La historia del ajedrez sabe de notables jugadores cuya afición a la bebida fue vastamente conocida. Lo interesante es que en algunos casos, contrariamente a lo que pudiera creerse, la actividad de los mismos ante el tablero no solo no se veía afectada negativamente por sus estados de embriaguez, sino que, por el contrario, potenciaba sus talentos y aptitudes. Y ha habido otros casos, ya circunstanciales, de partidas definidas no por ataque de mate, sacrificios brillantes o finales conducidos con maestría… ¡sino como consecuencia de brutales borracheras!
Por Horacio R. Olivera

Cuando James Mason (1849-1905), un conocido jugador irlandés de fines del siglo XIX, se sentó ante David Baird para jugar su partida del Torneo de New York 1889, su estado era, a simple vista, deplorable. Pasado de copas, su visible borrachera hizo que algunos miembros de la organización le insinuaran que no debería competir en ese estado. Mason rehusó la invitación a retirarse y, con negras, inició la partida; ocho jugadas después, en plena apertura, abandonó la partida debido a su monumental descompostura.
Ciento veinte años después, en 2009, el GM ruso/francés Vladislav Tkachiev reeditó la “performance” de Mason, pero corregida y aumentada: en una de las rondas del Open de Calcuta, con evidentes síntomas de embriaguez, a duras penas logró llegar al asiento correspondiente a su partida con el jugador indio Praveen e inició el juego. Sin embargo, algunos minutos más tarde y cuando habían realizado unas diez jugadas, Tkachiev se quedó dormido en su silla, tan profundamente que ni su rival ni los fiscales lograron despertarlo. Ante tal situación, las autoridades del torneo decidieron dejar que siguiera corriendo su tiempo de reflexión y, una vez cumplido el mismo, decretaron su derrota “por tiempo”.
El inglés Joseph Henry Blackburne (1841-1924), uno de los últimos representantes de la escuela romántica del ajedrez, era conocido por su afición al whisky, la que incluso defendía abiertamente, como puede verse en este fragmento de una entrevista que concedió a la revista especializada American Chess Magazine en 1898: “Me parece que el whisky es un estímulo útil para la actividad mental, sobre todo cuando uno está ocupado en una lucha dura y prolongada. A mí el alcohol me aclara las ideas, y siempre me tomo un vaso o dos cuando juego «. La anécdota más conocida respecto de la afición por la bebida de este singular jugador, ocurrió cuando, en ocasión de brindar una sesión de partidas simultáneas en la Universidad de Cambridge, los alumnos que tomaban parte de la misma decidieron colocar, a cada extremo de la mesa de exhibición, una botella de whisky y un vaso, creyendo que de esa manera obnubilarían el entendimiento del maestro y tendrían la chance de vencerlo. Sin embargo, Blackburne no solo acabó con la bebida, sino que también lo hizo con sus “ingeniosos” rivales, a los que derrotó en forma asombrosamente rápida, dando una muestra directa de la certeza de sus expresiones sobre que al alcohol le aclaraba la mente.
No fue esta la única ocasión en que la inclinación por el alcohol de algún maestro trató de ser aprovechada por un rival, aunque con adversos resultados. Se cuenta que durante el Interzonal de Saltsjobaden 1948, el maestro argentino Miguel Najdorf, invitó a almorzar al jugador Gosta Stoltz (1904-1963), de Suecia, quien a la sazón sería su rival en la partida a disputar esa misma tarde. Sabedor de los bolsillos habitualmente flacos del sueco y de su fuerte adicción a la bebida, Najdorf una y otra vez repitió envites de vodka para su próximo rival, creyendo de ese modo obtener desde el vamos una ventaja “no ajedrecística” pero que le facilitaría las cosas durante el juego. Y bien, la partida se jugó, con un Stoltz obviamente bajo los efectos del exceso de alcohol, pero que no daba muestras ante el tablero de que el mismo nublara sus facultades; al llegar a la jugada 42°, y en posición algo mejor, Stoltz propuso las tablas, que el argentino, no conforme con su posición, aceptó de inmediato. El jugador sueco le dijo entonces caballerescamente que, no obstante saber que tenía chances de victoria, no podía jugar a ganar contra quien le había ofrecido el almuerzo y, sobre todo, las bebidas pues, sin ellas…no podría haber jugado!

William Winter (1898-1955), un maestro inglés de renombre durante la primera mitad del Siglo XX, dos veces campeón británico, era otro de esos jugadores que, como Stoltz, no jugaba en plenitud sin una buena dosis de alcohol en el cuerpo. Su gran afición al whisky se manifestó de forma patente en su participación en el Torneo Internacional de Londres, en 1927. Siempre escaso de fondos, un grupo de sus admiradores tuvo que hacer una colecta para solventar los gastos que insumía mantener el suministro alcohólico del maestro . Winter se presentó, entonces, en un estado deplorable al inicio del torneo, pero ganó en gran estilo las cuatro primeras partidas, derrotando entre otros a Nimzowitzch y Vidmar. El problema fue que ya para la cuarta ronda el dinero para whisky escaseaba, y en la quinta se había terminado. Sobrio no podía ganarle a nadie y terminó su actuación con un modesto cincuenta por ciento de los puntos posibles.
La carrera ajedrecística del GM soviético Ratmir Kholmov (1925-2006) fue brillante, pero seguramente lo hubiera sido mucho más aún, si no fuera por su pertinaz apego a la bebida. Muchas veces finalista del Campeonato Soviético y miembro por sobrados méritos de la élite ajedrecística de su país hasta los años ’70, sus frecuentes estados de embriaguez y desaguisados propios de los mismos, pusieron freno a sus enormes posibilidades de progreso en el tablero. Así, por ejemplo, en los años ’50 la Federación Soviética lo suspendió por un año luego de haber ocasionado, junto a otros dos colegas y absolutamente ebrio, un escándalo de proporciones durante un torneo internacional fuera de la URSS. Por ese y otros motivos parecidos, además, se le privó de por vida de participar en competencias de esa índole fuera de los países del bloque comunista. En 1965 participó en Cuba del Torneo Internacional de La Habana, en el que Robert Fischer, impedido de viajar a la isla por el gobiernos de los EEUU, jugó vía te télex. En esa época, ya el norteamericano era una amenaza a la hegemonía soviética en el ajedrez mundial, por lo que el enfrentarse con el mismo era un desafío para los miembros de la delegación de la URSS. La noche anterior al día de su juego individual con Fischer, Kholmov estaba bebiendo, copiosamente como era su costumbre, en el bar del hotel, cuando el ex campeón mundial Vassily Smyslov prácticamente lo arrancó de la barra y se lo llevó a la habitación para mostrarle una variante que había preparado en una línea del Ruy López para jugarle a “Bobby”. No se supo nunca si Kholmov, completamente borracho, llegó a entender algo de lo que su compatriota se afanaba en explicarle, pero lo cierto es que al día siguiente, con una resaca difícilmente ocultable, pero seguro que con el temor a nuevas sanciones disciplinarias, jugó la variante con precisión, aprovechó algunos errores de Fischer y obtuvo una victoria contundente.

Ya sea por las ingentes dimensiones ajedrecísticas del personaje, por la impronta de su juego que sigue y seguirá maravillando, o por su controvertida y tumultuosa vida fuera del tablero, lo cierto es que la adicción al alcohol del ex Campeón Mundial Alexander Alekhine (1892-1946) ha sido y es aún un tema recurrente entre los interesados en la historia del juego ciencia. Sus primeros excesos con la bebida datan, según lo sabido, del Torneo de Berlín de 1931, durante el cual comenzó a dar muestras de incipientes borracheras. Fue en 1934, durante el match por el campeonato contra Bogoljubow, cuando se hizo ostensible su tendencia a beber en demasía, no obstante lo cual derrotó al ruso sin atenuantes. Pero cuando en 1935 se enfrentó también por el título a Euwe, si bien en la primera parte del match se mantuvo sobrio, luego tuvo una recaída en su adicción, presentándose en varias ocasiones borracho a los juegos y fue derrotado por el holandés, un jugador de inferior categoría. Para la revancha, dos años después, Alekhine cambió el alcohol por la leche, y obtuvo un rotundo triunfo, recuperando su título. A partir de allí tuvo momentos de abstinencia, con frecuentes recaídas. Sus médicos le recomendaron una y otra vez que abandonara definitivamente el alcohol debido a la cirrosis hepática que le habían detectado.

Mikhail Tal (1936-1992), acaso el más carismático de todos los campeones del mundo, fue también un dependiente crónico del alcohol. Aunque su proverbial bonhomía y respeto por el ajedrez y sus colegas hicieron que no protagonizara escándalos ni hechos bochornosos, como algunos de los que describimos más arriba, es cierto que se lo podía ver muchas veces en “dudoso” estado en las salas de torneos, hoteles o restaurantes de las ciudades que visitaba. También era muy frecuente verlo mientras jugaba “blitz” (su actividad favorita), siempre con un vaso de bebida fuerte (vodka, whisky o lo que fuera) al alcance de la mano. Lamentablemente, su adicción, como así también su condición de empedernido fumador, no ayudaron a sobrellevar una enfermedad renal que lo aquejó toda su vida, muriendo joven y sin renegar del apego a “sus” placeres mundanos.