Miguel de Cervantes Saavedra y el ajedrez

El uso del ajedrez en el idioma de Cervantes, como en todas las  lenguas nobles, se ha dado históricamente desde épocas muy tempranas. Se lo empleará en poesía y en prosa, fundamentalmente. Abarcando todos y cada uno de los géneros posibles de la literatura universal.

Por Sergio E. Negri*
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Miguel de Cervantes Saavedra

Será entonces justamente el propio Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) quien, en su excepcional El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (constituido por sendas partes aparecidas en 1605 y 1615), una permanente fuente inagotable de sabiduría y de goce para sus lectores, el lugar indicado en el cual el ajedrez, tan popular en tiempos en los que en Europa se comenzaba a abandonar la Edad Media, halle su apropiado lugar.

Primeramente, y en el contexto de un cuestionamiento a la posibilidad de confundir la ficción caballeresca con la realidad, un eje central de un trabajo en el que siempre lo que resulta verdadero, por su visible existencia, puede confundirse con lo que se imagina, se sueña o se inventa (y viceversa), se incluyen las siguientes líneas:

 “-Ya os he dicho, amigo -replicó el cura-, que esto se hace para entretener nuestros ociosos pensamientos; y así como se consiente en las repúblicas bien concertadas que haya juegos de ajedrez, de pelota y de trucos, para entretener a algunos que ni tienen, ni deben, ni pueden trabajar, así se consiente imprimir y que haya tales libros, creyendo, como es verdad, que no ha de haber alguno tan ignorante, que tenga por historia verdadera ninguna de estos libros”.

 

Dos aclaraciones sobre este parágrafo. Cuando se menciona “trucos” se refiere a un juego que guarda similitudes con el de billar. Y, al expresarse: “ni tienen, ni deben, ni pueden trabajar”, más que a una eventual discapacidad funcional, lo que se hace es aludir a una situación producto de una consideración social: la de que los nobles tenían, en ese tiempo, al parecer vedadas el ejercicio de las actividades manuales.

 

weber09Con lo que el ajedrez, lo que era notorio, y como la visión de Cervantes se encarga aquí de resaltar, constituye en ese clima de época una actividad preferentemente practicada por los sectores más acomodados de la sociedad. En las cortes o fuera de ellas.

 

Es que sus integrantes disponían de un mayor tiempo para el ocio y los entretenimientos. Siendo el ajedrez el principal de los considerados juegos de mesa el que, para más, se lo consideraba como imprescindible en la formación educativa de quienes se podían considerar caballeros. Y las damas, por su parte, no estaban para nada excluidas de su práctica. Es más, la partida, entre ajedrecistas de ambos sexos, era un momento propicio para el encuentro amoroso.

 

Del otro lado, que siempre existe, quienes estaban exigidos por una acuciante realidad cotidiana, que les llevaba a conseguir el sustento propio y para sus familias y a servir a sus patrones y amos, a los integrantes de esos sectores menos favorecidos desde una perspectiva social, el ajedrez les quedaría como una actividad lejana, ora desconocida, ora inalcanzable.

 

Más adelante, en el Quijote se incluye el siguiente fragmento:

 

“—Por mí —dijo el barbero—, doy la palabra, para aquí y para delante de Dios, de no decir lo que vuestra merced dijere a rey ni a roque, ni a hombre terrenal, juramento que aprendí del romance del cura que en el prefacio avisó al rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula la andariega”.

 

En este caso, la alusión al juego se verifica por sendas palabras utilizadas en el párrafo: “roque” y también “rey”. En el primer caso  corresponde al nombre que tenía por entonces el trebejo de la torre; en el segundo, se da la dualidad semántica, la de rey como pieza del ajedrez, la de rey como monarca que conduce los destinos del reino.   

 

Francois-Andre Danican Philidor
Francois-Andre Danican Philidor

Al referirse al asunto, el investigador español Fernando Gómez Redondo bien señala: “La frase tiene su miga, por cuanto en el tablero entre el rey y el roque (o la torre) se alineaba el resto de piezas nobles, de modo que el no decir algo «a rey ni a roque» equivalía a comprometerse a no revelarlo «absolutamente a nadie»” (Link)

 

Las piezas nobles, desde ya, son las que se ubican en las primeras líneas de cada contendiente. Son las que importaban. Por delante de ellas se posicionan los meros peones; meros, desde la perspectiva vigente en esos tiempos, muy anteriores a los de la reivindicación que habrán de tener a partir de Philidor (“los peones son el alma del ajedrez”), en una reforma conceptual que estuvo en sincronía con la Revolución Francesa que implicó la vigencia de un nuevo paradigma cultural.

 

Pero volvamos a Cervantes. Veremos que de nuevo esta analogía se repite, algo más adelante, en el Quijote, al expresarse: “Y ha llegado a tanto la desgracia d’esta burla, que muchas veces con mano armada y formado escuadrón han salido contra los burladores los burlados a darse la batalla, sin poderlo remediar rey ni roque, ni temor ni vergüenza”.

 

Está claro que nadie, ninguna de las figuras ubicadas en los extremos, tomando como uno de ellos la regia posición, podrá hacer nada para evitar el enfrentamiento entre aldeas. Ni el rey, ni mucho menos el roque.

 

Sin dudas que la mención más relevante que hace Cervantes al ajedrez en el Quijote se presenta en el siguiente diálogo:

 

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Picasso, Don Quijote

«-Pues lo mismo -dijo don Quijote- acontece en la comedia y trato de este mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.

-Brava comparación -dijo Sancho-, aunque no tan nueva, que yo no la haya oído muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio; y en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura«.

Esta comparación, la de la imagen del mundo como teatro, e incluso la idea más específica de ver representado al mundo como tablero de ajedrez, no era desde luego extraña en la literatura. Tampoco la idea de que al fin del juego todos arribemos a un mismo destino.

No siendo original, sí resulta muy persuasivo, y del todo influyente, que Cervantes, a través de Sancho Panza, señale que, más allá de los oficios que se puedan llegar a desempeñar en la existencia, y más allá de las consecuentes jerarquías sociales (podríamos agregar que más allá de todo lo que pueda llegar a suceder), en definitiva la muerte nos unificará a todos.

Está visto que todas las piezas serán depositadas en la bolsa, una vez que sean capturadas. Una vez que cumplan con su ciclo vital. Una vez que la muerte las alcance.

En definitiva todos, santos y profanos, incluyendo en la nómina hasta el mismísimo rey, ese que sólo en el ajedrez parece que puede  quedar indemne, habremos de reencontrarnos en un mismo espacio compartido.

4_thumb1En esta concepción hay ecos de, por ejemplo, lo anticipado por el poeta persa Omar Jayam (1048-1131) quien, en su Rubaiyat, incluye estos versos (conforme una de las tantas traducciones al castellano que existen de su insigne trabajo): “Para hablar en un lenguaje sencillo, y no con parábolas,/nosotros somos las piezas y el cielo juega el juego,/jugamos juntos un juego desde bebés sobre el tablero de ajedrez de la existencia,/y uno a uno volvemos a la caja de la no-existencia”.

Para no extendernos demasiado en otras expresiones que en la misma línea existen podemos ver cómo, uno de los contemporáneos y compatriotas de Cervantes, el poeta y dramaturgo Lope de Vega (1562-1635), con quien compartieron las mieles del Siglo de Oro español, habrá de incluir en El genovés liberal estos versos: “Piezas somos de ajedrez/y el loco mundo es la tabla/pero en la talega juntos/peones y reyes andan”.

La talega no es otra cosa que la bolsa, a la que se refirió el bueno de Sancho Panza. Lugar al que serán conducidas las piezas tras la culminación de la partida.

En 1615 Cervantes publica una comedia, y no hay que olvidar que, en definitiva, el Quijote no es otra cosa que una sátira del género de los relatos de caballería, llamado Pedro de Urdemalas, en la que también menciona al juego.

 

El personaje principal, que da título al trabajo, creía estar predestinado por la fortuna. Se trataba de un actor de profesión que deberá resolver varias complicaciones, en particular varias en las que se ve involucrado por cuestiones amorosas.

 

En cierto momento un pícaro sacristán querrá adelantarse a un pastor, a la hora de seducir a una moza. El nombre de aquél no será otro que el de Roque. Por lo que habrá que terminar por concluir, al cabo del relato, que ese clérigo queda investido con las propiedades que son inherentes a la pieza del ajedrez a la que remite su nombre.

 

16_pedro_de_urdemalas_0En ese juego de seducción que se presenta, que puede ser entendido también como una alegoría de un encuentro de ajedrez, podrá por ejemplo decirse: “Prenderá a la dama hermosa, / sin alguna duda, el Roque. / Roque ha de ser el que prenda / en este juego a la dama, / puesto que ella se defienda; / que su ventura le llama / a gozar tan rica prenda”.

 

Más adelante, específicamente podrá plantearse: “Será así, / porque es el Roque tal pieza, / que no hay dama que se esquive / de entregalle su belleza; / y aunque en estrecheza vive, / es muy rico en su estrecheza”.

 

El investigador español Fernando Gómez Redondo apunta, en un preciso y extenso estudio sobre esta obra (Link), que lo de estrecheza hace directa alusión a la ubicación de la torre al comienzo de la partida, ya que está en una esquina, en un recóndito lugar. No por nada estamos en presencia de un Roque. 

 

Con todo, no hay que olvidarse de un detalle: la torre siempre fue una de las piezas más importantes del juego; incluso la más relevante de todas (si nos abstenemos de contemplar en la evaluación al inconmovible rey), lo que sucedió hasta tanto la reina adquirió el movimiento ampliado, lo que sólo estaba siendo admitido progresivamente en aquellos años.

 

Por cierto Roque, además de querer seducir a la dama con malas artes, podía hacer ostentación de sus riquezas. Por lo que el concepto de estrecheza podía aplicar a su ubicación física, más no en lo que respectaba a sus posesiones materiales.

 

Más allá de los análisis que puedan realizarse, lo que queda en todo caso en claro es que Cervantes, ya en el Quijote, ya en la menos conocida Pedro de Urdemalas, será uno de los principales exponentes de la literatura castiza en utilizar al ajedrez en su obra literaria.

 

Creemos que no podía ser de otro modo. Es que estamos en presencia del máximo de los escritores en lengua castellana. Como tal, no podía privarse de recurrir en sus trabajos a un juego que siempre se ha caracterizado por su poderosa fuerza metafórica.

*Maestro FIDE e historiador

 

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Miguel de Cervantes Saavedra y el ajedrez