Como en tantas otras disciplinas deportivas, determinar quien ha sido el mejor jugador a través de la historia del ajedrez es una materia opinable y no una fórmula matemática. Puede decirse que fue José Raúl Capablanca, el genio cubano de indiscutido dominio durante más de veinte años del siglo anterior. O que fue Bobby Fischer, quien más allá de sus excentricidades demostró sobre el tablero un talento sólo frustrado por su decisión de abandonar la práctica activa. Incluso puede hablarse de otros, como Lasker o Karpov, que iluminaron con sus victorias épocas tan brillantes del juego como lejanas entre sí. Y hasta los récords que bate el mismísimo campeón actual, el noruego Magnus Carlsen, lo ponen dentro de la discusión. Pero de lo que no cabe duda, es que en ese barajar de nombres ilustres no puede faltar el de un jugador que marcó a fuego con su genialidad los años finales del siglo XX y el comienzo del XXI: Garry Kasparov.
Por Horacio Olivera
Garry Kimovich Kasparov nació el 13 de abril de 1963 en Bakú, Azerbaiyan (por entonces parte de la Unión Soviética). Su padre, de apellido Weinstein, falleció cuando el niño tenía ocho años de edad, por lo que creció al cuidado de su madre, Clara Kasparian, de origen armenio (el apellido Kasparov lo adoptó Garry como una derivación del de ella).

En vista de su evidente facilidad para el ajedrez, Garry ingresó ya a los siete años en el famoso “Palacio de los Jóvenes Pioneros” soviético, donde comenzó, como tantos otros que luego fueron destacados maestros, su formación como ajedrecista. A los diez, y a raíz de sus notables condiciones, fue acogido en la “Escuela de Ajedrez” del legendario ex campeón Mikhail Botvinnik, en la que el conocido entrenador Vladimir Makogonov fue su profesor y guía en el inicio de lo que sería una extraordinaria carrera como jugador.
En 1976, con trece años, ganó el fortísimo Campeonato Juvenil de la URSS, con 7 puntos sobre 9 posibles, para repetir victoria al año siguiente con un aún más contundente 8,5 en 9, ahora bajo la tutela del maestro Aleksandr Sakharov.
Puertas adentro de la URSS comenzaba a hablarse de un nuevo “delfín” que, probablemente, lideraría el recambio generacional de las grandes estrellas del ajedrez soviético. Ya el mismo Botvinnik había puesto sus ojos en el enorme talento que el muchacho demostraba y profetizado sobre su futuro de esplendor.
En 1978 ganó el Memorial Sokolsky y fue el jugador más joven en acceder al tradicional Campeonato de la URSS, a la edad de 15 años. Un año después se produjo su debut internacional, que dejó boquiabiertos a profanos y entendidos: ganó el torneo (Banja Luka, Yugoslavia, 1979), con dos puntos enteros de diferencia…aún siendo un no rankeado! Para subrayar la hazaña, bastará decir que entre los participantes del evento se encontraban, entre otros destacados GM, el ex campeón mundial Petrosian, Andersson, Smejkal y Adorjan.

Kasparov comenzaba el camino a la cima del ajedrez mundial. En 1980 se proclamó Campeón del Mundo Juvenil y en 1981 empató con Psakhis el primer puesto del Campeonato de la URSS. En 1982 ganó con autoridad su primer magistral de internacional de altísimo nivel, relegando a los GM “top” Huebner, Polugaievsky, Liubijevic, Spassky, Petrosian, Larsen y otros.
La promesa se había convertido en realidad. Pero, aparte de sus extraordinarios resultados deportivos a tan corta edad, era el carácter de sus partidas lo que más llamaba la atención. En las mismas campeaba permanentemente la tensión combinativa, la táctica y la iniciativa sin especulaciones. Su estilo enjundioso y agresivo, una frondosa imaginación y una evidente visión de largo alcance, hizo que comenzara a comparárselo con Alekhine, el gran combinador de antaño.
En 1982 también jugó su primer Interzonal, en Moscú. Allí arrasó nuevamente, imponiéndose por 1,5 puntos de ventaja sobre Beliavsky, relegando a Tal, Andersson y Geller, y clasificando para el Ciclo de Candidatos al Campeonato del Mundo. Ya convertido en el número dos del mundo, dio cuenta de Beliavsky, Korchnoi y Smyslov en los matches eliminatorios y se convirtió en retador del campeón mundial Anatoly Karpov. Por la misma época ganó con dos puntos de ventaja en Niksic 1983, un certamen en el que jugaron figuras de la talla de Larsen, Portisch, Gligoric y los ex campeones Tal, Spassky y Petrosian.
En setiembre de 1984 comenzó en Moscú el match por el título mundial, en lo que sería el inicio de una rivalidad con pocos antecedentes en la historia. Las alternativas del encuentro (que de alguna manera rivaliza en fama con el “Match del Siglo”, que Fischer y Spassky protagonizaran 12 años antes) son por demás conocidas. En resumen, se jugaron 48 partidas, una cifra inédita en confrontaciones de estas características, y Karpov ganaba por 5 a 3, cuando el Presidente de la FIDE dio por concluido el match sin que hubiera un ganador, debido a lo extenso del encuentro y en salvaguarda de la salud de los jugadores. Ambos contendientes estuvieron en desacuerdo con la decisión, pero no les quedó más que acatarla y prepararse para un nuevo match, pactado para el año siguiente.

En 1985, pues, se jugó un nuevo encuentro (esta vez con límite de 24 partidas). La lucha fue intensa desde el vamos y los dos estilos en pugna no se dieron tregua. Al llegar a la última partida, el joven genio de Bakú aventaja en un punto al campeón, quien debía ganar obligadamente para retener el título. Fue un combate digno de los dos mejores jugadores del mundo y Garry Kasparov emergió triunfante después de grandes complicaciones. Se proclamaba así, a sus 22 años, el Campeón Mundial más joven de la historia del ajedrez.
A estas alturas, resultaba por demás evidente para todos que el nuevo monarca no era un campeón cualquiera. Sumaba a su ya comentado estilo impetuoso y vivaz, unos resultados impresionantes en cada torneo en que intervenía y una personalidad tan avasallante como su juego.
En 1986 Karpov hizo uso de su derecho a revancha. Jugado mitad en Londres y mitad en San Petersburgo, el ahora desafiante estuvo a la altura de las circunstancias y la lucha fue intensa, pero Kasparov logró retener el título después de 24 juegos intensamente disputados.
En ese mismo año, producto de sus diferencias con la FIDE, el campeón creó la GMA (Asociación de Grandes Maestros”). Verborrágico y contestatario, lideró la nueva entidad que suponía una renovación institucional favorable a los jugadores.
Las “dos K” volvieron a medirse en un encuentro por el Campeonato del Mundo al año siguiente, luego de que Karpov ganara el Ciclo de Candidatos. La batalla, librada esta vez en Sevilla, volvió a ser enconada y Kasparov retuvo nuevamente la corona, esta vez agónicamente, al triunfar en la última partida y empatar el match.
Lejos de contentarse con la comodidad de un título defendido exitosamente desde que lo consiguiera, Kasparov jugó en los siguientes años en varios torneos, con la misma contundencia y efectividad de sus años más jóvenes. Largo sería enumerar todos los eventos en los que intervino, pero no se pueden dejar de mencionar sus descollantes actuaciones en Amsterdam 1988, Belfort 1988, Reykjavik 1988, Barcelona 1989, Tilburg 1989, Belgrado 1989 y Linares 1990, entre otros muchos.

En 1990, Karpov alcanzó nuevamente el derecho de desafiarlo por el campeonato. Un nuevo match se jugó, esta vez mitad en New york y mitad en Lyon. Una vez más ganó Kasparov; una vez más en forma ajustada (12,5 a 11,5).
Siguieron tres años de más y más extraordinarias victorias: Tilburg 1991, Linares 1992 y 1993, Dortmund 1992. Durante ese tiempo, no obstante, se hacía sentir el recambio generacional y jugadores como Ivanchuk, Anand, Short, Timman y Kramnik eran ya competidores de fuste para el campeón.
Justamente fue el inglés Nigel Short el jugador clasificado para ser el nuevo desafiante, en el año 1993. En desacuerdo con las condiciones económicas y con las sedes probables que barajaba la FIDE para la disputa del match, los jugadores se negaron a disputarlo, por lo que la FIDE decidió expulsarlos de su seno y organizar un encuentro por el título entre Anatoly Karpov y el holandés Jan Timman, los dos jugadores derrotados por Short en el Candidatos (del que resultó triunfante Karpov, consagrándose nuevo campeón).
Vehemente y decidido, sabiéndose el mejor y valiéndose de su fama para conseguir mejoras en las condiciones económicas para el ajedrez, el “Ogro de Bakú” (como se le apodaba por su carácter hosco) no se amilanó y presentó batalla creando la PCA (Asociación de Profesionales del Ajedrez), desvinculada de la FIDE y bajo el auspicio de la cual se jugó el match Kasparov-Short en Londres, en el cual Garry aplastó a su rival por 12,5 a 7,5, convirtiéndose en el primer campeón de la PCA.
Se había generado el “cisma” que habría de durar 13 años. Durante los mismos, un ambiente de confusión reinó en el mundo ajedrecístico. Dos campeones del mundo, dos torneos de candidatos, jugadores que jugaban en torneos de una u otra organización, o que, como por ejemplo el propio Kasparov, no podían jugar en los torneos FIDE.
Pero las preocupaciones políticas y organizativas no hacían mella en la fuerza de juego de Garry. Continuó demoliendo ajedrecísticamente a quien se ponía en su camino, como hizo con el ascendente indio Vishy Anand, a quién batió sin atenuantes en 1995 por 9 a 7 en New York, con el título de la PCA en juego. Y siguió triunfando en torneos de primera fuerza, como por ejemplo en Horgen 1994, Grand Prix PCA 1994, Memorial Tal 1995, Novgorod 1997, Linares 1997 y 1999, Sarajevo 1999 y muchos otros.

Pero a la par que su enorme talento campeaba en los tableros de todo el mundo, un enemigo hasta allí desconocido avanzaba sin prisa pero sin pausa sobre las 64 casillas: los “programas de ajedrez”, en desarrollo desde muchos años antes, iban alcanzando una fuerza que, no por esperada, dejaba de sorprender a un mundo que recién comenzaba a habituarse a la presencia de computadoras en el quehacer cotidiano. “Deep Blue”, el programa estrella de IBM por aquellos tiempos, era el emblema de esos avances tecnológicos. En 1996, se concertó un match entre este ingenio cibernético y Garry Kasparov, el que en medio de una enorme expectativa fue ganado por el campeón, aunque el resultado de tres victorias, una derrota y dos tablas dejó en el aire la certeza de que no debía pasar mucho tiempo para una revancha. Efectivamente, al año siguiente volvieron a enfrentarse. Los programadores de “Deep Blue” habían hecho los progresos necesarios en el programa y, para asombro de todos, la máquina venció al mejor jugador del mundo por 3,5 a 2,5. Tal vez hoy en dia, cuando todo sabemos que el poderío que los programas ha superado al hombre, no llame tanto la atención esta derrota. Pero veinte años atrás, la sensación que causó fue verdaderamente extraordinaria. Aún más, algunos años después, en 2003, Garry volvería a jugar dos publicitados matches contra otros programas, obteniendo sendos empates.
Volviendo al plano estrictamente humano, en 1998 el jugador letón Alexei Shirov se clasificó para disputar con Kasparov la corona mundial PCA. Sin embargo, en una actitud por lo menos poco clara, el campeón puso todo tipo de impedimentos en la negociación para celebrar el encuentro (principalmente económicos) y el match no tuvo lugar.

Pero en 2000, “eligió” a su discípulo y joven amigo Vladimir Kramnik, de Rusia, como su retador. El match se jugó en Londres y Kramnik demostró estar en excelente estado deportivo derrotando a su maestro (evidentemente bajo de forma) con claridad y se proclamó nuevo Campeón Mundial (PCA).
El haber resignado su título, no impidió a Kasparov seguir demostrando su indudable supremacía en el tablero. Ganador de los torneos de Sarajevo 2000, Wijk aan Zee 2000 y 2001, Linares 2002 y 2005 y el Campeonato de Rusia en 2004, su ELO siempre estuvo por encima de los dos campeones mundiales vigentes.
El 10 de marzo de 2005, próximo a cumplir 43 años y luego de largas, demoradas y hasta ahí infructuosas negociaciones con la FIDE para la reunificación del Campeonato Mundial, Garry Kasparov anunció su retiro del ajedrez competitivo, para dedicarse a escribir y a tomar parte en la política interna de Rusia (en la que ya participaba desde los tempranos ’80), donde se había convertido en un acérrimo enemigo del presidente Putin.
Fiel a su decisión, no volvió a tomar parte en competencias formales -pero sí en varias exhibiciones a lo largo y ancho del mundo- hasta el año pasado, donde participó de la Copa Sinquefield, en un torneo a partidas rápidas y relámpago frente a varios de los mejores jugadores del mundo. ,
La obra escrita que este verdadero “monstruo sagrado” del ajedrez ha dejado, tiene su máxima expresión en los cinco volúmenes “Mis geniales predecesores”, en los que analiza en profundidad el legado ajedrecístico de los campeones del mundo que le precedieron y ya son un clásico de la literatura ajedrecística de todos los tiempos.
En línea con su actividad actual de conferencista y consultor, es también destacable su libro dirigido a no-ajedrecistas llamado “Cómo la vida imita al ajedrez”, en donde desde su experiencia como jugador vuelca sus conocimientos en el proceso de la “toma de decisiones” y otros tópicos relativos al mundo empresarial.
Dominador absoluto de la escena mundial del ajedrez durante más de un cuarto de siglo, Garry Kasparov tiene un bien ganado lugar entre los grandes del tablero. Como decíamos en la introducción, puede discutirse si fue él u otro el mejor jugador de todos los tiempos, es cuestión de gustos o de puntos de vista. Lo que no puede ni debe ser motivo de debates, es que con su estilo espectacular y sus resonantes victorias, infundió al ajedrez una nueva vida a través de la belleza que supo crear en los tableros de todo el mundo.
Pueden ver sus partidas ingresando al siguiente link
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