Siegbert Tarrasch fue mucho más que un ajedrecista de renombre. Su personalidad explosiva y contestataria, la manera en que sostenía sus principios ajedrecísticos, las enseñanzas que impartió a sus discípulos durante muchos años, el lustre que le agregaba su título de doctor en medicina y, en fin, su protagonismo central en el ajedrez durante casi cuarenta años, hicieron del llamado “Praeceptor Germaniae” (“Maestro de Alemania”) una figura excepcionalmente singular en la historia del juego.
Por Horacio Olivera
Tarrasch nació en Breslau, Alemania, el 5 de Marzo de 1862 y ya entrando en la adolescencia afloraron en él las dos pasiones que marcarían su vida: el ajedrez, en el que comenzó a brillar en su país natal, y la medicina, disciplina en la que se doctoró en 1885.
Compatibilizando su activa profesión médica con una permanente actividad en torneos, Tarrasch enhebró una importante seguidilla de triunfos en torneos importantes durante los últimos años del Siglo XIX, transformándose en poco tiempo en un inequívoco referente del ajedrez de alto nivel de su época. Así, fue campeón de los fuertes torneos del Congreso de la Federación Alemana en 1889, 1892 y 1894, para luego brillar en la arena internacional: cuarto sobre veintidós jugadores en el poderoso y legendario Hastings 1895, fue tercero en Nuremberg 1896. En 1893 había jugado en San Petersburgo (Rusia) un match con uno de los más fuertes jugadores del momento, el ruso Mikhail Chigorin. El mismo tuvo ribetes épicos y se saldó con un empate (nueve victorias para cada jugador, con solamente cuatro tablas). Muchos años después, el mismísimo Kasparov habría de alabar la disputa, debido a la riqueza del contenido de sus partidas.

Pero el sostenimiento de su actividad como médico condicionó el despliegue de todo el potencial de don Siegbert: no disponía de la libertad ni el tiempo suficiente para jugar todos los torneos a los que era invitado y hasta debió de desechar la posibilidad de un match con el campeón mundial Steinitz, quien lo consideraba en capacidad para disputarle el título.
Es que Tarrasch no solamente obtenía resultados importantes en certámenes de gran fuerza, sino que lo hacía con un estilo posicional tan sólido como convincente, abrevado en los postulados de Steinitz que cambiaron la forma de entender las estrategias del juego y de los cuales el “Maestro de Alemania” era un disciplinado seguidor.
A inicios del Siglo XX los éxitos continuaron, siendo los más destacados sus triunfos en Montecarlo 1903 (sobre Maroczy, Pillsbury , Schlechter y otros) y Ostende 1907 (dejando atrás nuevamente a Schlechter y también a Marshall, Janowsky, Burn y Chigorin).

A estas alturas las ambiciones del alemán de lograr la corona del mundo se habían potenciado: su compatriota Emmanuel Lasker, por el cual sentía una profunda antipatía y con quien había mantenido agrias disputas, había destronado a Steinitz en 1894 e ingresado triunfante al nuevo siglo, haciendo gala de una notable superioridad. Tarrasch se consideraba en condiciones para arrebatarle el título y luego de un malogrado intento para jugar en 1904, logró acordar con el campeón la realización de un match, que se realizó en Dusseldorf en 1908. El encuentro terminó con un contundente triunfo de Lasker, que se anotó ocho victorias y solamente tres derrotas (para detalles de esta “tempestuosa” relación entre Tarrasch y Lasker ver link ).
A partir de esa dolorosa derrota y con su orgullo (que parece que era mucho) herido, Don Siegbert alcanzó todavía algunos excelentes resultados, aunque pasados los cincuenta años de edad su estrella pronto comenzaría a declinar. En el muy fuerte torneo de San Sebastián 1912 ocupó un muy digno 4° lugar entre once jugadores y en San Petersburgo 1914, en la que sería su última gran actuación en torneos de primera fuerza, compartió el 4°/5° lugar en la final de ocho jugadores. Lasker, Capablanca y Alekhine lo precedieron, y empató la siguiente posición con Marshall), lo que les valió a los cinco jugadores el título de Gran Maestro, instituido por primera vez para esa ocasión por el Zar Nicolás II. Asimismo, Tarrasch obtuvo el premio de belleza del certamen, debido a la partida que le ganó a Nimzovich, un ejemplo de ataque al rey que aún hoy continúa siendo considerado un modelo (ver) .

Como puntualizábamos en la introducción, Tarrasch fue dueño de un carácter explosivo, amigo de los debates y las discusiones, lo que le valió no pocos enemigos dentro del ambiente. Aparte de su ya mencionada enemistad con Lasker, no menos famosa fue su polémica con Aarón Nimzovich, miembro de la generación de “recambio” y propulsor de las nuevas ideas del ajedrez hipermoderno. El alemán, dogmático y aferrado a los postulados tradicionales, no comulgaba en absoluto con esas nuevas ideas del danés (basadas fundamentalmente en el dominio del centro desde lejos, con piezas, en lugar de la clásica ocupación con peones) y por tanto, mantuvieron disputas y se hicieron críticas cruzadas durante mucho tiempo.
Excelente pedagogo, el “Maestro de Alemania” ha obtenido el reconocimiento de toda la comunidad ajedrecística de su tiempo debido a sus esfuerzos en la enseñanza del juego. Su obra literaria es asimismo muy vasta, con más de veinte títulos publicados, de los cuales destacan “Trescientas partidas de ajedrez” y “La moderna partida de ajedrez”. Fue, además, editor de la conocida revista “Deutsche Schachzeitung”.
En el campo teórico y más allá de la pertinaz defensa de sus convicciones en el plano estratégico que comentáramos más arriba, efectuó importantes aportes a la teoría de las aperturas y aún hoy tienen plena vigencia, por ejemplo, la “Defensa Tarrasch” contra el Gambito de dama y el “Sistema Tarrasch” en la “Defensa Francesa”.
Siegbert Tarrasch fue un brillante exponente de lo mejor del ajedrez de todos los tiempos y hasta el mismo Bobby Fischer lo ubicó en su famosa lista de los mejores jugadores de la historia.
Falleció en Nuremberg, el 17 de febrero de 1934, hace hoy exactamente 83 años.
Pueden ver todas sus partidas ingresando al siguiente link
Partidas notables