Karpov, el talento de un verdadero campeón

Cuando en 1975 Robert “Bobby” Fischer se negó a defender el título que conquistara tres años antes en Reykjavik, la FIDE se vio obligada a despojarle del mismo y, por tanto, a coronar como nuevo Campeón del Mundo a un joven de 24 años, de aspecto frágil y vulnerable, que ajedrecísticamente había demostrado, desde fines de los años ’60, un juego sorprendentemente maduro y eficaz, que lo había depositado en un muy merecido lugar de desafiante a la corona. El joven Anatoly Karpov (que de él se trataba) comprendió en ese mismo momento que debería demostrar a todos que su nueva posición no era una mera casualidad y que era, efectivamente, el mejor. Y lo hizo. ¡Vaya si lo hizo!

 


Por Horacio Olivera

 

Karpov y Semion Furman

Anatoly Evgenevich Karpov nació en Zlatoust, en la montañosa región de los Urales, en la URSS, el 23 de mayo de 1951. Con una salud debilitada ya desde muy niño, lo que le impedía jugar en la calle con otros de su misma edad, el juego de ajedrez, que aprendiera gracias a su padre, resultó para él un solaz indispensable, en curiosa similitud a lo que sucediera también a su colega, el GM danés Bent Larsen.

 

A los doce años de edad, el niño Anatoly fue admitido en la famosa Escuela de Ajedrez dirigida por el ex campeón mundial Botvinnik y poco después se puso bajo la tutela del entrenador Semion Furman, quien tendría una decisiva influencia en la formación de su estilo.

En 1969 ganó en gran forma el Campeonato Mundial Juvenil en Estocolmo y al año siguiente obtuvo, con solo 19 años, el título de Gran Maestro en el Torneo de Caracas.

Transformado en el líder del recambio generacional del ajedrez de la URSS, sus triunfos fueron sumándose. Entre otros, ganó, empatado con los experimentados Petrosian y Portisch, el Torneo de San Antonio (EEUU) 1972, como así también el Torneo de Madrid 1973 y, empatado con Korchnoi, el fortísimo Interzonal de Leningrado 1973, lo que le abrió las puertas del camino hacia la corona del mundo.

 

Karpov es coronado campeón del mundo. En la foto, junto a Max Euwe, presidente de la FIDE

A estas alturas, las autoridades de la URSS estaban convencidas de que tenían ya un nuevo “delfín”, capaz de recuperar para su país el título mundial que Fischer le arrebatara a Spassky en 1972.

 

Efectivamente, el joven Anatoly superó los últimos escollos hacia la cumbre al superar en los matches de la Candidatura, con asombrosa solvencia, a los también soviéticos Polugaevsky, Spassky y Korchnoi, consagrándose como el retador del campeón.

Pero, como decíamos en la introducción, Fischer puso reparos de todo tipo para poner en juego su cetro y la FIDE decidió consagrar a Karpov como el 12° Campeón Mundial de Ajedrez.

A partir de allí, Anatoly se propuso demostrar que, más allá de las circunstancias de su coronación, el título de campeón lo tenía bien ganado. Así, obtuvo victorias contundentes en el Campeonato Soviético de 1976, Bad Lauterberg 1977 y en otros torneos de similar fuerza. En 1978 retuvo su título en un disputado y controvertido match jugado en Filipinas, con el ya para ese tiempo exiliado Viktor Korchnoi; y volvió a hacerlo ante el mismo rival en Merano, Italia, en 1981.


Baguio, 1978.

Karpov ya estaba marcando una época. No solamente por sus éxitos, sino por un inconfundible estilo, claramente influenciado por la herencia ajedrecística de Capablanca. Comenzaba a hablarse de una “estética karpoviana”, para referirse al extraordinario control posicional que el campeón ejercía en sus partidas y a la armónica simplicidad que, al igual que en el juego del genial cubano, guiaba sus mejores producciones en el tablero. Excepcional finalista, prefería optar a menudo, como Smyslov o Petrosian, por un final ventajoso antes que por resoluciones tácticas bellas aunque riesgosas.

Luego de retener por segunda vez el título, confirmando su supremacía, el campeón vio despuntar en los primeros 80 la figura de quien se constituiría en su principal rival en los años venideros: un muy joven Garry Kasparov había iniciado su carrera a la cumbre, aplastando cuanto encontraba a su paso en pos de enfrentarse con Karpov.

Moscú, 1984.

En 1984, en Moscú, llegó el momento tan esperado y las “dos K” se vieron por primera vez las caras en un match por el título mundial. Karpov dominó con claridad la primera parte del match, del que emergería triunfador el primero que ganara seis partidas, pero una repentina arremetida de su rival puso el marcador 5 a 3, luego de 48 agotadores juegos. Entonces Florencio Campomanes, presidente de la FIDE, tomó la polémica decisión de suspender la contienda en atención, según dijo, a la salud mental y física de ambos jugadores. De esta manera, se jugó al año siguiente un nuevo encuentro en el mismo lugar, en el que tras épicas batallas Kasparov resultó triunfante por 13 a 11.

Derrotado pero lejos de considerarse acabado, en 1986 Anatoly hizo uso de su derecho a revancha y estuvo en un todo a la altura de sus antecedentes, perdiendo ajustadamente por 12,5 a 11,5 al cabo de 24 partidas.

Por esas épocas, Kasparov había comentado: “Solo Karpov entiende mi juego. Y solo yo entiendo el de él”, significando a las claras que ellos dos estaban por encima de todos los demás ajedrecistas. Esta aseveración se vio ratificada cuando Karpov ganó el siguiente ciclo de candidatos y nuevamente obtuvo el derecho de desafiar al campeón. La confrontación fue esta vez en Sevilla, España, y a punto estuvo de recuperar su título, pero Kasparov alcanzó un agónico triunfo en la última partida, empatando el match y reteniendo la corona.

No obstante este nuevo desencanto, “Tolia” continuaba decidido a seguir intentándolo. Consciente de sus fuerzas, a sus 36 años conservaba intactas sus aptitudes y, sobre todo, sus ganas de jugar. Así, tras nuevas descollantes actuaciones en torneos (como por ejemplo en Bruselas 1988), para 1990 volvió a ganar el derecho a un nuevo desafío al campeón del mundo. El match, jugado entre New York y Lyon, fue otra vez muy parejo y deparó vibrantes duelos, zanjándose luego de disputadas el total de las 24 partidas pactadas, con otro cerradísimo triunfo de Kasparov (12,5 a 11,5).

Este enfrentamiento fue el último match que enfrentara a los dos extraordinarios ajedrecistas, que en un período de solamente seis años lo hicieran nada menos que en cinco ocasiones, con un total de 144 partidas jugadas. La escasa diferencia de puntaje (+2 a favor de Kasparov) habla a las claras de una marcada paridad. Se habían enfrentado los indiscutidos dos mejores jugadores del mundo, dos estilos opuestos, dos maneras de comprender y jugar ajedrez. El saldo, por supuesto, fue altamente positivo para todos los ajedrecistas del mundo que pudieron disfrutar y aprender de los maravillosos juegos que sostuvieron. Por lo demás, la rivalidad “K” habría de extenderse durante muchos años más, dentro y fuera del tablero…

Anatoly Karpov continuó jugando en su mejor nivel durante los primeros años 90, destacándose su impresionante victoria en Linares 1994, torneo que ganó con inauditos 2,5 puntos de ventaja e invicto, sobre los mejores jugadores del mundo, Kasparov incluído.

Inmerso otra vez en las luchas para recuperar el título, un hecho sorprendente le colocó una vez más ante la posibilidad cierta de hacerlo. En 1993 Kasparov lideró un cisma institucional, cuando creó una organización paralela a la FIDE (la PCA), disconforme con los manejos del organismo rector del ajedrez mundial. Se negó a defender su título ante Nigel Short (clasificado en los torneos de candidatura), posición a la que el jugador inglés se plegó. La FIDE entonces retiró el título a Kasparov y organizó un match entre el holandés Timman y Karpov (en su condición de ex campeón).

Kamsky vs Karpov, 1996.

El ruso ganó claramente el encuentro realizado en Holanda y recuperó, por fin, la corona mundial FIDE, que luego defendería con éxito ante Kamsky y Anand en 1996 y 1998 respectivamente. Muchos consideraron este segundo reinado como una etapa “devaluada” del campeonato mundial, habida cuenta de que Kasparov continuaba siendo el campeón de la PCA y, según entendía la mayoría de los ajedrecistas, el verdadero monarca. En este contexto de confusión, no obstante, muchos fueron los esfuerzos para lograr una unificación mediante un nuevo enfrentamiento de las “dos K”, pero las negociaciones nunca llegaron a buen puerto.

 

En 1999 Karpov se negó a defender su título, al no estar de acuerdo con el nuevo reglamento impuesto por la FIDE y comenzó lentamente a retirarse de las competencias del más alto nivel. Sin embargo, en la primera década del siglo XXI continuó jugando, con menos asiduidad y obviamente menor fuerza, aunque obtuvo algunos buenos resultados, sobre todo en el ajedrez rápido. Incluso hasta hoy , ya fuera del “top 100” internacional, realiza algunas apariciones esporádicas en el ajedrez de torneo, como por ejemplo en el reciente Campeonato Ruso por Equipos 2017, en el que jugó solamente una partida, pero en la que logró tablas contra Peter Svidler, actual número trece del mundo.

Entre sus múltiples actividades ajenas al ajedrez, Karpov es filatelista, economista destacado y un activo militante político y social, diputado y Embajador de UNICEF.

La brillante carrera de este genial jugador, que incluye gran cantidad de representaciones olímpicas y más de 150 torneos ganados, ha marcado, a no dudarlo, a toda una generación de jóvenes ajedrecistas. La belleza de sus partidas, la sobriedad de su estilo y la inquebrantable voluntad de vencer de la que hizo gala, no puede sino ser fuente de inspiración para quienes tengan la intención de progresar en ajedrez. Es altamente recomendable, en este sentido, repasar sus mejores juegos y leer con atención los varios libros que ha escrito, verdaderos compendios de sabiduría ajedrecística.

 


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