840).

Como novedad se va introduciendo la modalidad de matches que, de algún modo, son anticipatorios de futuros encuentros en los que se habrá de dilucidar supremacías. El primero se dará en 1824, cuando triunfó La Bourdonnais sobre Deschapelles. Y luego cuando, en Inglaterra, el propio La Bourdonnais vence en 1834 al local Alexander MacDonnell (1798-1835), tras  ochenta y ocho extenuantes partidas (se ha especulado que, producto del cansancio, el irlandés fallecería poco después).

Otro jugador galo, que podría ser reconocido como rey sin corona, es Pierre-Charles Fournier de Saint-Amant, o directamente Sain Amant (1800-1872) quien, sin ser ajedrecísticamente tan fuerte como La Bourdonnais, toma su posta y, a su vez, le gana en 1843 en Londres un encuentro a la máxima figura local, Howard Staunton (1810-1874).

Cuando se verifica la revancha, ahora en París, sobre el fin de ese mismo año, será ahora el inglés el claro vencedor, por lo que habría que decir que la corona deberá  atravesar el canal de la Mancha en busca de la debida testa en la cual colocarse.

En ese lugar se contaba con otro gran jugador, el escocés John Cochrane (1798-1878) quien, empero, quedó siempre relegado por Staunton.

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Torneo de Londres, 1851

Un momento clave a la hora de medir fuerzas ajedrecísticas se da en 1851, de nuevo en Londres, al disputarse el primer torneo internacional de la era. Si Staunton además de organizador era el favorito, grande fue la sorpresa cuando, un alemán, Adolf Anderssen (1818-1879), sea quien se alce con el palmarés. Por el nivel del torneo y por haberse verificado el triunfo en una competencia internacional sujeta a una inédita capacidad de organización, Anderssen, sin hesitación alguna, alcanza la categoría de rey sin corona.

Como se ha visto, desde los comienzos de la difusión del juego, los reyes sin corona surgidos en Europa habían sido originalmente peninsulares, de origen español y fundamentalmente italiano. Luego adquirirán esa calidad los franceses, con Philidor como estandarte y con quienes luego dominaron la escena en el Café de la Régence. En la evolución de las cosas, Inglaterra también sabrá dar su presente. Para terminar el periodo corriéndose el eje de la primacía desde esas geografías hacia la Europa central y, trasladándonos un poco más, aún a oriente del continente.

De esos lares surgirá el ruso Aleksandr Petrov (1794-1867), quien debería ser considerada la primera figura de una tierra que ha dado tantos campeones;  el estonio, Lionel Kieseritzky (1806-1853), radicado en París, por lo que ajedrecísticamente se lo puede considerar sin embargo de formación francesa; el también alemán Tassilo von Heydebrand und der Lasa, o von der Lasa (1819-1899), uno de los principales historiadores del juego, poseedor de una vasta biblioteca especializada quien, como ajedrecista, fue particularmente notable ya que, por caso, venció a Anderssen en sendos matches y también batió en otro a Staunton; para más, estando invitado al torneo de Londres de 1851, von der Lasa no pudo asistir, ya que estaba con destino diplomático fuera de la Prusia a la que servía.

Un último nombre que por lo pronto habría que aportar, en esta lista de figuras oriundas de la Europa Central y del Este, es el del eslovaco de nacimiento, húngaro de nacionalidad (eran tiempos del Imperio Austro-Húngaro), Ignác Kolisch (1837-1889), quien abandonó el ajedrez, en el que estaba brillando, para dedicarse a las finanzas (se transformó en multimillonario).

Todos los nombrados, teniendo amplios derechos a ser investidos como reyes sin corona, quedarán empero empequeñecidos frente a la aparición fulgurante del norteamericano  Paul Charles Morphy (1837-1884).

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Paul Morphy

Su espectacular incursión en la escena mundial, hacia 1858 y comienzos de 1859, tras una gira por Londres y París que le demandó poco más de un año, en la que se impuso claramente en todos sus desafíos, no dejó margen de dudas: era el mejor de todos.

En ese marco derrotó claramente a un Anderssen algo disminuido, por estar afectado por una enfermedad; mientras que Staunton, el otro gran rival a vencer, hizo todo lo posible, logrando el objetivo, para evitar una confrontación que evidentemente el inglés mucho temía.

El estilo de Morphy resultó tan poderoso como original. Gracias a la calidad de su juego y las ideas novedosas que desarrolló, en esa breve excursión europea pudo evidenciar una apabullante superioridad que denotaba la vigencia de un genio nunca veces visto.

Decir que Morphy fue un rey sin corona, en este contexto, parece un premio menor a la hora de reconocer su descomunal talento. Si siguiéramos los dictados del linaje habría que en todo caso hablar de que fue un emperador del ajedrez.

Pero preferimos afirmar que, en la figura del norteamericano, se verificó, muy probablemente, el primer caso de genio del ajedrez (con las disculpas del caso al gran Philidor). Y, por cierto, en Morphy advertimos la presencia, sin duda alguna, de uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos.

Con Morphy cerramos esta enumeración de los reyes sin corona que iniciamos, allá lejos, con quienes merecieron esa consideración en el mundo musulmán; que continuamos con los máximos exponentes del ajedrez, ya instalados en Europa, desde el siglo XVI hasta las profundidades del siglo XIX. Centuria ésta que, en su segunda mitad, habrá de proporcionarnos al primer campeón mundial oficial de la historia, Wilhelm Steinitz. Un tiempo en el que, junto a los campeones mundiales reconocidos, habrá otros reyes sin corona. Un tiempo al que nos referiremos, en la continuidad de este trabajo, en próxima oportunidad.


En próximas entregas:

  1. Reyes sin corona»
  2. Príncipes del ajedrez”

 

Reyes sin corona: la era Pre-Steinitz