Por el MF Juan José Converset
Un viernes 13 como hoy pero hace ya más de 10 años, andaba por el norte. Estaba en medio de una excursión en la montaña de Kempelen, cuando de pronto, escuché una rara voz que me llamaba. Me alejé de mis compañeros y caminando encontré una cueva rojiza que emanaba un extraño resplandor.
Al entrar observé sobre la pared opuesta, una cabina de madera con un maniquí vestido con túnica y un espejo. Sobre la cabina, un bonito juego de ajedrez.
¡Qué tentación! ¡Estaba completo y con las piezas puestas para empezar a jugar!
Me acerqué y de golpe, un rostro se reflejó sobre el espejo.
-¿Juega una partidita maestro? – dijo el espejo.
-¿Quién es usted? – pregunté atemorizado.
-¡Vamos! ¡Me hace reír! ¡Ya sabe la respuesta a su pregunta!
Al ver la ironía de su sonrisa, comprendí con quién estaba hablando ¡Era el Destino! ¡Mi Destino!
-¡Vamos! ¡Apúrese que el tiempo corre! ¡Haga su jugada!
-¡Momento! – repliqué con fuerza – Yo no moví, ni veo ningún reloj.
-El reloj está en marcha desde antes de que usted llegará. Gane y tendrá un destino de felicidad absoluta o pierda y será desdichado el resto de sus días. ¿No le gusta apostar?
-Yo disfruto de jugar – contesté e inmediatamente avancé mi Peón Rey dos casillas.
-Hoy es viernes 13. La maldición ya ha caído sobre usted.- dijo y agregó – La partida tiene precio y nadie derrota al destino. ¿No sabe que un rigor adamantino sujeta su albedrío y su jornada?
-Permítame, antes de mover mi peón, regalarle un verso:
“El hombre es solo un títere que el Destino maneja
a su antojo. El Destino nos empuja
al tablado del mundo, pero cuando siente Hastío
no duda en arrojarnos al cajón de la Nada.”
-¡La cita es de Omar de otro tablero! – Agregué haciéndome el canchero.
Mientras tanto, confirmé, al ver su Peón negro en c5, que al Destino le gustan las venganzas sicilianas.
Seguimos jugando un tiempo largo, mientras el espejo cada tanto declamaba cosas tales como:
“Cada cual realiza su movida,
causas y consecuencias hacen camino, todos juegan al ajedrez de la vida, pero ninguno derrota a su destino”
-¡Basta! – exclamé dando un golpe sobre la mesa – Tengo mate en una. Parece que está vez la victoria es mía. La felicidad me espera.
En ese momento, con las piezas puestas según el diagrama, el espejo se quebró.
-¿Qué ha hecho? – preguntó aquella voz, y añadió, riéndose – Ha roto el espejo. Tendrá 7 años de mala suerte.
-En el tablero no existe la suerte – dije con firmeza. -Siete años, siete jugadas… es lo mismo. Juegue y vea
En ese momento cuando fui a darle mate con dxe8, vi con estupefacción como mi peón desaparecía.
-Se lo dije – remarcó – le quedan seis. -No importa. Tengo otro mate – retruqué.
Cuando fui a agarrar mi peón para realizar fxg6, este también desapareció.
Así a cada nueva posición, continuaba con mates en una y cuando estaba por hacer la jugada, la pieza se desvanecía en el aire.
Siete jugadas, siete piezas…
1.dxe8 (desaparecía el peón de d7) 2.fxg6 (desaparecía el peón de f5) 3.Cg5 (chau al caballo de e6)
4.e6 (y adiós al peón de e5)
5.Ce5 (y el que se iba era el otro caballo) 6.Ad5 (y se despedía el alfil de casillas blancas) 7.Txf6 (y dejaba de existir la torre de f2)
Luego de siete fallidos intentos de mate, el diagrama en el tablero ya era otro.
-Hoy es viernes 13 – repitió – y el 13 es la yeta. –agregó con sorna
-Ya que le gusta tanto ese número, entonces anuncio Mate en 13 – dije riendo envalentonado.
-¡Tic Tac! ¡Tic Tac! ¿No escucha el incesante galopar del reloj? – y agregó – El arte y el amor son una inútil resistencia al tiempo. La partida perfecta no existe. El tiempo nos obliga a jugar y a equivocarnos. El permanente correr de las agujas es el enemigo de todo sueño.
En ese momento la cueva empezó a temblar y yo comencé con la secuencia ganadora. Las paredes se resquebrajaban. Caían piedras del techo y el aire tenía un sutil aroma a final.
En el instante en que iba a realizar el Jaque Mate en la jugada número 13, una gran roca cayó sobre el tablero e inmediatamente salí corriendo asustado.
Ya desde afuera, pude ver como se derrumbaba todo.
Nunca olvidé esa partida.
¿Anunciar mate es sinónimo de victoria? ¿Qué dirán los rígidos árbitros del juego?
Algunos días creo haber ganado esa partida y ser el hombre más feliz del mundo. Otros días, pienso que nunca llegué a dar el mate final y entonces me doy cuenta que la desdicha es mi compañera.
Un viejo amigo mío dice que somos lo que pensamos, así que nuestros pensamientos, algún día, se transformarán en nuestro destino, pero yo no le hago caso porque él, apenas sabe mover las piezas.