Laaaaargas partidas…

La partida muy larga, aquella que parece que nunca va a terminar, requiere de un espíritu de lucha y una concentración tal, que hace falta una excelente preparación física y psíquica que excede lo simplemente ajedrecístico, pues se trata una verdadera “tour de force”, en la que los rivales libran su batalla individual en condiciones de extrema tensión, con la presión adicional de intentar no echar por la borda en la jugada 150, 190 o 200, un trabajo que le ha costado horas y horas de esfuerzo mental…

Por Horacio R. Olivera

sleepPara un verdadero jugador de ajedrez, no hay nada como sentir el fluir de la adrenalina en el momento de sentarse ante el tablero para disputar una partida de torneo. Incluso para quienes han jugado mucho, el comienzo de cada nuevo juego conlleva una mezcla de sensaciones donde se entrelazan la confianza en las propias fuerzas, la decisión sobre el tipo de partida que se quiere jugar, el enigma sobre la preparación del rival en la apertura, las ilusiones de un resultado favorable y el lógico temor a cometer errores.

Hay otras cuestiones, claro, que influyen sobre el ajedrecista al disponerse a iniciar la partida y las del estado físico y emocional no son menores. Ya Tartakower sentenció, en una de sus famosas (y festejadas) frases: “Nunca le he podido ganar a un rival completamente sano”. De hecho la buena aptitud física y mental es fundamental para una actuación que permita desarrollar en el tablero todas las habilidades de un jugador. Y esta condición se vuelve en indispensable si la partida se prolonga durante muchas jugadas más de lo esperado. ¡O muchísimas más!

Sabido es que la cantidad promedio de jugadas de una partida pensada de torneo es de cuarenta. Por supuesto, una partida puede acabar antes o después, pero la experiencia ha demostrado que ese promedio es válido y de ahí la reglamentación standard (aunque no excluyente), fijada y sostenida durante muchos años en competencias de toda categoría (a partir de la normalización de las reglas del juego), del control de tiempo en la cuadragésima jugada, a la que debía llegarse antes de cumplir las dos horas (o dos horas y media para torneos de Grandes Maestros) para no ser sancionados con la temible y odiada “caída de bandera”.  Antes de la llegada del reloj digital y de las computadoras, luego de ese control la partida se suspendía y se continuaba uno o varios días después, lo que daba ocasión al jugador de analizar la posición y reponerse del cansancio provocado por las tensiones del combate. Al reanudar, y conforme cada reglamento particular, se jugaban veinte o treinta jugadas más, hasta un nuevo aplazamiento y así sucesivamente, hasta finalizar. Y ha habido verdaderas maratones ajedrecísticas (aunque, obviamente, son las menos), de juegos que han durado 150 y hasta 200 jugadas…y muchas más.planilla-carlsen

Resulta evidente que sin un buen estado físico y anímico, sobrellevar los rigores de tal cantidad de jugadas es sumamente difícil. Aún aplazando, la carga nerviosa de una partida pendiente que se deseaba ganar, o entablar si se estaba inferior, era intensa; el volver a cada momento al análisis, con tablero o sin él resultaba agotador. Significaba muchas veces trasnochar analizando e incluso noches sin dormir o de mal dormir: cuenta la leyenda que Capablanca una vez “soñó (literalmente), con la jugada ganadora de una posición suspendida.

La era de la tecnología digital ha variado radicalmente los procederes descriptos, pero no la necesidad de una gran aptitud física para aguantar con entereza partidas muy prolongadas. Así, con control de tiempo o a “finish”, ahora que no hay suspendidas, el jugador no se lleva trabajo a casa…pero, cuando el juego se prolonga, debe permanecer la última fase en su asiento, a veces dos o tres horas sin moverse del mismo, pues un final tan largo suele transcurrir bajo apremios de tiempo, aún con el incremento de que se dispone con los relojes digitales. La tensión de los nervios sin descanso y las molestias en las piernas y espalda (sobre todo en los más veteranos), son un equivalente a aquellos duros momentos que se vivían tras los aplazamientos, en donde la incógnita del resultado podía demorar días en despejarse.

En Blitz con incremento de segundos, es otra cosa. Aunque la partida se prolongue, el jugador está, desde el inicio, en la vorágine de la inmediatez que ese ritmo de juego requiere y ni sabe cuántas jugadas han pasado desde el inicio. De todas formas, también un juego excesivamente prolongado en esta modalidad ocasiona cansancio y eventuales errores producto de la eventual desconcentración a que el mismo puede llevar.

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Michael Adams – Luthfi Ali Muhammad

Signadas por el cansancio, el stress, los agobios de tiempo y (más ajedrecísticamente) la pericia o impericia técnica de ambos rivales, las partidas tipo “maratón” son siempre noticia y motivo de comentarios y apostillas en todo torneo. Plenas de todo tipo de vicisitudes y peripecias , las podemos encontrar en certámenes de la más diversa índole y jerarquía; como ejemplo, en la reciente Olimpíada de Bakú, el juego entre Luthfi Ali Muhammad y el inglés Michael Adams terminó tablas en 166 movidas (ver partida), luego de un arduo final de Damas (dicho sea de paso, los finales de Damas y los de Torre + Alfil contra Torre, son dos de los principales generadores de los larguísimos encuentros que nos referimos en este artículo).

En el visor, encontrarán muchas de las partidas más largas de la historia.

 


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