Eliskases: “Caballero del tablero” de tres banderas olímpicas que debió reinventarse en América del Sur

Semblanza de Eliskases incluida en La generación plateada (1950-1976), segundo volumen de la colección Historia del Ajedrez Olímpico Argentino, Senado de la Nación, en proceso de publicación, de Sergio E. Negri y Enrique J. Arguiñariz. 

 

Erich Gottlieb Eliskases nació en Innsbruck, la pequeña gran urbe del corazón de los Alpes austríacos, el 15 de febrero de 1913, en el hogar de un sastre. De niño, su hermano mayor le enseñó el movimiento de las piezas, y en pocas semanas lo superaba fácilmente. Su crecimiento ajedrecístico fue de manera autodidacta, en ninguna etapa de su desarrollo contó con profesor alguno. “Reproducía partidas que encontraba, primero en diarios o revistas y luego en libros que llegaban a mi poder”.

A los quince años gana el torneo provincial del Tirol, lo cual le da la posibilidad de participar, el año siguiente en el campeonato nacional de Austria. Allí se produce su primer gran triunfo al terminar primero junto al maestro austríaco Eduard Glass,  con un impactante rendimiento del 88,9%, y con sólo dieciséis años de edad.

En 1936, a su carrera como ajedrecista activo le suma la de periodista, al convertirse en jefe de redacción de la entonces importantísima revista de ajedrez Wiener Schachzeitung.

Antes de venir a la Argentina para participar en el Torneo de las Naciones de 1939, estaba haciendo una carrera brillante que, a juicio de varios, lo podía conducir a la corona mundial. De hecho, en tiempos en los que los campeones incidían en la selección de sus desafiantes, Alekhine, el entonces monarca, había expresado que podía ser enfrentado por el ganador del match entre las dos máximas figuras jóvenes del momento: uno era el estonio Keres: el otro era Eliskases.

Sobre la figura de este maestro decíamos en el anterior libro de esta colección lo siguiente:

 

“…Eliskases, que había sido analista de Alekhine cuando éste recupera el título mundial en 1937 ante Euwe, había comenzado 1939 con toda la furia, al vencer claramente a Bogoljubow (11½ a 8½), en el match que disputaron.   

“Anteriormente había vencido, y en tres ocasiones (1932; 1936 y 1937), a otro fuerte jugador de la época: Spielmann. Se perfilaba, entonces, como un muy probable desafiante del campeón mundial.

“Ese año, antes de los Torneo de las Naciones de Buenos Aires, se había impuesto en los siguientes torneos: Bad Elster (con 7 en 9); Bad Harzburgh (8 en 9, por delante de Ståhlberg, Rellstab y Ahues); Viena (5½ en 7) y en el 6to. Campeonato alemán (11 en 15, con dos de ventaja sobre su escolta). En Stuttgart, empata del tercer al sexto lugar, en una competencia en la que se impone Bogoljubow, segundo Richter y lo sigue, por sistema, Vidmar. En todos estos torneos solo pierde una partida. 

 “De hecho, Alekhine (que seguía procurando evitar a toda costa volver a confrontar con Capablanca) había sugerido una preliminar entre Eliskases (que tenía un “estilo universal” según el campeón) y Keres, cuyo ganador competiría con el ruso-francés por la corona ecuménica. ¡Es que Eliskases estaba, sin dudas, en la élite del ajedrez mundial a fines de los 30´!  

“Respecto de su actuación como analista de Alekhine, en el match contra Euwe, Oscar Panno nos cuenta una anécdota muy interesante. 

“Alekhine y Eliskases estaban estudiando una innovación en una variante de la apertura, con la idea de introducirla en la siguiente partida del match. Les resultó muy difícil arribar a una conclusión satisfactoria: Cuando alguno de ellos encontraba una mejora que parecía razonable, aparecía el otro con una refutación que parecía concluyente, a lo que el primero replicaba al día siguiente refutando la refutación, y así a lo largo de algunos días. El día anterior a la partida, Alekhine le comunicó su decisión a Eliskases: “Por ahora, no voy a jugar esa variante. Todavía no hay nada claro, tenemos que seguir estudiando mucho. No es fácil”. “Con esa información, Eliskases concurre al día siguiente a presenciar el desarrollo de la aludida partida del match. Llegó cuando la misma ya estaba en pleno medio juego y advirtió, con gran sorpresa, que Alekhine finalmente había optado por la variante que había desechado el día anterior. Obtuvo un triunfo contundente, y el analista felicita a Alekhine, pero haciéndole notar que se sentía algo molesto porque no lo había hecho participar de su decisión final”.  “-¿Es que acaso, encontró a último momento una conclusión muy clara?- le preguntó a Alekhine. -Nada de eso, Erich. No busqué ni encontré nada más. Pero no se sienta molesto porque no le comuniqué que iba a jugar la variante. Ocurre que hice este razonamiento: Si Euwe, en las cuatro horas que dura la partida, llega a encontrar las mismas refutaciones que  encontraron dos grandes maestros como nosotros, pero tras cuarenta horas de análisis, es obvio que no solo merece ser el ganador de la partida, sino también, merece ganar el match por el campeonato”.

“Eliskases, atravesando el cénit de su carrera ajedrecística, en 1939, luego de liderar al equipo alemán que resulta campeón en el Torneo de las Naciones de Buenos Aires, se queda también en la Argentina, tras una fugaz experiencia en el Brasil, donde amenazarían con expulsarlo. Evidentemente no le era fácil a este gran jugador encontrar su lugar.

“Llegó a ser un hombre de tres banderas olímpicas ya que representó a su país natal Austria, en tres olimpíadas (1930, 1933 y 1935), a Alemania –que había anexado a Austria- en dos (1937 y 1939) y a la Argentina en cuatro (1952, 1958, 1960 y 1964).  Y podríamos decir que fue de cuatro si sumamos que Eliskases obtuvo en 1934 el campeonato húngaro.

“Para Austria tiene un muy buen debut en 1930, en el equipo que sale cuarto, jugando de tercer tablero donde obtiene 11 en 15 (+8=6-1). Su única derrota es ante Flohr, y no obtiene medalla pues, en esa oportunidad, no se las daba por tablero. En 1933, en el segundo tablero, hace 8 en 13 (+4=8-1), siendo cuarto en el rendimiento medido en su propio tablero. En la Olimpíada de 1935 obtuvo la ansiada medalla, y directamente fue la de oro, por su actuación en el tercer tablero (+12=61). Su único vencedor, en Varsovia, fue el argentino Pléci.

“En 1939, como primer tablero, pero ahora para Alemania, lleva a ese país al título olímpico. En el exigentísimo primer tablero queda cuarto, con 9½ en 14, producto de 7 triunfos (entre ellos ante Keres y Grau), 5 empates y solo 2 derrotas (ante Alekhine y Opocénsky). “Más tarde, con la Argentina, integraría el equipo subcampeón olímpico de 1952  y el que saliera tercero en 1958 (en ambos casos como tercer tablero).

En 1952 hace 6 en 10 (+4=4-2) y en 1958 10½ en 17 (+5=11-1). En 1960 es segundo tablero alcanzando 8½ en 16 (+3=11-2). Lo derrotarían aquí Botvínnik y Portisch, vencería a Donner y empataría con, por ejemplo, Keres (ganador del oro en el tercer tablero) y Lombardy.

En 1964 se despediría, y a 34 años de su debut, de las Olimpíadas. Lo haría en el primer tablero, y con una muy buena actuación, ya que hizo 11 en 19 (+5=12-2).  En esa ocasión se mantuvo invicto durante 11 fechas, ganándole a los rivales que eran más accesibles, pierde el invicto con Portisch (luego también caería ante Pomar), pero logra valiosos empates, entre los que se destacan los obtenidos ante Botvínnik, Uhlmann, Pachman, Unzicker, Gligorić y Reshevsky. 

 “Eliskases, en los campeonatos argentinos, recién debuta en 1953, siendo tercero (invicto, con 7 triunfos y 12 empates), a un punto de Panno y a medio de Guimard. En 1955 repetiría ese lugar detrás de Najdorf y Rossetto. En 1956 sería quinto y, en 1957, alcanzaría el subcampeonato (en su mejor actuación en esta clase de competencias), siendo escolta de Raúl Sanguinetti.  Es sexto en 1958, 1960 y 1962 y quinto en 1964.  

 “Está bastante claro que, con todo lo importante que hizo Eliskases representando al país lo mejor, a diferencia de Najdorf , fue lo hecho antes de asumir la representación de la Argentina, cuando se perfilaba como un serio aspirante al título ecuménico . 

 “Para Eliskases la Segunda Guerra Mundial fue un quiebre evidente en el progreso de su carrera ajedrecística la que se perfilaba en franco progreso con destino a rumbos insospechados. Quizás, en ese sentido, fue equivocada su decisión de jugar en Brasil, donde ganaría muchos torneos (pero ante rivales de menor jerarquía) a diferencia de Najdorf quien, al permanecer en la Argentina, se vería enfrentado a mayores desafíos gracias a los cuales, al salir airoso, mucho más avanzaría.

“Una semblanza del entonces campeón mundial Alexander Alekhine pinta a Eliskases de cuerpo entero. Decía Alekhine, a horas de enfrentar a Eliskases en los Torneo de las Naciones de Buenos Aires: “…su forma se encuentra en constante y rápido ascenso… en el último año gana brillantemente y sin derrotas el campeonato de Alemania, gana, sin derrotas, también, el fuerte torneo internacional de Nerwyk (Holanda), delante del doctor Euwe, de Keres, Tartakower, Bogoljubow… de cinco torneos nacionales e internacionales en los que forma parte en estos últimos meses, fue primero cuatro veces y no perdió, en total, nada más que una sola partida…” .  

“En 1939 Eliskases contaba con apenas 26 años, era una figura consagrada a nivel internacional, para algunos ya se lo consideraba uno de los 5 mejores jugadores del mundo  estando, para más, en plena fase de ascenso ya que, por razones etarias, lo mejor de él estaba seguramente por verse. 

“En términos comparativos nótese que, de los campeones mundiales contemporáneos a Eliskases, por ejemplo, el gran Alekhine, monarca vigente, había obtenido el título a los 35 años. Capablanca, por su lado, lo había logrado a los 33 años y Euwe a los 34. El campeón que sucedería a Alekhine, el soviético Botvínnik, lo sería en 1948, a los 37 años de edad, y Smyslov lo haría a los 36.  Formulando una suerte de comparación respecto de otros jugadores que sí accederían al podio ecuménico, podríamos barruntar que Eliskases tenía aproximadamente una década para desarrollar lo mejor de su juego. Por lo que la corona ecuménica podía estar, de alguna manera,  a su alcance y, ya sabemos, se  planteó ulteriormente la posibilidad de que en 1941 enfrentara a Alekhine por el título mundial.

“Pero ese decenio, el que debería haber coincidido con el periodo de su máximo progreso personal coincidió, lamentablemente, con cierta interrupción del camino “natural” de progreso. Es que, al haberse desatado la guerra, todos los planes de Eliskases debieron ser modificados, cuando quizás los Dioses hubieran decidido en parte ´dejarlo de amar’ (Nota: El segundo nombre de Eliskases, Gootlieb, puede ser traducido del alemán como: “el querido de Dios”).

“En las postrimerías de su vida, en 1976 Eliskases intenta volver a radicarse en su Austria natal (Tirol), pero su esposa no logra aclimatarse a ese país, vuelven a la provincia de Córdoba (Argentina), terminando sus días en su país de adopción en 1997. Como legado del gran Erich Eliskases recordemos su definición de ajedrez: “Si lo practica Lasker es una filosofía, si lo juega Capablanca  es una ciencia, si quien lo cultiva es Alekhine se trata de un arte, y si lo hace un chambón…es solo un juego”.

Hagamos algunas precisiones más sobre el maestro. Tras el Torneo de las Naciones de 1939, opta por permanecer en la Argentina, pero en 1941 se traslada a São Paulo para jugar un torneo, tras el cual  decide quedarse a vivir en Brasil país, regresando hacia 1948 a la Argentina, por cuya ciudadanía decidirá en definitiva optar. Era un hombre de exquisita cultura: dominaba cinco idiomas (alemán, francés, italiano, portugués y castellano) y poseía sólidos conocimientos en matemáticas –su especialidad era la geometría analítica- y filosofía.

Luego de ganar en 1951 el Zonal en Mar del Plata, empatado con Julio Bolbochán,  con un impresionante +17, =2 -2, es invitado por dirigentes cordobeses a jugar, con todos los gastos pagos, un torneo en el Centro de Ajedrez, competencia que también gana holgadamente. “De ahí surgió la posibilidad de dictar clases de ajedrez en la Universidad, conocí a mi actual esposa y ya no me fui más” rememora Eliskases en un reportaje que le hicieran Guillermo Soppe y Raúl Grosso en la revista Tiempo de Ajedrez en ocasión de cumplir sus ochenta años de edad (Nota:  Este reportaje, tiempo después, fue la base del libro de los mismos autores citado en la bibliografía).

Queda claro que los lugares geográficos de radicación de Eliskases en diversos puntos de Sudamérica estaban precedidos por la disputa de algún torneo y la posterior decisión de quedarse a vivir en la ciudad en donde el mismo se hubiera realizado. Pero esta vez ocurrió algo más: el encuentro con la cordobesa María Esther Olmedo y el posterior nacimiento del único hijo de ambos, Carlos Erico. Y así, este hombre nómade se convirtió en sedentario, optando por vivir en Córdoba.

Imagen de Erich Eliskases

Considerado uno de los mejores jugadores del mundo en los 30 y 40, tuvo oportunidad de medirse con buena parte de los campeones mundiales del siglo XX: Lasker, Capablanca, Alekhine, Euwe, Botvínnik, Smyslov, Petrósian, Spassky y Fischer, llegando a ganarle una partida a Capablanca, dos a Euwe y una a Fischer, y manteniendo score igualado con estos tres y con Smyslov.

Eliskases evocó en dicho reportaje dos momentos de sus encuentros con estos gigantes: “Jugaba con Alekhine en el torneo de Hastings de 1933, conduciendo las piezas negras. Me defendí lo mejor que pude, y cuando logré suspender con un peón de ventaja, se produjo el momento de mayor emoción de toda mi carrera, ya que, espontáneamente, el público inglés –que es muy poco demostrativo- me brindó una ovación que aún hoy recuerdo.”  Y de su partida con Euwe en Nordwijk´38, rememora cómo al holandés se le cambió la cara cuando se encontró perdido. “Su rostro se fue deprimiendo poco a poco hasta alcanzar una expresión muy dolorosa que nunca olvidaré.”

Eliskases fue elegido en 1937 por Alekhine para secundarlo como su analista en su segundo match por el título mundial contra Euwe. Ya dijimos que cuando el ruso-francés recupera la corona, y en parte para evitar darle la merecida revancha al cubano Capablanca a quien le había arrebatado el título en Buenos Aires en 1927, quería enfrentar al ganador de una prueba selectiva entre Eliskases y Keres.

El que obviamente no compartía este pensamiento era el propio Capablanca, quien no sólo se consideraba el candidato natural a desafiar a Alekhine, sino que también estaba iniciando gestiones para contratar a Eliskases como su segundo. Prueba de ello es una carta dirigida al maestro austríaco firmada por el Presidente de la Federación Cubana de Ajedrez en que lo instaba a ello. Pero, vino la guerra, y todo cambiaría dramáticamente.

Recorriendo otros torneos, además de los ya citados, en los que  Eliskases fue protagonista tenemos, de su etapa anterior a la sudamericana, un segundo puesto en Ebensee´30, precediendo a Becker y detrás de Kmoch, cuando aún no contaba con veinte años de edad. A esto pronto agregó su consagración como campeón húngaro en 1934, tras el torneo jugado en Budapest; y en Noordwijk´38, una grandiosa victoria delante de Keres, Euwe, Pirc, Tartakower, Landau, Bogoljubow y Spielmann. Para muchos, luego de este éxito de un Eliskases de sólo 25 años de edad, podía ser considerado el tercer jugador del mundo detrás de Alekhine y Capablanca (a los que quizás se podía agregar, a lo sumo, un Botvínnik que ya había aparecido en Nottingham´36).

Tras la forzada pausa motivada por la guerra, en 1946 Eliskases retorna a la alta competencia jugando principalmente torneos en Brasil (de menor porte) y en nuestro país.

De ese tiempo se destaca su triunfo en el torneo internacional de Mar del Plata en 1948, delante del sueco Ståhlberg, el español Medina y los argentinos Najdorf y Rossetto. Y en Brasil gana algunas competencias relevantes, la de Águas de São Pedro en 1941 (junto a Guimard, delante de Engels, Frydman, Julio Bolbochán, Luckis), la de São Paulo´47 (delante de Najdorf y el alemán-brasileño Engels) y, al año siguiente en esa ciudad, es segundo de O´Kelly, empatado el segundo lugar con Rossetto, aunque vence en  Porto Alegre (a la par de Rossetto). En 1946, cuando Najdorf se impone en Río de Janeiro, Eliskases había quedado segundo. Y en 1952 lo sería de Rossetto, cuando fue escolta junto a Trifunović (delante de Rabar y Julio Bolbochán), en el 1° Torneo Fluminense en Río de Janeiro.

En el primer Zonal Sudamericano disputado en esa ciudad balnearia en 1951 ganan, como ya fue dicho, Eliskases y Julio Bolbochán con una ventaja de cuatro puntos respecto de Maderna (y más atrás los chilenos Letelier y Flores y los argentinos Rossetto, Wexler, Jacobo Bolbochán, Guimard y Marini).

Por esa victoria accede al Interzonal de Saltsjöbaden, Suecia, en 1952, donde queda 10° entre 21 participantes, cuando se verifica el triunfo de Kótov delante de Taimánov y Petrósian; allí Eliskases supera en la tabla a jugadores de la talla de Pachman, Pilnik, Barcza, Steiner y Matanović.

Cuando la FIDE otorga los primeros títulos de Gran Maestro se lo excluye algo injustamente, creyéndose que esa omisión pudo obedecer a su origen austro-alemán. Pero en 1952, y como se merecía, por sus antecedentes históricos y por su pujante realidad, Eliskases alcanza el título máximo del ajedrez mundial.

Erich continuó jugando torneos en los años 50, 60 y 70, pero con resultados de menor importancia respecto de los que evidenciaba su luminoso pasado. Pagaría caro, en ese sentido, sus siete años en los que tuvo residencia en Brasil, que no era un centro ajedrecístico de la magnitud de Argentina, lo que le restó fuerza al progreso de su trayectoria. En ese sentido fue la cara inversa de lo que le sucedería a Najdorf quien explotaría tras su residencia sudamericana cuando Eliskases, antes de la guerra, y siendo aún de menor edad respecto del gran Miguel, lo superaba en la consideración internacional con cierta amplitud.

En 1976, junto con su esposa intentó retornar a su patria natal con la idea de evaluar establecerse  allí en forma definitiva, pero ella no se adaptó, por lo que decidieron continuar viviendo en Córdoba.

Representó a su país natal, Austria, en tres Olimpíadas (1930, 1933 y 1935). En 1930, al hacer el 73,3% de los puntos fue el décimo mejor jugador del torneo considerando a todos los participantes de la prueba. En 1935 obtuvo la medalla de oro en el tercer tablero, con un rendimiento del 79%. En los Juegos oficiosos de Münich´36 ya aparece en el primer tablero, quedando invicto con siete triunfos y trece empates, quedando al borde del bronce que obtuvo el sueco Ståhlberg (oro para Keres, plata para Pirc).

Tras la anexión de Austria a Alemania, debe jugar para este país en la Olimpíada de 1939, siendo parte como primer tablero de la delegación que se convierte en campeona, pero sin medalla personal ya que de nuevo queda cuarto en su posición, al ser desplazado por Capablanca, Alekhine y el letón Petrovs.

A su país de adopción, la Argentina, la defiende en cuatro Olimpíadas, comenzando en 1952 en el tercer tablero, donde prosiguió en 1958, en 1960 ocupa el segundo y finaliza en 1964 encabezando el equipo nacional, oportunidad en la que empata con Botvínnik, Reshevsky, Gligorić, Uhlmann y Unzicker.

Es el único jugador del mundo que a lo largo de la historia olímpica representó a tres países distintos. Sin computar lo hecho en Münich´36, Eliskases redondea una actuación del 64,6%, con 48 victorias, 63 empates (prueba de su rocoso estilo) y apenas 12 derrotas.

Falleció el 2 de febrero de 1997. Sobre el final de su vida, a pesar de estar alejado de la competencia activa, seguía fuertemente ligado al ajedrez, analizando partidas y firmando artículos periodísticos para diversas publicaciones de Argentina y de Europa. Dentro de esta actividad, resultó una curiosidad el grado de minuciosidad de sus comentarios. El caso más extremo de ello constituye el detalladísimo análisis a que sometió la partida Flohr–Capablanca de Nottingham´36, que fue comentada nada menos que a través de ¡doce! números correlativos de la revista Ajedrez de Editorial Sopena.

Para Chessmetrics, Eiskases fue el séptimo jugador del  mundo en julio de 1948, siendo precedido sólo por Botvínnik, Najdorf, Ståhlberg, Reshevsky, Keres y Smyslov, estando el futuro jugador argentino por delante de Boleslavsky, Bronstein, Kótov, Furman, Fine, Szabó, Trifunović y el excampeón mundial Euwe.

Su mayor ranking es de enero de 1949, con 2.733 puntos, que se elevan a 2.762 por su actuación en el ya mencionado torneo de Noordwijk de 1938, en otra prueba cabal que lo mejor de su cosecha es en la etapa en que vivía en Europa.

En el ranking de ese medio correspondiente a los mejores jugadores de todas las épocas que aparecen en el top100, tomando para ello el mejor desempeño personal a lo largo de un año, el que es encabezado por Fischer, delante de Kaspárov, Botvínnik, Capablanca, Lasker, Alekhine y Kárpov, hay sólo dos argentinos: Najdorf, quien ocupa la posición N° 21; y Eliskases, en la 82, delante de jugadores de la talla de Mecking, Hort, el excampeón del mundo Jálifman y hasta el histórico Anderssen, una de las glorias del juego del siglo XIX.

Eliskases fue campeón austriaco, campeón húngaro, subcampeón argentino, jugó para Austria, Alemania y Argentina en Olimpíadas, vivió un tiempo prolongado en Brasil, regresó de veterano a Tirol para, por fin, descubrir que su lugar del mundo era esa Argentina, en donde rearmó su vida, construyó su familia, encontró paisajes naturales similares a los de su terruño natal.

Si para el Torneo de las Naciones de Buenos Aires de 1939 Eliskases iba paso a paso rumbo a la corona mundial, es probable que algunos de estos devaneos le hayan costado interrumpir el ritmo de su irrefrenable ascenso. Seguiría siendo una figura consular del ajedrez, desde que decidiera quedarse en Sudamérica tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pero lo mejor de su carrera había quedado en su pasado.

Es probable que un Eliskases que no tuvo más alternativa que jugar ese año para Alemania, cuando su país natal estaba bajo los dominios nazis, generara malos entendidos y prejuicios respecto de su alineamiento ideológico. Seguramente debió sostener luchas fuera del tablero que lo desgastaron, privándolo de concentrar sus esfuerzos en aplicar sus recursos intelectuales adentro del tablero. Por otra lado en su ir y venir, estaba claro que no le resultó fácil hallar su destino definitivo de residencia.

Es así que este “Caballero del ajedrez”, como lo definieron quienes le conocieron más íntimamente,  debió luchar, y mucho, para hallar su lugar en el mundo. Y sería la Argentina, más precisamente Córdoba, donde lo ubicaría.

Igualmente, nos queda la sensación de que la historia le ha sido algo ingrata a Eliskases a quien se le sigue debiendo un mayor reconocimiento, a un extraordinario talento del ajedrez universal que pudo haber llegado a lo más alto de no haber sido interrumpido el natural curso de las cosas, en ese 1939 que lo veía ir cada vez más alto en el preciso momento en que despertara una nueva conflagración armada que azotaría a la Humanidad.

 

Nota: La denominación “Caballero del tablero” es una reapropiación de la definición que les corresponde a Guillermo Soppe y Raúl Grosso quienes le dedican precisamente a este jugador el libro Erich Eliskases: Caballero del Ajedrez, Editorial Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, 2008. 

Pueden ver todas sus partidas ingresando al siguiente link


Partidas notables

Eliskases: “Caballero del tablero” de tres banderas olímpicas que debió reinventarse en América del Sur