Cuando los genios se odian

Dusseldorf, 1908. El Dr. Siegbert Tarrasch acaba de ingresar al lujoso hotel en el que los organizadores alemanes planean poner punto final a su enemistad con el Campeón del Mundo de ajedrez, el Dr. Emanuel Lasker, antes del inicio del match por el título que los enfrentará. Con su proverbial elegancia y altanería, Tarrasch cruza a paso vivo el lobby del hotel, dirigiéndose hacia donde divisa a Lasker, sentado en un cómodo sillón, fumando un puro. Se le acerca y sin mediar saludo ni cortesía alguna le espeta con voz vigorosa: “Ich habe nur zwei Wörter für Sie: Schach matt!”, retirándose de inmediato ante la azorada mirada del Campeón y los presentes.

Por Horacio R. Olivera
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Tarrasch

“Solamente tengo para usted dos palabras: Jaque y Mate” le dijo Tarrasch a Lasker en los días previos al inicio de su match de 1908, como testimonio de su negativa a dialogar con quien consideraba un verdadero enemigo.

Muchos años antes, en 1892, cuando Tarrasch era considerado uno de los tres o cuatro mejores del mundo y Lasker  ya formaba parte de la elite internacional, aquel había rechazado un desafío que Lasker le había efectuado, debido a que no creía que su desafiante tuviera los valores suficientes como para retarlo a un match: no había ganado torneos importantes según Tarrasch, y aceptar el envite sería injusto para otros muchos que jugaban mejor que el joven Emanuel.

Pero en 1894 se volvieron las tornas y Lasker derrotó a Steinitz convirtiéndose en Campeón (ver match), ante la desazón de su archirrival, que solo atinó a comentar que había triunfado contra un hombre mayor que se encontraba enfermo.

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Lasker

Tarrasch debió esperar hasta 1904 para que Lasker aceptara su desafío, pero una vez acordados los términos del match y dados a publicidad, el “Maestro de Alemania” (como llamaban a don Siegbert), tuvo un accidente mientras esquiaba, que implicó la necesidad de postergar el encuentro, lo que le solicitó al campeón. Pero Lasker, aprovechó la ocasión para fastidiar a su enemigo, y se rehusó a postergar, dándose por anulado el match y caídas las condiciones pactadas.

Recién cuatro años después, luego de que ambos batieran en sendos encuentros al norteamericano Frank Marshall (Tarrasch en 1905 y Lasker en 1907) y tras prolongadas negociaciones en las cuales la enemistad entre ambos jugadores jugó un papel importante, merced a los buenos oficios de las federaciones de Alemania y Bavaria y el aporte financiero de los municipios de Dusseldorf y Munich (ciudades en las que se jugaron las partidas), se llegó a concretar, por fin, el esperado match por el título mundial.

En un ambiente de tensión debido a la conocida rivalidad de los contrincantes, y ante numeroso público, el 17 de agosto dio inicio el certamen, del que saldría victorioso aquel que ganara ocho partidas, sin contar las tablas.

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De pie: Alekhine, Capablanca y Marshall. Sentados: Lasker y Tarrasch

El campeón dominó desde el principio, llegando a la partida n° 14 con siete victorias y solamente tres derrotas. En la partida 16°, apurado por tiempo, Tarrasch se dejó una pieza en “prise”, después de lo cual abandonó el juego de inmediato, poniendo punto final a la contienda, hace exactamente 108 años, el 30 de setiembre de 1908.

El “pragmático” Lasker había retenido su título una vez más y seguiría siendo el máximo monarca ajedrecístico hasta su derrota ante Capablanca en 1921, luego de 27 años ininterrumpidos de reinado. El “dogmático” Tarrasch, pagó cara su actitud soberbia y, aunque continuó siendo un maestro de primerísima clase durante muchos años, no volvió a aspirar al Campeonato del Mundo.

La patente enemistad de ambos ajedrecistas adornó de un modo especial la batalla de 1908 y prefiguró otras enormes rivalidades cercanas al encono personal, como por ejemplo, pasados setenta años, exacerbaron las pasiones de Anatoly Karpov y  Viktor Kortchnoi.


Visor con todas las partidas del match


 

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